El reencuentro se produce en el aparcamiento del Ruta de la Plata, en uno de los escasos paréntesis que ofrece la niebla en estos últimos días de enero en la ciudad. Miguel Ángel Álvarez Tomé espera y va recordando. Ya sabe que esta historia va de echar la vista atrás. Pocos minutos después aparece el otro protagonista de la charla, Zuhaitz Gurrutxaga: «Hombre, mister, estás igual», señala el exfutbolista vasco antes de fundirse en un abrazo con el hombre que fue su entrenador durante el año que pasó en el Zamora CF. Y qué año.
Con Tomé en el banquillo y con Gurrutxaga en el lateral izquierdo, aquel equipo de la temporada 2007-2008 quedó tercero en su grupo de Segunda División B, eliminó al Linares en la primera eliminatoria de la fase de ascenso y se quedó a un gol de subir en la ronda final frente al Rayo Vallecano. Además, la plantilla consiguió una conexión con la gente que sus propios protagonistas admiten que «no es fácil de explicar». Ni siquiera con la distancia que dan los quince años largos que han transcurrido.
Ahora, el lateral izquierdo es artista en general y monologuista en particular, y ha escrito, junto a Ander Izagirre, un libro llamado Subcampeón en el que habla de su carrera y de los problemas de salud mental que le atacaron desde los primeros años de su trayectoria profesional en el fútbol. El «míster» ha dado un giro menos brusco a su vida. De hecho, aún entrena en Tercera. Concretamente, al Villaralbo, a un puñado de kilómetros de Zamora: «Vente mañana (por el sábado) al fútbol, jugamos contra el Mirandés B», le sugiere Tomé a Gurrutxaga: «No puedo, tengo que trabajar; una actuación en Vizcaya», replica su expupilo.
Los años posteriores al Zamora y el vestuario
Pronto, la conversación entre ambos gira hacia el pasado. Esa charla se desarrolla ya en el interior del estadio, junto a Jose y María, dos de esas personas que siempre están para recibir a los que vuelven; figuras identitarias para el club: «Cuando me marché de aquí, me fui a Irún y eliminamos al Madrid en la Copa. Estuve dos años y luego me llamó el Ceuta, pero ya estaba empezando a tocar la guitarra y ese no me parecía un buen sitio. Ya ves, pobres representantes. Le consiguieron una buena oferta a un tuercebotas que no colocaba nadie y no me fui. De ahí pasé al Lemona y luego ya me empezaron a llamar de la televisión. Ya sé que tú estuviste en el Granada y en el Alavés», repasa Gurrutxaga.
El entrenador recoge el guante: «Sí, y después en Burgos, en Mieres, en Palencia… Cuando estuve en Burgos, vinimos aquí ya descendidos a jugar con el Zamora, que se la estaba jugando. Puse a los juveniles, a todos los reservas, y les ganamos. Menos mal que luego se salvaron al empatar el último partido, porque yo tenía una congoja…», rememora el leonés antes de caminar junto a Gurrutxaga hacia otro de esos lugares donde se pulsa el botón de la nostalgia: el vestuario.
«Está como estaba, ¿no?», indica Tomé. «Hombre, pero ya como en Primera División, con los nombres», responde el exjugador mientras trata de ubicar su lugar. «Yo me sentaba por aquí, cerca de Dani», dice al fin, en referencia a Giménez, el portero rojiblanco en aquellos años: «Qué bueno era», insiste Gurrutxaga, que poco a poco va citando a algunos de los compañeros de la época: «¿Y Aitor?», plantea el vasco al acordarse de Sanz, aún en activo en el Tenerife de Segunda División: «Es el amo. Y ha tenido operaciones de esas con bajas de un año», recalca Tomé.
Antes de salir del vestuario, Gurrutxaga se divierte un poco con el que fue su entrenador: «Aquí había un jacuzzi y unos bidones de gasoil con hielo, pero para entrar en el jacuzzi había que ganárselo, eh míster, no te gustaba nada, no querías que se relajara la gente», comenta entre risas el vasco, que ya sobre el césped pincha a Tomé por su fama de ser uno de esos entrenadores que no se andan con contemplaciones: «Ahora en el Villaralbo, no les harás jugar desde atrás, ¿no? Yo he visto equipos en los que el central saca para el portero», desliza el exjugador.
Tomé no se esconde: «Nosotros no lo hacemos porque estamos en la línea del descenso. Hay muchos que sí, pero la mayoría lo paga. A mí lo que más me jode del fútbol de ahora es que es todo teatro en el campo. Con esto del VAR, en Primera y en Segunda es un horror. A ti te encabronaría mucho. Pero sacarán beneficio, digo yo», sostiene el técnico mientras Gurrutxaga se reivindica: «Yo era mejor de lo que parecía, pero no me dejabais sacar el balón», aduce.
De Primera a los infiernos antes de llegar al Ruta
El entrenador admite las capacidades de su expupilo: «Si jugaste donde jugaste, en Primera División, era por algo. Por eso, Clemente te eligió a ti y no a otros», asegura Tomé. «A mí me pone Clemente y el trabajo que tengo es marcar al delantero más peligroso. En eso me encuentro cómodo, pero al año siguiente se me pide jugar en línea y la presión me pudo», reconoce Gurrutxaga, que repasa rápidamente su carrera. Del subcampeonato de Liga con la Real Sociedad al ostracismo en el Algeciras, el Rayo o el Real Unión antes de remontar el vuelo en Lemona junto a compañeros que «curraban ocho horas».
«Corchado trajo a un chico que debía ser el más caro de todos, que se llamaba Iván García y luego hizo el gol en Vallecas, y yo le dije desde el primer momento que iban a jugar Agustín y Aitor Sanz»
Miguel Ángel Álvarez Tomé
«El Zamora es el primer equipo que me ficha por lo que era y no por lo que fui», asevera el exjugador. Tomé se acuerda bien de aquello: «Yo te vi tres o cuatro partidos y no tenía dudas. Con José María Casas (el presidente de la época), tenía mucha confianza y cuando le decía que firmara a alguien no me preguntaba. Eso era muy importante. En tu año estaba de secretario técnico Corchado, un chaval de puta madre, pero teníamos ciertas distancias. Trajo a un chico que debía ser el más caro de todos, que se llamaba Iván García y luego hizo el gol en Vallecas, y yo le dije desde el primer momento que iban a jugar Agustín y Aitor Sanz. Bueno, cosas que pasan», repasa el entrenador.
La temporada 2007-2008 empieza a centrar la conversación, que se traslada a la grada después de que Gurrutxaga le cuente a Tomé su distanciamiento del fútbol: «Empecé a ir con los veteranos de la Real, pero se lo tomaban demasiado en serio», aclara. Son otros tiempos y ya quedan lejos aquellos días en los que el Zamora CF batallaba con una plantilla plagada de lesionados contra tipos como Catanha, el delantero al que se enfrentaron los rojiblancos en la primera eliminatoria de la fase de ascenso de esa temporada, ante el Linares.
«El del Linares fue el gol más importante de mi vida»
Zuhaitz Gurrutxaga
«En la ida, metí el gol más importante de mi vida», asegura Gurrutxaga, que consiguió el empate a uno ante los andaluces. En la vuelta, el Zamora CF ganó 1-2 y pasó la eliminatoria: «Pero nos metió Catanha. Antes me hizo mil goles en Primera y allí otra vez», lamenta el vasco, que cita lo justo que estaba aquel equipo: «La plantilla era muy corta», reconoce. «Y había jugadores que prácticamente no aportaron nada», añade Tomé, que tiene atravesado el bajo rendimiento de algunos futbolistas, particularmente en la parte final de la campaña.
«Además, hubo muchas bajas, pero teníais muy buen ambiente. Yo intentaba quedarme fuera», sostiene el entrenador. «Tampoco es fácil mantener esa distancia», responde su interlocutor, mientras el técnico insiste en su postura: «Lo tienes que hacer sobre todo por las comparaciones. Si hay alguien que lo está pasando mal, lo que debes intentar es tratarlo aparte porque dentro del vestuario no es fácil», argumenta.
Los recuerdos del pasado conducen a conversaciones sobre las personas que protagonizaban aquellas historias. En el repaso, salen la calidad de Jorge Rodríguez, de Senel o de Cristian; también la situación particular de Guillermo, aquel lateral izquierdo que solamente jugó contra el Rayo; o el rendimiento del «viejo». Tal apelativo corresponde a Sergio Lomba: «Cuando vino a prueba, fuimos a jugar a Aranda y a los diez minutos me di la vuelta y le dije a Casas: fíchalo. Sabía competir donde lo pusieras», remarca Tomé. «Técnicamente, un jugador de Primera o de Segunda. Y tenía carácter», apostilla Gurrutxaga.
«Cuando Lomba vino a prueba, fuimos a jugar a Aranda y a los diez minutos me di la vuelta y le dije a Casas: fíchalo»
Miguel Ángel Álvarez Tomé
Al entrenador, el caso del fichaje de Lomba le recuerda al de Harvey Esajas, cuya historia ha tenido una reciente trascendencia nacional por su aparición en el programa Informe Plus. Gurrutxaga ha visto el documental, pero no supo nada de la historia durante su etapa en Zamora: «Cuando vino a prueba, en el descanso del partidillo de los jueves le dije a Casas: no lo dejes ni marchar de aquí. Luego tuvo una lesión gordísima y se quedó de vividor antes de irse al Milan», remacha el entrenador.
La charla entre los dos fluye sin necesidad de preguntas. Ambos perciben una conexión especial como parte de aquel grupo humano que llevó a la afición del Zamora CF a unas cotas de ilusión muy cercanas a su tope histórico. Pero, más allá del rendimiento, ¿qué tenía aquel equipo? «Veníamos de un año anterior en el que éramos mejores, era el grupo más compensado que he tenido yo aquí. Hicimos una buena primera vuelta, pero en la segunda nos quedamos fuera. Sin embargo, en el año de Zuhaitz, la gente entendió que el equipo estaba más implicado, y personas como él ayudaban mucho en esa sintonía», explica el leonés.
Gurrutxaga tiene claro ese punto: «He estado en muchos equipos y nunca he conseguido unirme tanto a una afición. Hasta iban los de La Polla Rojiblanca con ikurriñas», destaca, antes de resaltar: «La gente me pregunta si estuve tres o cuatro años aquí, pero solo fue uno. Seguramente no éramos el mejor equipo, pero hubo una conexión. Y luego en el play off pasamos adelante con el Linares y estuvimos vivos hasta el último minuto». «Y todavía tuvimos nuestras opciones», interviene Tomé.
La historia de Vallecas
Para escribir su libro, Gurrutxaga ha regresado a aquel partido de junio de 2008 en Vallecas y tiene fresco lo que sucedió, al igual que sus propias sensaciones en el momento sobre el césped: «Llevaba años escondiéndome detrás de un rival para que no me pasaran la pelota, deambulando por el campo. Pero aquí fue bien, jugué todos los partidos y nunca había llegado a un estadio con tanta confianza en mí mismo como ese día. Me fui al ataque, me puse de delantero y tuve dos ocasiones. Nunca estuve tan pletórico», asevera el vasco.
«Nunca había llegado a un estadio con tanta confianza en mí mismo como el día de Vallecas»
Zuhaitz Gurrutxaga
«Era el momento. Quedaban diez o doce minutos y teníamos que arriesgar. Tampoco teníamos delanteros en el campo. Venías de hacer el gol contra el Linares y se juntaban muchas cosas», apunta Tomé, antes de que Gurrutxaga revele que parte de su ritual entonces a la hora de atacar los balones de cabeza estaba basado en la inspiración que le generaba un defensor del Chelsea, John Terry: «Cuento en el libro, y me da vergüenza hasta decirlo, que yo iba gritando: ¡Vamos John!», narra el exjugador del Zamora. Tomé asiente: «Lo he leído». «¿Lo has leído? Ahí va, Dios«, replica azorado el exfutbolista.
Tomé cambia el tercio para poner el foco en la importancia de la confianza en el rendimiento: «En ese vestuario había varios que estaban como tú. No teníamos equipo para tanto, pero éramos un grupo con mucha jeta, con mucho descaro», admite Tomé, antes de que su expupilo dé cuenta de una de esas situaciones que le generaban ansiedad dentro de un campo de fútbol: «Yo al final, en Vallecas, pensaba en que estaba a cien metros del túnel de vestuarios, que iba a haber invasión y que a ver cómo salíamos de allí». Su entrenador le corrige: «Tendrías que haber pensado cómo iban a ir a por ti porque les habías metido el gol que les eliminaba del ascenso».
Firma, comida y huerto
La charla dura finalmente más de una hora. Y aún en el coche espera una sorpresa. Tomé abre el maletero y saca un ejemplar de Subcampeón, el libro de Gurrutxaga. «¿Lo puedes firmar para Cristina y para Miguel Ángel?», pregunta. El «3» de aquel Zamora CF, que ha pasado todo este rato con su camiseta rojiblanca puesta, cumple con la petición, repasa varias veces lo que ha escrito y le devuelve el ejemplar al entrenador. En la despedida quedan en el aire una comida y una visita al pueblo del míster: «Y tendrás huerto y todo», ríe el vasco antes de abandonar el Ruta de la Plata.