Comercio de género. Géneros del reino y extranjeros. Paños y bayetas, tapabocas, mantas, mantonería. Quincallas y paquetería.
Dan para mucho 145 años, para tanto que echar la vista atrás es suficiente para descubrir otro comercio, otra manera de vivir, otra manera de emigrar y otra manera de vender, con lemas publicitarios como el que inicia este texto. Para descubrir otra ciudad, Zamora, que en realidad es la misma que ahora, en la que el comercio tradicional jugaba un papel protagonista que ahora lucha por recuperar, buscando su camino sin entrar en competiciones «absurdas» con las grandes superficies o con Internet. En ese camino hacen falta referentes, y uno de ellos es El Redondel.
Eloy y Pablo Peláez regentan un negocio que asume orgulloso la herencia que recibe desde finales del siglo XIX. Y que muestra lo que fue Zamora. El Redondel, como tantas otras tiendas de la época, fue fundada por emigrantes. En este caso por Ambrosio Santiago, que arribó a la ciudad desde Muelas de los Caballeros (comarca de la Carballeda) acompañado de su familia y de varios socios que buscaban ganarse la vida comprando y vendiendo en la ciudad. Los comerciantes se establecieron primero en sociedad, en lo que se llamó la Casa del Comercio, en la esquina de la Plaza Mayor con la calle de Los Herreros, el local que ahora ocupa una heladería de reciente apertura. «Hay constancia de que ese local funcionaba desde 1840», explica Eloy Peláez.

Era el proceder habitual que los comerciantes llegaban primero juntos, formaban sociedad y después, cuando empezaba a haber cierto desahogo, se iban independizando. Ambrosio Santiago fue uno de los que emprendió camino en solitario y lo hizo en el mismo local de la Plaza Mayor que hoy ocupa el comercio textil. Esa puerta, que lleva 145 años abriéndose a los clientes, tiene además la explicación del nombre de El Redondel. Para darse cuenta basta con mirar hacia arriba, donde se aprecia una galería comercial de forma redonda y un techo pintado a mano que ha resistido un siglo y medio. La tienda original cogía además la parte aledaña que ahora se ha convertido en un bar, que se dividió en la segunda generación de comerciantes cuando Leocadio Peláez González, llegado de La Rioja y de oficio alpargatero, se casó con la hija de Ambrosio Santiago y se hizo cargo del negocio.
Los devenires del comercio de Zamora se estudian a través de este tipo de tiendas. Negocios que, asegura Pablo Peláez, «las han visto de todos los colores» y que han sido capaces de capear el temporal hasta nuestros días. El Redondel comienza vendiendo textil pero no tarda mucho en querer abarcar más. Al estilo de las tiendas de los pueblos, como no puede ser de otra manera viendo los orígenes de la empresa, Leocadio Peláez Santiago empieza a añadir al muestrario droguería, betunes e incluso artículos de papelería, una tendencia que después respeta su hijo, Leocadio Peláez Santiago, padre de Eloy y Pablo. Y, por supuesto, se vendían alpargatas. «En los pueblos las tiendas siempre tienen un poco de todo, y ese era el espíritu que teníamos aquí. Que el que viniera a comprar para coser se llevara también una alpargata si le hacía falta, o jabón, o lo que fuera».
Sin embargo, el textil se acabó imponiendo y a mediados del siglo XIX El Redondel es una de las principales empresas de la provincia de Zamora. Llegó a contar con treinta trabajadores en nómina, los necesarios para dar servicio a un tejido comercial rural que vivía sus buenos tiempos. Pablo quiere ilustrar la conversación y pone sobre la mesa una carpeta: «Clientes 1956». Ordenados por pueblos, hay varios nombres. Todos ellos eran negocios que compraban su género a El Redondel para después venderlo. «Antes no era como ahora, que todos tenemos coche e incluso la gente de los pueblos está en Zamora todos los días. Antes la gente no venía tanto y necesitaba tiendas que tuvieran un poco de todo para cuando hiciera falta».

Así se crea una red comercial, que ya no existe, de cientos de negocios que acudían a la tienda fundada por Ambrosio Santiago para enriquecer sus almacenes. Muestra de la relación comercial de doble sentido que Zamora mantenía con los pueblos de la provincia: comerciantes que emigraban a la ciudad en busca de trabajo y dinero y tiendas que suministraban a los pequeños negocios rurales. La lista que consulta Pablo habla de los buenos tiempos de El Redondel, pero también de los buenos tiempos de la provincia. En Andavías se cuentan cuatro tiendas en activo en aquellos archivos; en El Perdigón, casi una decena; y en la Carballeda y Sanabria, de donde provenía la familia, los lazos comerciales son intensos. La historia de después es ya conocida: los pueblos se vacían, los negocios cierran y los lazos comerciales se extinguen.
Y en Zamora comienza una revolución comercial que los hermanos Peláez todavía no dan por terminada pero con la que han aprendido a convivir. La tienda ha pasado de aquellos treinta empleados (representantes, viajantes, contables…) a seis de la mano de un negocio que ya no vende al por mayor, que se centra en el cliente final y que, de la mano de la informática, ha aprendido a aligerar el día a día. Un negocio del XIX que ya se integra en el XXI. «Antes tenías dos artículos y los vendías los dos. Ahora necesitas tener cien para vender dos», reflexiona Eloy cuando piensa en el comercio de los últimos años, años en los que El Redondel se ha refugiado en artículos no siempre sencillos de encontrar en la web. Así, la mercería sigue siendo el principal reclamo de la tienda y, como tal, se esconde al final del local. «Antes has pasado por las camisas, por telas, por calcetines…». La idea es captar la atención del cliente, y la experiencia ha demostrado que esta es la mejor forma.

Pero los 145 años de historia no van a suponer el freno a la integración del negocio, ya de pleno, en la era de Internet. La familia apura los últimos flecos antes de poner en marcha la web, flecos que se refieren a la forma de vender a través de Internet. «Algunos piensan que tenemos que poner todo lo que tenemos y otros que tenemos que poner las cosas más raras o antiguas, las que no se pueden encontrar en otro sitio. Estamos en ello», reconoce Eloy, padre de Carmen, la persona que ha dado un nuevo impulso a la tienda a través de las redes sociales. «Nosotros recibimos un artículo y lo ponemos en el escaparate y a esperar, pero ella lo hace muy bien en redes sociales. Hace un vídeo con un broche y por la tarde lo tenemos vendido. Hace poco hizo uno con un imán invisible para cerrar el escote en las blusas muy abiertas y vendimos un montón en una tarde», celebran los hermanos.
Pablo y Eloy son optimistas, ven la ciudad en buen estado, «mejor que hace unos años», dicen, y el comercio lo nota. Están viendo, de hecho, un cierto «retorno» de personas jóvenes al comercio tradicional. «Yo creo que la gente se está cansando un poco de ir siempre a los mismos sitios. Zamora a lo mejor no tiene un centro comercial como Valladolid donde estar toda la tarde, pero tenemos un centro comercial en la calle. Y no es como en Madrid, que necesitas media mañana para comprarte unos pantalones. Aquí vas al mercado, vas a las tiendas y te tomas un vermú y aún te sobra media mañana. Eso la gente lo está empezando a valorar», apostilla Eloy. Es, espera El Redondel, el inicio de la segunda juventud del comercio tradicional. Cuando llegue, aquí les pillará bien preparados.
Este es un contenido patrocinado por la Concejalía de Promoción Económica del Ayuntamiento de Zamora
