Cuando los trenes convencionales conectaban Lubián con el mundo, el pueblo tenía una batalla permanente: el servicio diario hacia Zamora partía a las cinco de la tarde y llegaba a la capital de la provincia a las ocho. Es decir, para hacer los trámites tocaba hacer noche. Eso ya resultaba bastante lesivo, pero es que, además, el único viaje de vuelta salía a las nueve de la mañana. No daba tiempo a hacer las tareas antes de subir al vagón. Había que echar otra jornada en la capital antes de volver. Uno podía irse un lunes por la tarde y retornar un miércoles por la mañana.
Los horarios eran más cómodos para la conexión con Ourense, pero muchas veces las necesidades administrativas mandaban a los vecinos de la Alta Sanabria a la capital de la provincia. El alcalde del municipio, Felipe Lubián, asegura que insistieron mil y una veces para cambiar los horarios y que los vecinos no se vieran penalizados de ese modo. No hubo manera. Incluso, el mandatario local, llegó a dirigirse en términos ofensivos a la presidenta de Renfe de la época en la radio. Pero ni por las buenas ni por las malas.
Aquel servicio era malo, pero el futuro venía peor. En junio de 2013, la línea quedó mutilada. No hubo más viajes a Ourense. Solo se mantuvo la conexión por la provincia de Zamora hasta Valladolid, pero desde Puebla. Lubián se quedó sin trenes. No los ha recuperado, porque en los territorios despoblados, generalmente, cuando uno pierde algo ya es difícil que lo vuelva a tener. Por eso, desde la tierra, se pelea tanto ahora por los horarios del AVE. Sin esperar más.
También desde Lubián, porque aunque el tren ya no parta del pueblo, la estación de Sanabria Alta Velocidad se ubica a poco más de veinte minutos en coche de la localidad y permite una conexión relativamente cómoda con Zamora y con Madrid. A partir del 9 de junio, esa unión seguirá existiendo, pero muy condicionada, sin horarios matinales. Peor que antes.
«Ya cuando se hizo la estación de Otero, hubo que luchar, no fue fácil», recuerda Felipe Lubián, que apunta que hubo presiones de ciertos grupos catalanes hasta en Europa. Solo con mucha argumentación e insistencia se pudo sacar adelante la infraestructura: «Y aquí me veo ahora criticando a mi propio partido», lamenta el alcalde, que asiste apesadumbrado a «las tonterías que hacen los socialistas en Valladolid, aleccionados por un ministro que está saliendo rana».
Para Felipe Lubián, este es el resultado «totalmente decepcionante» del criterio con el que «la gente urbanita mira al mundo rural». «Tienen una mentalidad de que ahora tienen que competir con otras empresas. Si el criterio es solo comercial, que hagan un túnel subterráneo de Madrid a Vigo y no molesten», sostiene el alcalde, que recuerda el impacto ambiental de las obras del AVE en zonas como la suya y que asevera que los trabajos allí no han acabado. «Tienen que adecuar algunas cosas, todavía nos van a machacar un poco».
La pelea por la autovía
Hablando de batallas por infraestructuras, Felipe Lubián tiene fresco el recuerdo de cuando hubo que pelear para que la autovía A-52 fuese de Benavente a Ourense y no se desviase por Ponferrada: «Hicimos un frente común para cambiar el proyecto», apunta el alcalde, que ve ahora menos facilidades para negociar: «No tenemos que dejar de luchar. Está siendo muy complejo, pero tienen que arreglarlo. Hay que ir a la justicia o lo que sea necesario», remacha.