Rocío Macho y una cuadrilla más de vecinos de Puercas están sentados en la plaza del pueblo, desierta desde que se ordenó el desalojo de la localidad por el incendio declarado este lunes. Se encargan de dar agua a los bomberos y a las personas que están apagando el fuego y de suministrar información a los muchos vecinos que se han trasladado, ya sea a Alcañices ya sea a casas de familiares o amigos. En el pueblo queda este grupo, de unas cinco personas, y otras diez más que esperan en las afueras, a apenas cincuenta metros de donde se originó el incendio y donde al mediodía se sigue luchando contra el fuego, que había vuelto al punto de partida. Quieren ir al frente, pero la Guardia Civil no les deja.
Están resignados. El soniquete de los confinamientos, las sirenas y los aviones sobrevolando los cielos de Aliste suena tristemente familiar y cada vez se repite cada menos tiempo. Tanto en un sitio como en el otro están convencidos de que el fuego fue provocado, pero nadie tiene pruebas de eso. Les extraña el lugar donde se originó, donde no hay labor y donde no pasa nadie a no ser que «vayas a hacer algo». La noche ha sido dura, con el fuego rondando el pueblo y desplazándose conforme iba mandando el viento, cambiante. Primero en una dirección, luego en la otra. La localidad se enfrenta ya a su segunda noche desalojada, la de este martes.
Los vecinos insisten en su desazón y lamentan lo sucio que está el monte y los alrededores del pueblo. «No puedes ni coger una piña sin que te pongan una multa y está todo abandonado», insisten. «O preparamos el terreno durante todo el año o un año nos acabará comiendo el fuego». El alcalde, Pascual Blanco, que viene del frente, asegura que la prioridad fue evitar que el fuego avanzara contra las casas. Nunca amenazó con destino Puercas, dice, pero sí para Domez, ambas pedanías del núcleo principal, Gallegos del Río. «Estamos pendientes del viento, el frente principal ya no es este», indica el alcalde, al que los vecinos acusan de «no hacer nada» por tener limpios los alrededores de los pueblos. «Se mete la maleza hasta las casas y no lo limpia nadie», apuntan los vecinos del principio.
El frente principal está en otro punto del monte, entre los términos municipales de Vegalatrave y Losacio. Ahí han trabajado intensamente los medios aéreos durante toda la mañana bajo la mirada atenta de varios grupos de vecinos que observaban las maniobras desde una zona elevada y que preveían que el fuego acabara por controlarse ahí después de los avances de la noche y la madrugada. No ha sido así y el fuego avanza devorando la vegetación seca que encuentra a su paso.
En ese lugar, pero ya en terreno de Losacio, trabajan en la tarde de este martes los bomberos para intentar frenar el avance de las llamas, avivadas por el viento, que ha empezado a soplar con fuerza en la zona a primera hora de la tarde. Era lo que se temía. «Nuestra función hoy es controlar esto lo máximo posible y esperar a que llegue la noche», resumía un agente medioambiental en el frente de Valer de Aliste. Lograrlo se ha complicado con el paso de las horas. «Tal como está el monte, no podemos hacer más», se resignaba mientras observaba las maniobras de un bulldozer asegurando la zona.
El fuego avanza hacia el este, hacia Losacio, donde no ha sido posible asegurar el perímetro pese a que la situación de la mañana era mucho más tranquila. Ahí debería encontrarse con terreno labrado y con los restos de lo que fue el inicio del segundo gran incendio de la Sierra de la Culebra en el verano de 2022, pero el viento es tan cambiante que no puede precisarse nada. A las seis de la tarde la lucha contra el fuego es incesante.
