Procedente de Cartagena, a María Treviño casi siempre la pillarás con una obra bajo el brazo. Esta pintora e ilustradora tuvo bastante claro desde pequeña cuál era su vocación. Su andadura comenzó cuando sus padres, al percatarse de su incipiente pasión, la apuntaron a una academia de dibujo. Fue a los trece años. La pintura es para ella una «cuestión de necesidad» y, aunque no le guste definirla como hobby, lo cierto es que dedicarse al arte «no le causa mucho esfuerzo».
Durante su paso por el grado de Bellas Artes en Madrid, Treviño deambuló por múltiples técnicas hasta toparse con el óleo: el principal protagonista en sus obras. «Para mí es el rey de las texturas y profundidades», apunta Treviño quien sostiene que es su ductilidad y su lentitud a la hora de trabajar la que le permite mirar la obra de una forma más pausada.
Esa tranquilidad se traslada a sus obras expuestas en la galería «Espacio 36» de Zamora. Bajo el nombre de «Calma», la cartaginense recopila 22 cuadros en los que diversas mujeres se encuentran en un estado de «serenidad» mientras juegan o se sumergen en el agua.

La idea de mostrar estos «pequeños placeres de la vida» proviene de la lectura del libro Las Olas, de Virginia Woolf. En él encontró la inspiración de utilizar el medio acuático como hilo conductor para mostrar realidades en continua contraposición. «Me gusta plasmar contrastes y aquí están claros. La estabilidad y la firmeza de una figuras que están siendo sostenidas por un medio tan inestable y en constante movimiento como es el agua».
Lo cierto es que «Calma» está llena de oposiciones. Más allá de lo mencionado por la autora, en sus cuadros se pueden ver diferencias en las formas. Desde más realistas, como la figura humana, a la más abstracta del fondo marino. Otro ejemplo, el contraste entre la saturación de los colores (el azul del agua o el rojo chillón de los bañadores) y el fin transmisor de sus obras. «Saturo mucho los colores. Casi hasta que parecen irreales». Sin embargo, apunta Treviño, aunque la paleta de colores pueda parecer «ruidosa», lo cierto es que la composición final continúa dando la sensación de calma.
Para llegar a la decena de obras de esta exposición, la autora pasa por un proceso de creación pictórica con el fin de encontrar referencias que la inspiren. En este caso, un verano en el Mediterráneo, una cámara y varias ráfagas en las profundidades del mar le sirvieron para escoger lo que hoy es «Calma». Esta fase de estudio de campo es «imprescindible» para la pintora, que cita la frase «nada existe hasta que es observado» para mostrar secuencias que ocurren debajo del mar y pasan muchas veces desapercibidas para el ojo humano. Por ejemplo, aquellas burbujas que se crean una vez expulsamos aire dentro del agua.
La contundente presencia femenina en sus cuadros recae más en una «cuestión estética» que en una idea de género. «Por ejemplo, el volumen del pelo de ellas me permite jugar mucho más con las profundidades y las texturas». Aunque el porqué de la elección de la presencia femenina es algo que aún no ha llegado a detectar, la autora se apoya en que son las mujeres las que más protagonismo tienen en su día a día y es por eso que acaba llegando a ellas.
Hasta el 8 de marzo en Zamora
Todo un proceso que lleva a la exposición «Calma», inaugurada el 21 de febrero y que pondrá fin el 8 de marzo. 22 cuadros que realizan casi un «acto de rebeldía» al crear un espacio que invita a los visitantes a «la reflexión y al sosiego» en un momento que define la artista como «sumamente frenético». «Da tristeza ver las noticias. Por eso, en ‘Calma’, quiero que los espectadores entren y dejen los ruidos atrás».
El ritmo acelerado y la constante productividad son algunas de las exigencias latentes en nuestra sociedad actual que se contraponen, en muchas ocasiones, con el oficio de la pintora, donde la pausa es casi un ejercicio inconmensurable y más con la «presión» de las fechas de entrega. «He tenido que echar mil horas a mayores cuando el arte necesita tranquilidad, un espacio y una actitud mental que es muy difícil de tener».
Lidiar con esta exigencia, admite, a veces le cuesta, y más aún cuando la vida te lleva a tener otras prioridades como el cuidado de sus dos hijas . Aun así, la pintura seguirá en la existencia de María Treviño, quien ya piensa en sus próximos proyectos pero, esta vez, alejados del constante movimiento del agua.