Existió una condesa, viuda, que vivía con su hijo en el castillo de Benavente. El hijo, varón de 19 años, era muy aficionado a los toros. Buen garrochista, se decía, de los que se dedicaban a detener, saltar y picar a los toros con una vara larga. Y pidió permiso a su madre para participar en un torneo en las afueras de la ciudad, donde mató a un toro ganándose el aplauso del público. En el segundo, en cambio, el toro le prendió, le corneó con fuerza y acabó con su vida. La condesa mandó apresar al toro, atarle a los cuernos una maroma, larga, y obligarlo a recorrer las calles de Benavente mientras se le castigaba para, finalmente, darle muerte. Y fue más allá y decretó que todos los años, el día anterior al Corpus, se corriese un toro por Benavente, recordando a perpetuidad aquello que le pasó a su hijo. Ella moriría, de pena, poco después.
Es una leyenda, la que aún se cuenta en la ciudad como uno de los orígenes de la celebración del toro enmaromado, que este miércoles volverá a recorrer las calles de la ciudad como viene haciendo desde que hay memoria. No conviene atribuirle más valor que el componente legendario, pero tampoco vayamos ahora aquí a descartarla como origen de una celebración cuyas raíces se hunden en las profundidades de la historia, tanto que en las actas municipales consta que «en esta población existe, sin que por la antigüedad conozca nadie el origen, la costumbre de correrse en el citado día de la víspera de Corpus Christi, un toro enmaromado». Pero si queremos mantener la llama, tampoco conviene bucear en demasía en los archivos de Benavente, donde consta que el toro era costeado por el Ayuntamiento o por el matadero municipal, no por la nobleza, como ha dejado por escrito Juan Carlos de la Mata, archivero de Benavente.
Llegar a los orígenes de la celebración del enmaromado resulta poco menos que imposible. Los primeros documentos encontrados se datan en el año 1434, textos que dan cuenta de la celebración de varios festejos taurinos en la ciudad. No hablan de la fiesta que ahora se conoce ni de suertes semejantes, pero sí de toros en Benavente por San Juan, por San Pedro o por la Asunción. En 1506 se celebran también, con ocasión de visitas reales, festejos taurinos en el Castillo de la Mota, de los que existe más constancia pictórica que escrita con una pintura atribuida al pintor flamenco Jacob van Laethem del séquito de Felipe el Hermoso, titulada Corrida de toros en Benavente en honor de Felipe el Hermoso.

Para encontrar referencias a la maroma hay que avanzar varias décadas y parar las hojas del calendario en el año 1554, 120 años después de aquellos textos originales. Ahí, con ocasión de la visita que a Benavente hace el futuro rey Felipe II, se reflejan ciertos festejos organizados en la ciudad entre los que se incluye «un toro enmaromado y varias suertes taurinas». Y, siglo y medio después, en 1692, ya se documenta la celebración de un «buey enmaromado» durante las fiestas del Corpus en Benavente.
La historia avanza y es a finales del siglo XIX cuando aparecen documentos que atestiguan la colaboración cada vez más intensa del Ayuntamiento de Benavente y cuando se registran documentos en los que se pide al Gobernador Civil de la provincia el permiso para la celebración del toro enmaromado, que poco a poco va adquiriendo esa denominación prescindiendo ya definitivamente de la de «buey». Curioso, reflejan los archivos, es que en los últimos años de ese siglo el festejo demuestra su carácter más populoso, distribuyendo la carne del estado entre los más pobres de la villa.
La suspensión
En el año 1908 el Gobierno prohibe los festejos taurinos en la vía pública, entre ellos el toro enmaromado, que se recupera más de tres décadas después, en 1939, recién terminada la Guerra Civil, en la víspera del Corpus, fecha que le era tradicional. Después de tantos años, indican los textos, los corredores más veteranos fueron los encargados de transmitir el conocimiento a los jóvenes sobre cómo correr el toro, ya que ellos no lo habían conocido hasta ese momento.
Las obtenciones de catalogaciones turísticias de diversa índole, como Fiesta de Interés Turístico y el Interés Turístico Regional (ahora se camina hacia el nacional) vienen en las décadas posteriores, en las que la ciudad ha iniciado un trabajo de promoción y protección de su festejo más singular y característico. Desde el primero, que se hunde en la historia y del que no hay constancia más allá de leyendas, hasta el último (de momento, Comediante en 2024, al que seguirá Galocho este 2025) Benavente ha visto pasar su historia a lo largo de las distintas celebraciones taurinas.
