Justo a la vuelta del Ayuntamiento de Almaraz de Duero, haciendo esquina y frente a un arroyo que corre con alegría, se encuentra el grifo común de todos los habitantes del pueblo desde noviembre de 2020. Han pasado tres años largos tras los análisis negativos, pero la gente de esta localidad ubicada a 15 kilómetros de Zamora capital tiene que seguir acudiendo a la potabilizadora portátil cedida por la Diputación para llevarse el agua con la que bebe y cocina. La que sale de sus válvulas está contaminada por arsénico y la obra de la depuradora se está eternizando.
El asunto tiene cabreado a Pascual Arribas, un hombre mayor, pero desenvuelto, que aparca su coche al pie de la potabilizadora, espera su turno y saca tres garrafas para llenar: «Que esto pase en otros pueblos más pequeños, bueno, pero aquí en Almaraz todavía hay gente», espeta este paisano del pueblo, que se maneja entre Zamora capital y su localidad natal. El municipio alcanza ahora los 393 habitantes.
Pascual no lleva bien el tema del agua: «Ya va siendo hora de que arreglen esto», avisa mientras se afana en llenar las botellas: «La gente mayor que no tiene coche y vive lejos, no sé cómo se arregla», apostilla este hombre locuaz, que tampoco está muy contento con el tema de la carretera que usa para ir de Zamora al pueblo, conocida como «Los Infiernos». «Es muy estrecha y hay mucha curva», aduce.
Al menos con el tema de la carretera, Pascual está de suerte. El arreglo, ensanchamiento incluido, se ejecutará este año, según anunció el presidente de la Diputación, Javier Faúndez, en presencia del propio alcalde de Almaraz, José Martín, que también espera que, para el verano, el tema del agua quede resuelto: «La obra ya está adjudicada y el plazo de ejecución es de seis meses», señala en relación a la depuradora.
Primer intento, en saco roto
El regidor es el primer interesado en que este tema quede zanjado cuanto antes para que la estampa de la gente con las garrafas a cuestas o con el coche hasta los topes de botellas de agua deje de ser lo habitual. Lo que lamenta Martín es que el primer intento de impulsar la obra cayera en saco roto por culpa de una licitación desierta, como muchas en el marco de la inflación que condicionó a las empresas en 2022.
Ahora, esa pantalla ha quedado atrás y la perspectiva es que la obra costeada igualmente por la Diputación, fijada en algo más de 200.000 euros, se lleve a término para evitar que también el bar de la plaza deje de usar las garrafas de agua para los cafés. En ese negocio, se van apañando así, pero algunos parroquianos señalan que la panadería ha tenido que adquirir su propio sistema para evitar el derrumbe de la empresa por culpa del arsénico.
Entre las personas que echan el rato en el bar se encuentra Alfonso Arribas, que habla con mesura de la cuestión, pero que admite que el tiempo pasa y que la cosa va cansando. A él, la potabilizadora le queda a 500 metros, una distancia asumible, pero la cuestión va más allá del coste o de la distancia. Se trata de que, en 2024, el agua que sale del grifo sirva para beber y para cocinar, no solo para ducharse y poco más.
Problemas por la geografía provincial
Los problemas con el arsénico y con los nitratos están alcanzando a bastantes pueblos de la provincia. Los casos recientes de Villalube o Molacillos, junto a otros relativamente recientes como los de Villaralbo o Toro, mantienen alerta a los ayuntamientos y a la Diputación. El propio Faúndez admitió en una entrevista reciente que se hace preciso poner recursos sobre la mesa porque «es el principal problema que cuentan los alcaldes». En Almaraz, esperan garrafa en mano.