Chloe Torres Castaño duerme plácidamente dentro de su silla, protegida del calor por la capota. Faltan unos minutos para las dos de la tarde de un caluroso día de julio en Alcañices y la bebé, que vio la primera luz hace tres meses, va más a gusto que nadie. Ni siquiera parece escuchar el ruido de los camiones que atraviesan sin cesar el centro de un pueblo cansado ya de pedir la autovía. Tampoco oye los gritos de sus hermanos, uno en bici y el otro a pie, que danzan por la Plaza Mayor sin que Mariam los pierda de vista.
Ella, Mariam Castaño, es la madre de Chloe y la pareja del padre de los dos muchachos que corretean: Andrés, de ocho años, y Juan Diego, que va a cumplir siete. La familia la completa Salomé, una niña de once que también es hija de Mariam, fruto de una relación anterior. Todos menos Chloe nacieron en Colombia y los seis hacen la vida desde hace unos meses en Alcañices. Su ejemplo habla de la integración de los latinos en la comarca.
«Nosotros llegamos a Madrid el 9 de octubre de 2023. Estuvimos un mes allí, pero por unos conocidos vinimos acá a esta zona. Nos quedamos y en otoño haremos dos años», narra rápidamente Mariam. Esta mujer es la secretaria de la asociación Latinos en Aliste, un colectivo creado al abrigo del aterrizaje de familias sudamericanas en el territorio y con la intención de ejercer como nexo y como elemento facilitador de la venida de más población procedente de estos países. Es de Perogrullo que no resulta sencillo abandonar un hogar e instalarse en otro a miles de kilómetros y con un océano de por medio. La idea de este grupo es dar la mano a sus paisanos para que el tránsito sea más cómodo.
Para gente como Mariam se hace natural empatizar con los que vienen. Su experiencia personal aún resulta muy reciente: «Al principio sí fue muy difícil, demasiado difícil, pero le fuimos dando manejo. Conseguimos asentarnos y ocho meses después traje a mi hija. Ahora, por la bebé, no hago nada, pero un tiempo sí trabajé cuidando abuelos, en la limpieza o en lo que salía. Mi pareja también estuvo como empleado, pero ahora se ha puesto de autónomo y, a estas alturas, nos ha cambiado mucho la situación», admite esta colombiana, que no idealiza su vida, pero sí la valora: «No es perfecto, pero para como están otras personas yo creo que va bien».
Resulta complicado pensar que, en el otoño de 2023, cuando salió de Colombia, Mariam pensara en un lugar como Aliste para asentarse en España. Lo común de primeras es mirar a las grandes ciudades, donde están las industrias, donde aparece el trabajo debajo de las piedras. Pero también al levantar esos cantos uno se topa con la precariedad: «Yo creo que aquí estamos mejor. Es cierto que en Madrid o Barcelona puede haber muchas oportunidades, pero también como que se te truncan cosas», apunta la vecina de Alcañices.

En su caso, una de las obsesiones iniciales era legalizar su situación a través de la petición de asilo. La mano que les dieron sus conocidos para plantarse en Aliste allanó el camino. «Se nos abrieron opciones que en otros sitios podrían haber sido más difíciles. Además, aquí los niños pueden estar con más tranquilidad y son pueblos que necesitan gente. No lo cambio por una gran ciudad ni por nada de eso», argumenta Mariam, que sabe lo que es «tener que pedir ayuda, levantarse de la nada y no contar con herramientas» para buscarse la vida. Por eso está implicada en la asociación para ayudar a los latinos que vienen: «Se pasa un poco mal al llegar», constata.
¿Pero qué hace en particular el colectivo? «Nuestra idea es montar algo así como un centro de acogida para tener una persona que te guíe. Es verdad que cada uno tenemos diferentes realidades, pero se trata más de sentirnos apoyados. También hay gente que te contacta para decirte que tiene una persona que quiere venir. Lo que hacemos de pronto es tratar de ubicarlos en alguna casa, que ahora es algo complejo aquí, y buscarles algún trabajo», cuenta Mariam.
Lo de la vivienda en particular es lo más duro en el marco actual: «Hay personas mayores que se cierran porque piensan a quién van a meter, que les van a ocupar su casa o que vienen a lo malo. Claro, es entendible porque no saben cuáles son sus costumbres o qué mañas tienen. Por suerte, también hay gente que da esa oportunidad y se da cuenta de que solo venimos a trabajar, a tener una mejor calidad de vida porque en nuestro país no se puede», asevera la colombiana.
Al hilo de esta tarea, en los últimos meses, ha habido procesos para «hacer de puente» con propietarios de viviendas que han alquilado sus casas a latinos que vienen: «También tenemos un grupo por el que nos comunicamos y decimos: mira, en este pueblo necesitan gente para lo que sea», abunda Mariam, que incide igualmente en todos los papeleos que se necesitan para formalizar la situación y que todo esté en regla.
Los niños, «divinamente»
La vecina de Alcañices aclara que ahora hay más de treinta miembros activos en la asociación, aunque estima que a estas alturas ya puede haber centenares de latinos entre Aliste, Tábara y Alba. Y los que están por venir. Los nuevos pobladores también traen niños para que los coles no cierren y para dar juventud a localidades que envejecen: «A mí hija le costó un poco porque la educación aquí está como más avanzada, pero al final todos se han acoplado bastante bien. Ellos están divinamente», remacha Mariam.
En todo este ratito de charla, Chloe no ha movido ni una pestaña. De toda su familia, ella es la única zamorana de nacimiento, aunque sus hermanos van dejando claro que no se quieren mover de Alcañices. A juzgar por el cariño que les muestran los vecinos que pasan, la gente de la localidad también los quiere cerca. Solo antes de las fotos, a punto de despedirse, la bebé abre mínimamente los ojos. Sobre su camiseta blanca se puede leer: «Adoro a mi familia». Una familia colombiana y alistana.