En los comienzos, todo lo que viene a partir del primer paso es incertidumbre y estímulo. No hay camino andado. Tampoco errores cometidos. Lo que tenga que suceder está por escribir. Por eso es emocionante. En las fiestas de San Pedro, el principio es el desfile de peñas, la cita clave en el día uno de los diez que vienen por delante. Aquí la gente llega intacta, sin cansancio acumulado; sin malas resacas que lamentar; sin mochila. Hay hasta voluntarios para empujar el carro. Habrá que preguntar quién lo guarda el día 29 por la noche.
Pero no hay que correr. Este viernes es 20 y la cita es en la Marina. Allí se juntan las peñas, allí aparecen los gigantes y los cabezudos, y allí suenan las gaitas antes de que emerjan las charangas. Los niños que van de paso ven el jaleo y preguntan a sus madres: «Está empezando la fiesta», responde una. Otros progenitores deciden meter al muchacho en el meollo. Uno de los críos se integra tanto que tamborilea el aire a hombros de su padre. En unos años, le tocará otra posición en la fiesta.

De momento, su lugar está por encima de la cabeza de los adultos. Y no es mala cosa. A lo mejor, por ahí da más el aire. Cualquier alivio es poco. En el reloj de reconocido prestigio de la Junta, la hora marca las 21.35 y la temperatura 32 grados. Son más en el pelotón de peñas. Por eso corren la cerveza y el agua. Y por eso también las casetas de la zona aprovechan para ir haciendo los primeros euros entre quienes carecen de carro o buscan en los puestos lo que no han traído en su equipaje.
También hay quienes tiran de La Valenciana para refrescar y endulzar el primer rato sin gastar de las provisiones nocturnas. No hay que olvidar que aquí todos van a ir juntos en el desfile, pero cada cual con su estrategia y con sus circunstancias. No es lo mismo llegar con niños y mini carrito que con otros cuarenta veinteañeros dispuestos a ir a la guerra cada noche. La fiesta los une a todos en esta ceremonia inaugural. Luego, cada cual se centrará en su disciplina.

Del pompero al jaleo
Con ese panorama variopinto, a las 21.45 salen los gigantes y los cabezudos. Diez minutos después van las peñas. Los niños de una de las primeras alegran el paso con un pompero; los muchachos de una de las de atrás golpean el carro al ritmo de las charangas que acompañan a la comitiva. Algunos se estrenan en el evento; otros, como los miembros de Las Hordas del Huevo tienen muchas faenas a sus espaldas. Allá van todos.
El desfile avanza, pasa de la Marina y encara Santa Clara. En un rato llegará a la Plaza Mayor y tendrá lugar la ceremonia protocolaria. Después la fiesta. Pero nada se compara con ese ratito antes de empezar el desfile, cuando todo está por escribir.