Es primera hora de la tarde y María atiende las explicaciones de su padre. Hablan del género de la tienda, de cómo colocarlo para que se vea bien, de la mejor manera de venderlo. Uno, Manuel, está de salida, se encuentra ya prejubilado pero se ha acogido a la fórmula que le permite pasar algunos ratos en la tienda. La otra, María, está de entrada, ha dejado un trabajo de responsable de tienda en un comercio de Parfois en Salamanca y ahora viene a Zamora. Son el pasado y el futuro de El Sayagués.
La tienda resiste al paso de las décadas en la Costanilla, en Zamora, justo detrás del Ayuntamiento. Por ahí pasó alguien, a quien la familia no tiene plenamente identificado, y abrió el comercio. Poco saben de él más allá de que era de Torregamones. También de ahí era Baltasar Miano, tío de Manuel, que cogió el traspaso de la tienda en los setenta y la regentó hasta el año 2000, cuando se hizo cargo de ella el que ha sido su gerente hasta ahora, Manuel Miano. Se jubila y llega su hija, que se ha criado aquí, que ha visto otras cosas, que ha vivido en otras ciudades y que ha escogido continuar con el legado de su padre. Un orgullo, remarca Manuel.
En El Sayagués huele a cuero, a artesanía, y entrar por su puerta es respirar parte de la historia del comercio de Zamora. Historia que, de hecho, se ve incluso desde fuera, porque el cartel que hoy cuelga sobre la puerta es todavía el original, el que colocó aquel hombre sin identificar de Torregamones. Mire donde mire, el comprador observa artículos que no hay en ninguna otra tienda de la capital, y en pocas de la provincia. La artesanía es el principal valor actual del comercio, que fabrica a medida cinturones, carteras y diversos artículos con base de cuero pero que ofrece al consumidor curioso vestigios de otra época.
Porque solo como vestigios pueden catalogarse artículos como unas herraduras para personas que Manuel Miano explica con verdadera devoción. Pequeños añadidos de hierro que los labradores y ganaderos se colocaban en la suela, en la parte de la puntera y en la parte del talón, para que el calzado durara más. O las “cholas”, también calzado, también sayagués, con suela de metal para caminar entre la tierra. “Son productos que no los encuentras. Nosotros los tenemos más que nada como recuerdo, pero si alguien los quiere, aquí se vende todo”.
Hablar de la historia del comercio es hablar de la historia de Zamora. Cuando Manuel hereda el negocio de su tío, la tienda vende todavía fundamentalmente aperos del campo. Los autobuses de los pueblos paraban en la antigua estación y, quien más quien menos, necesitaba material para labrar. Casi todos los viajeros pasaban, en su camino al centro de Zamora, por La Costanilla, así que pasaban necesariamente por delante de El Sayagués, que entonces no era la única tienda de aperos en una calle que estaba cotizadísima. En épocas como San Pedro, recuerda Manuel, los comerciantes sacaban todo su género a las aceras, para que la gente de los pueblos, “que también libraba en San Pedro para venir a Zamora”, lo viera y lo comprara.
La modernización del campo ha afectado de forma decisiva al comercio, obligado entonces a reinventarse para continuar abierto, centrándose ahora en la artesanía. María habla de renovar parte de la oferta, pero quiere todavía asentarse. La venta por Internet queda para el futuro, pero sí es más inmediato que el comercio pueda cobrar con tarjeta, algo hasta ahora imposible porque dentro no hay cobertura de móvil por el grosor de las paredes, de las antiguas. “La que separa este comercio del de al lado mide 80 centímetros”, asegura Manuel.
María Miano cuenta con buena base, y es que es además una gran defensora del comercio tradicional. Del de Zamora, que es el que ha visto desde la infancia, pero también del resto. “Hay un hilo invisible en el comercio, entre los comerciantes, aunque no nos conozcamos directamente, y eso es bonito y hay que defenderlo”, asegura cuando se le pregunta por la salud del sector. “Yo, cuando viene gente preguntando por algo y no lo tengo, le recomiendo a dónde ir. Y me gusta decir un comercio tradicional que una gran cadena. Y aunque no me conozcan directamente, sé que otros comerciantes hacen lo mismo con nosotros, porque la gente nos lo dice cuando viene”, apunta.
Mientras avanza la conversación, un grupo de turistas curiosea en el escaparate de El Sayagués hasta que se atreven a entrar. Como casi todo el mundo que entra de primeras a la tienda, no saben a dónde mirar, todo llama la atención. Preguntan por aperos de acá y de allá. “El turismo nos va bien”, asegura Manuel mientras su hija atiende a los potenciales compradores. “Hay gente que viene, pasa por aquí y entra. Les gusta algo, o ven algo que no han visto en sus ciudades, nos lo pagan y nos dan las señas para que lo enviemos”. Se hacen muchos envíos, sobre todo a España pero también al extranjero, de personas que dejan pagadas sus compras tras una visita a Zamora.
Antes de terminar, Manuel vuelve a hacer un repaso rápido por artículos de la tienda y la conversación le lleva a detenerse en un par, diseñados para niños. Uno, una peonza, de las de toda la vida, las de madera, aquellas que tenían una moneda de cinco duros atada a la punta de la cuerda para que no se escurriera entre los dedos. Otro, un tirachinas.
– Serán ya más de adorno que otra cosa, ¿no?
– No te creas, que los niños siguen jugando a la peonza. Se han puesto de moda otra vez y de madera casi no las encuentras en ningún sitio.
Quién sabe si aún queda esperanza, pero si la hay, María será testigo de ella.
Este reportaje es un contenido patrocinado por la Concejalía de Promoción Económica del Ayuntamiento de Zamora.