
Casa con dos puertas, mala es de guardar –dice un refrán retratando de este modo la desconfianza y la necesidad de vigilar constantemente nuestras pertenencias–.
La provincia de Zamora, una demarcación jurídica que, desde un punto de vista histórico y antropológico, es la su vez la suma de distintos territorios, paisajes, culturas e incluso lenguas, es ahora, al parecer, una venta dentro del nuevo orden económico impuesto, es decir: un lugar de paso, aislado y en medio de eso que podríamos llamar nada –esa nada que no vale nada por sí misma–.
Con muchas puertas abiertas para el tránsito de todo tipo de mercancías, y de energías, la provincia ya no hay quién la defienda, o quién pueda defenderla.
Una nueva autopista se ha abierto de sur a norte cruzando la provincia, la del hidrógeno verde –o la del gas natural, que tal vez sea esto lo que finalmente se haga circular por sus tuberías–, y al albur de esta esperanza milagrotecnológica que nos permitirá alcanzar mejor la felicidad de manera global y totalizadora se proyectan numerosas industrias de tipo, cómo no, “renovable”.
En Villafáfila, muy cerca de donde durante siglos permaneció en pie el monasterio cisterciense de Granja de la Moreruela, están planeadas dos centrales de producción de este volátil y placentero gas, el H2, y esto significará la extracción de millones de litros del acuífero del que dependen las lagunas y los seres vivos que las necesitan, además de la proliferación de instalaciones de producción de energía en los alrededores, pues es sabido que para producir un kilo de hidrógeno hace falta mucho, pero que mucho, sol –y también placas traídas de China–.
No es el único proyecto de esta naturaleza en la provincia pero sí uno de los más llamativos pues de llevarse a cabo se pondrán en peligro valores patrimoniales y medioambientales de enorme importancia y que no es necesario describir aquí, por ser suficientemente conocidos. Y esto sucede porque la gran autopista del H2 atraviesa, como decimos, la provincia de Zamora.
Teniendo en cuenta que la mayor parte de la energía que va a circular por el gaseoducto irá camino de las grandes ciudades y de Europa, cabe preguntarse por qué no se ha seguido el camino más recto y se ha hecho pasar por el centro de la península, por ejemplo por Madrid.
Al parecer hay provincias que valen (o que cuestan) menos que otras. Y Zamora debe estar a la cola en lo relativo al valor comercial. Le pasa lo mismo a Cáceres, a Badajoz y a tantas otras. Sin embargo, si atendemos a recursos: agua, viento, sol, materias primas e incluso tierras raras, estos territorios no están del todo mal. Es más, podríamos decir que se sitúan en la cota más alta.
¿Pero y con tanta riqueza, cómo es qué valen menos estos territorios? La respuesta es bien sencilla: porque con tantas puertas abiertas, y tanta generosidad, no hay quien los defienda.
O mejor dicho, sí hay quien los defienda, pero con una singular táctica: despreciando su contenido en todos sus aspectos con el fin de que sus habitantes “aprendan” a desear su tierra una vez que la hayan perdido como tal. Así, a excepción de tres o cuatro cosas que no molestan a los depredadores de la energía o que por una u otra razón su pérdida sería insoportable: el lago de Sanabria, la Semana Santa zamorana o la caza en la Culebra, el resto se ha puesto a la venta por quienes nos protegen de nuestra falta de amor por lo propio, abriendo puertas y facilitando el saqueo para que no pequemos de soberbia, y con humildad tengamos generosidad con quienes, pobre Europa, las están pasando canutas por falta de gas para sus calefacciones por culpa de la dichosa guerra de Ucrania que con tantas fuerzas Europa defiende (la guerra).
Para lograr este propósito de redención, gobiernos, partidos políticos, sindicatos e incluso algún que otro alcalde con ganas de liberar del demonio a su pueblo, se han puesto manos a la obra para amparar o firmar contratos que abran y abran puertas, oiga, que en Zamora no tenemos nada que guardar, haciendo valer ese proverbio chino, no es retranca, que dice que “la mejor puerta cerrada es la que puede dejarse abierta”.
En fin, no sabemos si lo próximo va a ser instalar un eólico de 200 metros en las proximidades de la catedral de Zamora, para competir con ella, teniendo en cuenta la defensa a ultranza del románico por parte de los poderes públicos. De momento, en los aledaños de otra joya de similares características ya se sueña con semejantes defensas. Todo ha de llegar, paciencia. Pero si alguien piensa que la sensibilización por el territorio depende de las empresas energéticas –que supuestamente son las que mandan– es porque no ha mirado su último recibo de la luz o ha perdido la memoria, o nació ayer cuando ya el agua salía de las botellas y no de la tierra, y cuando el nombre de los pueblos anegados por las grandes presas hacía décadas que habían sido borrados de los mapas. Esos mapas que nos muestran, sobre todo, las grandes vías de conexión rápida de oro atravesando la nada, no la nada del imperio romano sino la nada de ahora, la nada despobladora y a la que han de volver algún día generaciones a defenderla (esta vez, de verdad).