José Luis Alonso Coomonte ha muerto. El viajero incansable del arte, como él mismo se definió a finales de abril en una charla con este medio, ha fallecido a los 93 años tras una trayectoria de tres cuartos de siglo como creador. Nacido en Benavente en 1932, Coomonte fue una de las grandes figuras de Zamora en la segunda mitad del siglo XX y uno de los referentes artísticos para la provincia en el primer tramo del XXI.
Desde su primera exposición y su acceso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1950, Coomonte se mostró como un hombre genuino, desmarcado de cualquier etiqueta. De madre panadera y padre ebanista, el benaventano heredó de Benita el amor por la masa y la materia; y, de Heliodoro, el dominio de la talla en madera que luego trasladó al hierro.
En los años 50, Coomonte ejecutó ya varios encargos y obtuvo sus primeros galardones, antes de recibir, en 1960, la medalla de Oro en la Bienal de Arte Sacro de Salzsburgo (Austria). Aquel premio fue el reconocimiento al ostentorio creado por el artista benaventano, que un año después se trasladó a Madrid para ejercer como profesor y para poner en marcha un taller con fragua. Fue allí donde se integró en el llamado Gremio 62, una corriente de renovadores del arte sacro.
Según relata el historiador del arte Javier Martín Denis, “el empleo de diversidad de materiales será una característica que comenzará a desarrollar en este momento y que será ya una constante a lo largo de la carrera del artista”. Hierro, madera y vidrio serán los principales protagonistas en su historia, aunque también se sumarán resinas, plásticos u otros materiales.
A mediados de los años 70, Coomonte comenzó a alejarse de la obra que había venido realizando. “Su impulso creativo dio un giro hacia otras maneras y modos de entender tanto la forma como el fondo de sus creaciones”, según Martín Denis. Todo, eso sí, con el trazo por delante, con el dibujo que siempre sucedía a las ideas.
Y las ideas eran muchas y se plasmaban de formas diferentes y en lugares dispares. En muchos casos, en la vía pública, con figuras repartidas por toda España. Conviene no olvidar la rejería, claro, la disciplina en la que Coomonte alcanzó la excelencia.

En cuanto a Zamora, la obra de Coomonte aparece en varios lugares de la ciudad, como en La Farola de la Marina (1976), su Manhattan II del centro comercial ubicado también en esa parte de la ciudad, el mobiliario litúrgico de Cristo Rey, la rejería en el edificio del Banco de España o hasta portales como uno de los ubicados en la calle Diego de Losada.
Más tarde vendría también el miliar en la Marina, junto a centenares de obras destacadas de un artista que nunca dejó de trabajar. En los últimos años, en su taller de San Marcial. Su obra fue reconocida en 2020 con el Premio de las Artes de Castilla y León.
Como cierre, una frase que él mismo pronunció hace apenas unos meses: “Yo tengo una especie de convenio con las cosas en las que no creo. En realidad, no creo en casi nada. Incluso, me da la sensación de que lo mío, lo que he hecho yo, es un sueño”.










