Tarde de Viernes Santo en Bermillo de Alba. El local municipal del pueblo respira vida. Al fondo, en la última sala de lo que algún día fue la escuela de la localidad, un grupo de personas comparte unas tortillas, alguna bebida, un poco de queso y muchas conversaciones. Luego toca procesión, pero antes se llena un poco el buche y se crea comunidad sin pretensiones. Simplemente, los vecinos se juntan porque quieren hacerlo; porque aprecian ese tiempo que pasan juntos.
El rato es animado, pero la pregunta de los forasteros obliga a un par de participantes en la merienda a torcer el gesto.
– ¿Ha cerrado el bar?
Efectivamente. El lugar en el que ahora se juntan los vecinos era, hasta este invierno, un negocio de hostelería. En un local municipal, sí; sin apertura diaria, también. Pero, al fin y al cabo, un sitio donde echar el café o la partida cuando cuadraba. También para ver el fútbol. Sobre todo los fines de semana, pero con más asiduidad en verano, Navidad, Semana Santa u otras fiestas de guardar.
Aquello se acabó. Héctor, el joven que estaba al frente, entregó en el Ayuntamiento el papel con la renuncia a seguir con el local hace más o menos un mes. Según Sergio López, el alcalde de Fonfría, municipio del que depende Bermillo de Alba, desde enero apenas había abierto un par de fines de semana. Los vecinos se resignan y se encogen de hombros cuando les preguntan si vendrá alguien: «Ojalá», apunta uno, sin mucha convicción, antes de seguir con la charla.
El alcalde admite que la situación es complicada. El inquilino anterior pagaba un euro mensual de renta y, de gastos, solo la luz. «Pero aún así es difícil sacarle rentabilidad. Ha habido dos en poco tiempo y se han ido», señala el regidor, que se ve en el mismo escenario en otras dos localidades que dependen de Fonfría: Castro y Arcillera.
En estos lugares, hay locales habilitados para convertirse en un bar si algún emprendedor se anima. Es más, hasta están prácticamente montados. Incluso, las ayudas que ahora saca la Junta permiten solicitar 3.000 euros para costear, aunque sea, los gastos de la cuota de autónomo. El problema es encontrar a alguien que pueda exprimir el negocio de pueblos de 101 vecinos (Bermillo de Alba), 80 (Castro) o 42 (Arcillera).
Más dificultades
López deja claro que los locales están disponibles para que la gente los use para meriendas como la del viernes en Bermillo de Alba. Otra cosa es un bar. Incluso para uno más o menos autogestionado hacen falta determinadas licencias, alguien que se haga responsable y una organización para hacer compras. En Arcillera, hubo recientemente una denuncia precisamente relacionada con este uso espontáneo de las instalaciones como si de un negocio se tratara.
«Nosotros tenemos claro que nos gustaría que hubiera un bar en cada pueblo, por todo lo que conlleva para la gente. De hecho, si alguien ve esto y quiere contactar con nosotros, estamos abiertos», insiste López, consciente de la herida que genera el hecho de no contar con un lugar como este para reunirse y socializar: «En algunos casos, si no es ahí, no te ves», remacha el alcalde. La pérdida para Bermillo de Alba es importante.