Cuando Sergio Vara entró a formar parte del CB Zamora, el equipo jugaba todavía en Liga EBA. Entonces, dice, no se pensaba ni siquiera en LEB Plata, «así que imagínate en LEB Oro». Vara lleva más de veinte años ligado de una manera u otra al club, y desde la temporada 2005-2006 ejerciendo como delegado, «aunque he hecho de todo», reconoce, «hasta pasar la mopa». De hecho, aún hoy, se queda a recoger las botellas de agua del pabellón cuando todos los jugadores se han ido para dejar, dice, «el vestuario impecable». Pablo Ramos y Adrián Sánchez son incorporaciones más recientes, por llamarlo de alguna manera, pero también llevan cerca de una década avanzando en su trayectoria profesional de la mano del equipo.
Los tres forman parte de una «familia», oculta para el común de los aficionados, pero que es el verdadero núcleo duro del equipo. Si el ascenso al Olimpo del Balonmano Zamora destacó por algo fue por la existencia de un grupo humano que fue capaz de iniciar una trayectoria que culminó en lo más alto, en Asobal. «Nosotros nos fijamos en ellos», aseguran los tres, y ahora están a un paso de lograr un ascenso que, si bien no es a la categoría más alta del basket profesional español, si es la primera división de la Federación Española de Baloncesto. La familia, en un CB Zamora que durante años ha cambiado a muchas piezas de la rotación, son sus trabajadores. Alrededor de viente personas lideradas por Gerardo Hernández, presidente del club, y por Saulo Hernández, «el único entrenador de LEB Plata que no cobra por ello».
«Se ha luchado mucho, incluso entrenando a las diez de la noche cuando estábamos en divisiones más bajas»
Sergio Vara
Ahora que el club se enfrenta a uno de los momentos más importantes de su historia, al broche dorado de lo que puede ser una temporada histórica, es buen momento para echar la vista atrás. A cuando se entrenaba, recuerda el delegado, «cuatro veces por semana, en tres pabellones diferentes y de diez a once y media de la noche». Era lo que tocaba en una ciudad en la que el CB Zamora era «el patito feo», con el Zamarat y el Futbol Sala Zamora en División de Honor y con el Balonmano Zamora iniciando un ascenso meteórico que le llevaría a lo más alto unos años después. «Eran las horas que nos quedaban, las que no quería nadie. Y para jugar, igual».
Los desplazamientos, recuerda Adrián, no eran mejores. «Ida y vuelta a Cataluña en un día, una paliza que no veas», recuerda. «Salíamos de madrugada, jugábamos y negociábamos con los hoteles alguna tarifa reducida para echarnos un rato la siesta, unas horas». Un suplicio, sí, pero necesario en el crecimiento paulatino de un club que ha ido dando pasos hasta encontrarse en la situación actual.
¿Y cuál es esa situación? La de un CB Zamora que cuenta «con un enorme apoyo social» y que ha conseguido implicar a la ciudad en un proyecto deportivo del que forman parte varios cientos de personas, con más de cuatrocientos chavales formando parte de la cantera. «Creo que eso de pensar que somos muy buenos y que la gente venga al pabellón es algo que ya ha pasado a la historia», reflexiona Pablo Ramos. «Tú te tienes que acercar a la gente, colaborar con las asociaciones… Como el proyecto que se ha llevado a cabo este año, cada partido con un colectivo de la provincia».
La estructura de cantera, con una persona dedicada exclusivamente a ello, ayuda a la implicación de las familias. Y con una labor que más allá de lo deportivo, subraya Sánchez. «Cuando ves que hay una familia que está pasando por un mal momento, el club echa una mano hasta donde puede», algo que refuerza una sensación de pertenencia que se fomenta de una forma especial en el seno del Zamora Enamora. «Hay veces que la gente tiene más pereza, menos ganas de venir un sábado a organizar al pabellón… No te digo que esto compense, pero después solemos ir a tomar algo, muchas veces viene Saulo y paga la cuenta… Esto hace que formes comunidad», subraya Pablo Ramos.
«Siempre se ha primado el aspecto humano»
Una cuestión clave del CB Zamora es que «en los clubes de la misma categoría llama la atención» que «muchas veces tengamos jugadores que podrían estar un escalón por encima». En el seno del club tienen la firme convicción de que una parte importante de esta circunstancia es que «aquí siempre se ha primado el aspecto humano, incluso por encima del deportivo». Hasta el punto de que «antes de partidos importantes nos han venido algunos jugadores, nos han dicho que tenían un problema personal y lo que se ha hecho es pagarles un avión para que vayan con su familia. Cuando ha habido lesiones largas hay equipos que despiden a los jugadores, aquí siempre hemos esperado a que se recuperen. Los jugadores, después, hablan entre ellos, y las referencias que se dan de Zamora siempre son buenas». Tampoco se fuerza a los jugadores. «Cuando alguien se retira tocado, no juega más. Saulo siempre dice que no va a arriesgar la carrera de un jugador por un partido».
«Con los niños o con los jugadores, aquí siempre ha primado el plano humano por encima de cualquier otra cosa»
Adrián Sánchez
«La imagen que damos», entre los profesionales y de cara al exterior, y de ello están convencidos los tres trabajadores de la entidad, «debe ser impecable». Cada uno en lo suyo, desde recoger las botellas a encargarse de las redes sociales. «No concibo escribir mal en redes, ni hacer peor de lo que podamos hacer una retransmisión. Humildemente creo que la imagen que da el equipo es también la imagen de Zamora hacia el exterior», apostilla Pablo Ramos.
«Un salto importante para el que estamos preparados»
El club lleva rondando varias temporadas el salto a LEB Oro, jugando fases de ascenso que nunca han culminado con el salto a la segunda división del baloncesto español tras la ACB. «Pero te digo una cosa, si hubiéramos ascendido antes, no hubiéramos estado preparados», apuntan los tres trabajadores. ¿Es una situación similar la de ahora que la que hubo cuando se subió de EBA a LEB Plata? «Sí», responde el delegado, «pero no es lo mismo. Aquel salto fue grandísimo para el equipo, se subió con lo puesto, se hizo un equipo con gente de confianza y salió bien». A partir de ahí el equipo se ha logrado consolidar y ahora subir sería «la evolución lógica, no sorprendería a nadie».
«La imagen que damos como club es, humildemente, parte de la imagen de Zamora. Y debe ser impecable»
Pablo Ramos
Si se dice que el salto a LEB Oro hubiera sido más peligroso hace unos años es por lo que supone darlo. «La inscripción del equipo es el doble, el aval pasa de 50.000 euros a 150.000 y los árbitros pasan de ser dos a ser tres, lo que también conlleva gastos. Inscribir a los jugadores es más caro, y solo el hecho de apuntar a un jugador americano supone desembolsar 5.000 euros».
Un salto económico para el que, claro, se necesitan patrocinadores. Un campo en el que el equipo celebra que «no se han ido dejando cadáveres por el camino. Siempre hemos intentado tratar bien a las empresas, tanto a las que ponen más como a las que ponen menos, y a las instituciones», remarca Adrián Sánchez.
Un cúmulo de circunstancias que han hecho que el club se sienta ahora preparado para asumir el reto, con una afición que confía y con unos patrocinadores «contentos» con el rendimiento del equipo y por la presencia creciente del club en la sociedad. Pero la filosofía del equipo, remarcan, «no cambiará» pase lo que pase. Tanto si el sábado acaba la temporada, con el ascenso, como si sigue y el equipo se integra en el grupo de clubs que jugarán el playoff. «Y si no se sube, seguiremos trabajando igual. Al final, el trabajo es bueno, y eso no depende de si la pelota entra o no entra». Aunque, dicho esto, ojalá entre.