Estábamos en guerra con Rusia y no lo sabíamos, y Trump nos ha abierto los ojos: muchachos, lo que ustedes necesitan son más armas de Estados Unidos para defenderse.
Y como el gas ruso también es ruso y está manchado por las manos de Putin, Trump nos ha lanzado un cable para que no caigamos en la tentación: muchachos, lo que ustedes necesitan es gas de Estados Unidos. Es un poco más caro, qué le vamos a hacer, pero tengan en cuenta que ya les hemos perdonado la vida poniendo aranceles ridículos. ¿Qué es el 15 por ciento sino esa minúscula porción de la pizza que nunca nos comemos porque la masa en los bordes está un poco más dura que en el centro?
En Zamora, con estas noticias estamos encantados, y ya se ha preparado un recibimiento de bienvenida a Trump para cuando desee visitar nuestro ancestral románico, del que no tienen allí, salvo aquel que se llevaron a precio de saldo en tiempos bastante más miserables.
Y estamos encantados porque por fin vamos a darle sentido al hidroducto que cruzará la península de sur a norte y camino de Europa pasando por Tierra del Vino. Pero que nadie vaya a pensar que el hidroducto se va a completar con tinto de 16 grados, en realidad lo que circulará por él será el gas que procedente del fracking del oeste americano y viajando en grandes barcos metaneros llegará a los puertos de Andalucía Occidental, rememorando así la gloriosa época de la armada española en tiempos de Felipe II, pero en sentido contrario.
Algo es innegable, que el hidroducto dará muchos puestos de trabajo, sobre todo cuando venga Trump a verlo –que seguro que el románico no le interesa– y sea preciso montar infinidad de chiringuitos de chuches, comida rápida, cerveza y cerezas picotas en las carreteras por donde pasará la comitiva volando.
El hidroducto servirá, además, para estabilizar los precios de la electricidad al alza, pues por sí solas las macro renovables ya sabemos que producen apagones. Y, si cuadra, servirá también para justificar la producción de otros gases locales fruto del tratamiento de las heces de millones de cuadrúpedos con el rabo enroscado, también llamados mamíferos artiodáctilos domésticos, que es la forma comestible del nombre científico Sus scrofa. Si están pensando en huevos de gallina, he de advertir que se equivocan.
Si bien, el cuento de la gallina de los huevos de oro viene muy a cuento, y perdonen de paso el bucle discursivo. Por todo el territorio español, salvo tal vez en Madrid, que están centrados en el turismo intensivo y de ahí no los saques, suelen llegar vendedores de medio pelo capaces de embaucar a todo tipo de representantes políticos, e incluso a ciudadanos con estudios y títulos auténticos. Llegan con una gallina amarilla tan brillante como el oro y prometen infinitas bonanzas futuras, no solo huevos de oro. La gallina huele mal, eso es inevitable, pero esta panda de truhanes lo justifican diciendo que no hay aroma que de olor fétido no venga, y a continuación dejan caer que están avalados por una gran empresa energética.
Además, en caso de oponerte a recibir en tus brazos la susodicha gallina, te soltarán que no puedes resistirte porque las gallinas las mandan hacer en Europa junto a las puertas giratorias y los decretos de utilidad pública y expropiación forzosa, gracias a acuerdos internacionales de comercio justo, y de ahí que las plumas vengan de la India, las patas de China y el pienso de la selva amazónica –bueno, después de clarearla un poco–.
En fin, que en Zamora estamos encantados con Trump y también con Von der Leyen, la cual ha sabido comprender a tiempo los peligros que suponía una Europa democrática, autónoma y poco solidaria con los países de ultramar. El gas que pasará por delante de nuestra puerta le dará un sentido ético a nuestras vidas y nos permitirá olvidar las fantasmagóricas imágenes de personas hambrientas siendo ejecutadas en la cola del pan. Todos los gases producen amnesia, este no podía ser menos.
¿Pero y el hidrógeno? ¿Por qué nadie habla ya de hidrógeno? Vale que ese gas era un poco volátil y pendenciero y que se sujetaba mal a las reglas de ser entubado. Vale que era casi insostenible su producción a partir de macro renovables que caducaban a los veinte años. Vale que lo del coche de H2 era todavía una hipótesis. Pero es totalmente injusto que se quede en el olvido: el hidrógeno era lo que iba a traer riqueza a zonas de sacrificio mediante su filosofía de energía ilimitada y casi gratis.
Y, sin embargo, lo cierto es que ha quedado en el olvido. Es como si no existiera ya, y no por culpa del nuevo gas que ha de llegar, el cual no ha podido hacer efecto de manera virtual –de esto no estoy seguro–, sino porque el hidrógeno era la gallina de oro de hace unos meses, no la de ahora. Y en esto de las gallinas de oro tenemos que reconocer que los modelos se van actualizando muy rápido.
