
Ecologistas somos todas. Si no lo somos, lo seremos. Porque no hay otra manera de estar vivos en este planeta que respetando la vida. Y si alguien cree lo contrario que se instale una inteligencia artificial en la cabeza y deje de respirar, a ver qué sucede.
Dicho esto, no se entiende que por parte de representantes públicos salidos de las urnas se señale a los ecologistas en bandos pegados en los postes con la intención de… perdón, ¿con la intención de qué?
En el verano de 2022 varios ecologistas, entre los que me encontraba, fueron arrinconados en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme por una jauría de enfurecidos personajes que he de suponer que eran reales, a juzgar por sus insultos, amenazas y gritos, pero que en la memoria me han quedado como seres fantasmagóricos y empujados por un irracional odio que seguro que nunca comprenderé.
El odio, esta es la cuestión ininteligible de fondo. Por eso, tan importante para los poderes fácticos es demostrar que quien manda manda como demostrar que los ecologistas son esencialmente malos y se dedican a hacerle la vida imposible a la gente. Porque, aunque irracional, el odio tiene objetivos claros.
A modo de inciso diré que me he realizado varios análisis de sangre y que no encontraron ninguna proteína de maldad, tan solo algo de exceso de colesterol. Pero tengo pendiente un análisis más exhaustivo y genital (perdón, genético) para ver si tengo algún cromosoma eco. Pero eco de verdad, del eco alpino que hace que te duelan los tímpanos cuando presencias acontecimientos injustos, se producen genocidios ante tus ojos de internauta o simplemente eres testigo de cómo las motosierras siegan un centenar de robles centenarios.
Eso sí, soy daltónico, y al parecer ciego a los verdes. Curioso, ¿no? Un ecologista daltónico que no sabe lo que es un prado… Parece de coña, pero es cierto, puedo demostrarlo.
Volvamos al acto del señalamiento, muy de moda, al parecer en los ayuntamientos que primero te dicen «queremos colaborar con vosotros en la defensa del medio ambiente» y a continuación publican, como dije, bandos en los que se citan las quejas de los ecologistas, obligando a los habitantes del municipio a acudir al ayuntamiento a identificarse.
No sabemos qué relación tiene una queja con el documento nacional de identidad. Pero está claro que el objetivo no es identificar a las personas censadas en un municipio, a no ser que se consideren ilegales, también algo bastante frecuente. No, descartemos esta posibilidad, esto no va de racismo. Que yo sepa, el ecologismo no ha cambiado el color de mi piel. Aunque hay quien dice que cada vez estoy más amarillo por culpa de tantas alegaciones y recursos que hay que meter últimamente.
El objetivo de colgar bandos en los postes exponiendo las quejas de los ecologistas es otro, y parece ser, más bien, hacer ver al pueblo llano e ignorante lo injustificadas que son determinadas quejas en defensa del medio ambiente.
Ay, pobres alcaldes que tienen que soportar estas quejas infames de los ecologistas. Me pongo en su lugar, y, jolines, tiene que ser muy duro tratar de hacer todo bien para que nadie se queje así, o al menos para que no se queje tanto como para tener que pedirle el DNI a los vecinos.
Vivimos tiempos raros, muy raros. Así que no se extrañen de que vuelva la Santa Inquisición y comience a acusar de brujería a los daltónicos como yo, ciegos al verde y, para colmo, amantes de la naturaleza.
Si entonces era bastante arbitrario, por parte de las autoridades, quemar en la picota o atado a un poste a quienes no podían demostrar la fe de manera fehaciente o hacían cosas raras como intentar volar con escobas, hoy en día, lo que algunas autoridades pretenden es extender el odio entre sus súbditos, para no mancharse las manos ni de sangre ni de ceniza.
Estoy exagerando, de acuerdo. Además, otra característica que tenemos los y las que nacemos ecologistas es que no tenemos madre ni hija ni novia, ni nadie que nos quiera. Así que tampoco es posible que nadie sufra por nosotros cuando nos señalan indirectamente.
Por desgracia, aquí no estoy exagerando. Cuando en tu pueblo señalan a los ecologistas te señalan a ti, que saben que coordinas un grupo ecologista y que eres malo de por sí. Y sí, tienes madre, hija y novia que posiblemente lo pasen mal viendo cómo te señalan para fomentar el odio.
Porque el odio se carga muy fácil y se desata rápido. Por eso es tan complicado poder controlarlo.