Siempre que han venido amigas arquitectas a visitarme a Zamora me han hecho la misma pregunta: ¿podemos ir a ver el consultivo de Campo Baeza o el museo de Tuñón? Es lógico que quieran ver estos edificios, al fin y al cabo, fueron profesores nuestros en la Escuela y siempre apetece sacar pegas a sus proyectos.
Pero es verdad, la joya que tenemos como museo provincial bien merece un ratito (el Consultivo lo dejamos para otra ocasión). Os prometo que la mayoría de las veces que lo he visitado (y no son pocas) he estado yo sola en las salas, lo que me lleva a preguntarme, ¿tal vez sea porque no entendemos su edificio?
El equipo de Tuñón y Mansilla tenía un problemón impresionante. Estaban situados en el corazón histórico de la ciudad, en un solar complicadísimo y su edificio tenía que dialogar ni más ni menos que con la muralla, con el Palacio del Cordón y con la iglesia románica de Santa Lucía. Además, iba a verse desde el mirador de la iglesia de San Cipriano y desde el Puente de Piedra. ¡Jugaban con fuego!
Sin embargo, tenían claro lo que querían: construir el cofre que guardaría los grandes tesoros de la provincia. Decidieron crear un cubo de hormigón muy macizo con la misma altura que el resto de las edificaciones cercanas, pero con las aberturas mínimas (no nos fueran a entrar robar, es un cofre del tesoro). Hasta aquí todo bien, pero ¿por dónde entraba la luz? Esta es una de sus grandes particularidades del museo: su quinta fachada. En arquitectura llamamos “quinta fachada” a la cubierta y en este caso es la única parte del edificio que se va a ver en su totalidad. Pero fueron un paso más allá, los lucernarios que querían hacer no iban a estar todos colocados en la misma dirección, sería muy poco atractivo, así que decidieron jugar con las espirales que vemos grabadas en las estelas funerarias de época romana hasta llegar a la solución que vemos hoy: lucernarios colocados en espiral.
¿Que no se puede empezar la casa por el tejado? Ya te digo yo a ti que sí. Ahora podemos llevarnos esta cubierta al interior del cofre: “crearemos en espiral el discurso museístico” debieron pensar. Y así lo hicieron. Cuando hoy entramos en el museo comenzamos el recorrido por la prehistoria (con cerámicas campaniformes que bien merecen atención). Poco a poco vamos girando para toparnos con el tesoro celtibérico de Arrabalde hasta llegar al corazón de la espiral, el mundo romano con sus impresionantes mosaicos. Subiendo por la rampa de doble tramo en la que tenemos las estelas funerarias llegaremos a las salas de medieval y de moderna (no te pierdas el tesorillo visigodo de Villafáfila, la viga de San Pedro de la Nave o la maqueta del Monasterio de Moreruela), para continuar por las salas de escultura y de pintura. Bajando de nuevo terminaremos en las salas de la ciudad donde podrás ver muy de cerca el Peromato y La Gobierna.
Recordad, tenemos un gran recurso educativo, cultural y de identidad del que debemos presumir: nuestro museo de Zamora.