La niebla densa, casi masticable, que cubre el martes la provincia se disipa al acceder a las instalaciones de la escuela de judo de Morales del Vino. Allí, un buen puñado de deportistas enredan a la espera de que comience la clase mientras, al fondo, dos chicas se entretienen con algún amago insuficiente para mandarse al suelo. Esas dos muchachas son Elena Bahamonde, de 15 años y menos de 44 kilos, y Miriam Silvares, tres años y dos pesos mayor que su compañera.
“Solemos entrenar juntas”, explica Elena mientras su compañera se une al grupo. Esta adolescente menuda, elocuente y de mirada firme esconde tras de sí un talento especial para el judo. No en vano, en estos momentos es la cuarta del ranking nacional en su peso y tiene en el horizonte la disputa de una competición europea a mediados de febrero. Su crecimiento no cesa, aunque su entrenador, Ángel García, se empeñe en decir que, por ahora, “todo es aprendizaje, vivencia, experiencia”.
Elena Bahamonde (Zamora, 2008) se encontró con el judo en un folleto cuando todavía no había empezado la Primaria. Al principio, las imágenes le dieron “mucho miedo, mucha cosa”, pero al año siguiente se animó a probar “y la broma se ha hecho larga”. Ni siquiera la pandemia y el cambio de club provocado por el cierre de su escuela anterior frenaron su progresión: “En realidad, ha ido todo muy rápido”, asegura.
De los juegos escolares, la judoka pasó a destacar de forma incipiente en los campeonatos regionales y luego en las copas de España: “Eso es otro mundo”, afirma Bahamonde, que en ese planeta ya pelea por las medallas. “Si esto no te gusta, por más que se te pueda dar bien, no llegas a nada”, señala la deportista zamorana, que ve su panorama actual como una mezcla entre entretenimiento y competición.
Entrenamiento y gimnasio
Entretanto, esta alumna de sobresaliente en el instituto va aprendiendo determinadas reglas no escritas del judo: “Aquí ocurre que en cualquier momento te puede ganar cualquiera. Hay que estudiar a los rivales y conocerte a ti misma”, explica, desde la consciencia de que ahora mismo tiene a dos chicas por encima de ella en su peso “y luego a algunas más intermedias” que batallan por elevar el nivel.
En ese objetivo de mejorar, Elena va al gimnasio dos horas los lunes y los miércoles, a la escuela de judo los martes y los jueves, y a correr cuando tiene un hueco. Además, acude a concentraciones, a entrenamientos federativos y a aprovechar cualquier oportunidad para dar otro pequeño pasito adelante.
“Las cosas las tenemos muy claras, ella y yo”, recalca su entrenador, que sabe que su pupila tendrá que decidir pronto “si da el paso al deporte de alta competición”. “Si lo hace, deberá irse fuera, ya lo sabe. Tenemos un centro en Valladolid, pero ahí solo hacemos entrenamientos una o dos veces al mes”, lamenta García.
La judoka replica que le gustaría continuar, pero no se precipita: “Me centro en el momento, en lo que hay ahora”. Y lo que tiene por delante es el campeonato de Castilla y León junior de este fin de semana, con chicas más mayores que ella, y la copa europea de Antequera, donde se las verá con las mejores competidoras de su edad de España, Francia, Italia o los países nórdicos.
Un nivel inédito en Zamora
“Lo que está haciendo es muy difícil. Nadie de Zamora había estado en el sitio en el que se encuentra ella”, asegura el entrenador, que apuesta por mantener la línea del aprendizaje antes de apretar las tuercas el año que viene, cuando la exigencia por lograr medallas nacionales será mayor.
Ángel y Elena se observan constantemente, como si acordaran los mensajes. En uno de esos cruces de miradas, el técnico se ríe al mencionar la derrota que sufrió la zamorana el año pasado en Tenerife, durante la final de un campeonato: “Ganaba el combate cuando quedaban diez segundos, pero tuvo un despiste y perdió. Así es este deporte”, resume García. “De todo se aprende”, responde ella, antes de pasar vergüenza en las fotos y de volver al tatami, su lugar.