En un instante del fin de semana que no sabe precisar, Víctor (nombre ficticio) lee un mensaje en uno de los tres grupos de agricultores independientes en los que está metido desde hace algunas semanas. Inmediatamente, lo rebota al resto. El Whatsapp contiene información sobre una nueva acción reivindicativa de estos profesionales que, alejados de la posición de las organizaciones agrarias, pretenden elevar la presión en las calles ante lo que perciben como una situación insostenible para el campo. Esta vez, la cita es de noche, concretamente el lunes 4 de marzo, en uno de los puntos de encuentro habituales: la A-6 a la altura de Paradores de Castrogonzalo.
Víctor ejerce como mero participante: «Fui para dar el apoyo a los compañeros, no preparé nada», aclara. En los grupos de Whatsapp se van difundiendo las acciones para que todo el mundo esté enterado, aunque de un tiempo a esta parte se cita con menos antelación: «Ahora que tienen informadores, escuchas o el sistema que usen ya se intenta retrasar lo máximo posible», señala este agricultor, en referencia a una Guardia Civil que cada vez está más encima de ellos. Los chats con más de 400 personas facilitan que se cuele gente que no siempre está de su lado.
«Ahí hablamos de las cosas, pero yo solo conozco a los que tengo grabados en el móvil, que son los de mi zona. Entonces, a algunos los controlas y a otros no. Ya hemos borrado a alguno que preguntaba ciertas cosas como cuánto cobrábamos de PAC«, señala el agricultor, que vive a una media hora en coche de Paradores de Castrogonzalo y que acudió este lunes puntual a la llamada de los grupos. Junto a dos compañeros de su comarca, se plantó en el lugar convenido a la hora exacta: las diez y media de la noche.
El lugar de reunión se ubica en una estación de servicio cercana a la autovía. Allí, nada más bajar, varios agentes les pidieron la documentación: «Ya venían predispuestos. No habíamos hecho nada y casi tocábamos a dos antidisturbios por manifestante», subraya Víctor, que matiza que tal cifra es una exageración, pero que reconoce su sorpresa ante el despliegue que vio al pie de la autovía.
La tensión comenzaba a mascarse en el entorno ante la convicción de los presentes de acceder a la autovía para cortar el paso de los camiones que, en torno a esa hora, viajan hacia MercaMadrid: «Allí ya nos dieron la charla», recalca Víctor, en referencia a los agentes con los más tarde se iban a enfrentar sus compañeros: «Nos decían que lo hiciéramos de día, pero que esto no, que tenían órdenes de tratarnos como extrema derecha y pico», asevera este agricultor, que quedó «espantado» al ver el panorama.
A pesar de las advertencias, unas 200 personas cruzaron hacia la autovía: «Yo ando mal de la espalda y casi no podía saltar el guardarraíl, así que me quedé mirando desde la explanada», sostiene el profesional, que desde allí observó como sus compañeros entraron, cortaron el tráfico, encendieron la hoguera que ha salido en las últimas horas en todos los medios y, casi sin solución de continuidad, se vieron sumergidos en el humo y castigados por los disparos de pelotas de goma.
A partir de ahí, «empezaron los gases, los gritos y una oleada de gente que se movía». «Hubo alguna carga de los agricultores, pero la reprimieron bien. Por lo que yo vi, los antidisturbios dijeron que adelante y allí se desencadenó una cosa que espero no volver a ver nunca», rememora Víctor. «No templaron antes de liarse a porrazos; cargaron y, claro, los nuestros se defendieron», cuenta el profesional del sector, que subió hacia la pasarela del puente mientras por el entorno caían botes de gas.
«La gente salió casi campo a través y yo en cuanto pude me metí al bar que hay allí», explica Víctor, que vivió momentos de agobio con el picor y la sensación de asfixia que le provocaron los gases. Todo esto pasó «en veinte minutos escasos» y decenas de manifestantes salieron de la autovía en ese lapso de tiempo. «Con lo que lanzaban los agentes, se quemaron también unas escobas y se llenó todo de humo. Mucha gente entró a lavarse, pero con los que estaban siguieron cargando», afirma.
El regreso, dos horas después
Pocos minutos después de las once de la noche, el carril dirección Madrid estaba abierto, pero cuando Víctor encontró a sus dos compañeros y emprendió el viaje de regreso a casa todavía permanecía vetado el tráfico sentido A Coruña: «No lo van a reconocer, pero el dispositivo se les fue de las manos», opina este agricultor, que siente «impotencia» al ver cómo las autoridades «los tratan como criminales».
«En la pandemia decían que la gente comía gracias a nosotros, pero aquí nos están sacando a hostias», defiende el agricultor, que teme que este conflicto acabe por tomar un rumbo peligroso para ellos: «Se nos puede ir de las manos. Ahora, hay que pensarlo muy mucho porque nos van a partir la cabeza. Yo no esperaba esto, me horrorizó, porque si nos movemos es porque estamos en una crisis que nos va a arruinar», advierte Víctor.
En el viaje de vuelta, con media hora para reflexionar, los tres ocupantes del vehículo dieron vueltas sobre esa idea: «Lo que vi el lunes no quisiera verlo más», zanja Víctor, mientras los mensajes en los grupos de Whatsapp siguen cayendo, con los vídeos, la rabia y el malestar en el corazón de muchos de los comentarios. En la noche del 4 de marzo, nueve guardias civiles resultaron heridos, dos manifestantes fueron detenidos y varios son investigados.