Faltan unos minutos para las nueve de la mañana del 21 de marzo, pero las miradas ya están posadas sobre el óculo que se abre al fondo de la iglesia de Santa Marta de Tera. La anfitriona que abre las puertas a la visita se llama Celestina, se apellida Verdes y va contando partes de la historia de este lugar mientras prepara el ritual. Dentro de unos instantes se podrá contemplar el fenómeno de la luz equinoccial en el templo de esta pequeña localidad zamorana y, de repente, cobrarán sentido un capitel diseñado hace siglos y una orientación medida al milímetro.
Celes, como llama todo el mundo a la mujer que en ese instante prende el incienso y agita el aire con un plumero para acercar el humo al óculo, cuenta que lo que se va a presenciar cuando den las nueve en punto «representa un milagro». Por eso, cada marzo o cada septiembre, en el despertar de la primavera o del otoño, decenas de visitantes se plantan a primera hora en la iglesia de este pueblo para mirar la luz. En esta mañana desapacible de un día de diario, el público procede de Colinas de Trasmonte. Se trata de una pareja que sabe que las nubes pueden complicarlo todo, pero que aún así cree que el viaje vale la pena. «Yo he traído las gafas de sol por si acaso», apunta ella con una sonrisa.
La mujer ha asistido al espectáculo más veces, así que ya ha contemplado lo que generaciones y generaciones de vecinos de este pueblo jamás pudieron ver. La realidad es que la iglesia está fechada entre los siglos XI y XII, tras levantarse sobre un monasterio anterior, y que, probablemente, en aquellos tiempos, los parroquianos sí serían conscientes de la existencia de este fenómeno en torno al 21 de marzo y el 21 de septiembre. Pero aquel conocimiento colectivo se perdió. Tanto es así que, casi al cierre del siglo XX, tal «milagro» resultaba ajeno para las gentes contemporáneas de Santa Marta.
Así lo explica Celes, que asegura que, en el pueblo, esto «se había desconocido». Ella misma tenía «una edad importante» cuando el fenómeno se redescubrió. Quien lo hizo fue un hombre llamado Julián Acedo, que en 1995 llegó a Santa Marta de Tera para hacerse cargo de la parroquia: «Desde el principio, vio que esta iglesia tenía algo especial», subraya la vecina, que destaca que el cura puso el foco sobre todo en el capitel ubicado a la derecha del altar si se mira desde la posición del sacerdote.

Acedo constató la particularidad del diseño de ese capitel, con una figura asexuada, presentada en el interior de una mandorla perlada. Al otro lado, la pieza que se colocaba en frente apenas mostraba motivos vegetales. El cura pensó que no se trataba de una casualidad, así que investigó y, con la hipótesis ya en la cabeza, se plantó una mañana de marzo de 1996 en el templo y comprobó lo que sucedía.
Efectivamente, aquel día, como todos entre el 21 y el 24 de marzo y el 21 y el 24 de septiembre, un rayo de luz solar atravesó el óculo y apuntó directamente al centro del capitel mientras el resto de la iglesia permanecía en la penumbra. Julián Acedo habló del asunto con gentes y periodistas de la zona, que acudieron seis meses después a comprobar lo que decía el párroco. No había mentido. En 1997, el fenómeno comenzó a promocionarse, con hombres como Ángel Panizo a la cabeza de esa labor de difusión.

Esto sucedió hace casi treinta años. Básicamente, se volvió a constatar la existencia de un fenómeno que venía de siglos atrás y que ahora, en pleno 2025, sigue produciéndose. Finalmente, son las nueve de la mañana de este 21 de marzo. Celes se ha sentado en un banco a contemplar lo que está por venir, como los visitantes, y todo se reduce a la espera por un rayito de sol. Cuando aparece, ocurre lo que la persona que diseñó el templo pretendía, lo que observó en los 90 Julián Acedo, lo que pasa siempre en estas fechas en Santa Marta de Tera: la luz, sobre el centro del capitel.
Es cierto que apenas se ve unos instantes, cuando la nube se aparta brevemente para dejar paso al sol. Lo ideal para contemplar el fenómeno de la luz equinoccial en este templo es que la mañana sea luminosa pero, aun en los días en los que no se da el caso, cabe la posibilidad de verlo en un pequeño lapso de tiempo. Así sucede esta mañana. Los visitantes se van y Celes se queda para contar algún detalle más. Entre ellos, uno clave: en septiembre, con el cambio de hora, este «milagro» se produce a las diez. Conviene no confundirse.
Esta mujer, que trabaja en el templo, indica además que el fenómeno de la luz permite varias lecturas, tanto desde la fe como desde un sentido práctico. Para empezar, Celes recuerda que este templo es «un lugar sagrado», por lo que la iluminación del capitel puede significar «el alumbramiento del camino hacia la salvación». De igual modo, antaño, el sol sobre el centro de la figura podía advertir a los parroquianos de que, cuando llegara la siguiente luna llena, había que prepararse para el Domingo de Pascua. Es decir, para la Semana Santa.

«También estamos en el mundo rural, donde principalmente se vive de la agricultura y la ganadería. Entonces, puede ser que la luz informe del cambio de estación para advertir de los ciclos de las cosechas», recalca Celes, que destaca que, desde que el fenómeno comenzó a darse a conocer, la iglesia ha ido ganando visitantes. Tanto en las fechas equinocciales como fuera de temporada. El templo en sí ya vale la pena.
La trabajadora comenta que la iglesia está abierta para las visitas desde mediados de marzo hasta finales de noviembre, «con un horario bastante amplio», de nueve y cuarto a una y media por la mañana, y de cinco a ocho por la tarde. El lugar sirve como recurso turístico, pero también como espacio de acogida de peregrinos. No en vano, el Camino de Santiago tiene en Santa Marta una parada casi obligatoria para quienes lo transitan por esta zona.
La figura de Santiago Peregrino y un capricho
Aquí, Celes recuerda la existencia de la figura de Santiago Peregrino, la más antigua del santo con atributos jacobeos que se conserva. Ahora está en restauración, pero la vecina de Santa Marta añade que también hay un museo para visitar en la parte de arriba de la iglesia, que presume de ser «la más antigua de estilo Románico que hay en la provincia de Zamora». No es poco.

«Se dice que Santa Marta es un capricho de un constructor muy bueno de aquella época», se despide Celes, que recuerda que este sábado, como cada fin de semana que coincide con la luz equinoccial, habrá un concierto en la iglesia al tiempo que se observa el «milagro». «Tenemos una acústica increíble», añade la guía del templo. Otra cosa que no dejó al azar quien diseñó una construcción que tiene en el óculo y en el capitel sus elementos más particulares, y en Julián Acedo, fallecido en 2004, a un cómplice para trasladar el mensaje a los años nuevos.
Este reportaje es un contenido patrocinado por el Patronato de Turismo de Zamora
