Sobre los escaparates de los comercios del centro de Benavente, los vinilos publicitarios aparecen ahora junto a un cartel que también anuncia, pero en este caso movilizaciones. El diseño muestra una bolsa de color negro con un teléfono móvil, una señal de stop y un mensaje: «Sin cobertura. Queremos lo que pagamos». Por debajo, el propio papel advierte de las intenciones de quienes lo colocaron: cacerolada de lunes a viernes. Sin fecha de fin. Para hacerse oír y hasta que haya solución.
El problema que denuncian los vecinos y los comercios de Benavente es tan simple como difícil de entender a estas alturas del siglo XXI: no hay cobertura en las calles ni en las casas. Tampoco en los comercios de la zona, claro. Y a quienes les va el euro en ello lo sufren especialmente. Los negocios locales ya tienen varios motivos por los que sufrir, y ahora este extra viene a echarse encima.

Los comerciantes consultados explican que lo de la cobertura siempre ha sido un problema de fondo para ellos, pero de un par de meses hacia acá el asunto ya no se puede gestionar. Miguel Gutiérrez, que regenta una tienda de ropa en la calle de La Rúa, lo explica con un ejemplo de lo que ve en su negocio. «El cliente no puede mandar ni un mensaje para preguntar por la talla o enviar una foto de la prenda. Y por ahí pierdes ventas», asegura.
Eso, por un lado. Pero si el datáfono funciona con la cobertura se convierte también en un objeto inservible. O si el propio dueño quiere hacer una transferencia desde el interior de la tienda, le toca salir corriendo en busca de una calle en la que se alcance la conexión y llegue el SMS para confirmar la operación. «Y este es un problema para las tiendas, pero también para la gente que vive aquí y para todo el mundo que pasa por el centro de Benavente», advierte Gutiérrez.

De hecho, el comerciante asevera que quienes residen por aquí están «endemoniados» por la situación: «Es que no se puede hacer ni una consulta telefónica», insiste Gutiérrez que, «con todo el respeto para los pueblos que tienen 80 habitantes», no comprende cómo esto ocurre en pleno corazón de Benavente, un municipio con más de 17.000 almas: «Los ánimos están bastante caldeados», remacha.
Por eso, este vendedor tiene claro que las movilizaciones diarias van a continuar con fuerza. Su sensación es que el hartazgo es tal que nadie va a parar hasta que llegue la solución. También lo ve así Manuel Martínez, de Sonido Discos, que además convive con la paradoja de trabajar con móviles y que recalca que «todos los vecinos están quemados». «Es un sinvivir. Antes salíamos a la calle y, de lo malo, malo, cogíamos algo, pero ahora resulta imposible», deja claro el comerciante.
Martínez no tiene claro si las movilizaciones lograrán su objetivo, pero sí deja patente que la ciudad no se puede quedar callada: «Llevo con mi tienda desde el año 85 y no me había pasado una cosa como esta», resalta este hombre que comparte negocio con su hermano y que tiene atravesada una situación: «A partir de cierto número de llamadas, Movistar me cobra por usar el fijo. Pero es que no puedo hablar por el móvil. Es terrible», zanja.

En general, «no tener cobertura dentro de los negocios en pleno siglo XXI es ruinoso», advierte el representante de Comercio de la CEOE en Benavente, Ernesto Cadenas, que recuerda que los métodos de pago como la tarjeta, el bizum o el uso del propio móvil van ganándole terreno al efectivo: «Y este problema de la cobertura se ha agravado en los últimos dos meses», insiste.
Hechos más allá de las palabras
Al hilo de las movilizaciones y de las quejas, en los últimos días se han anunciado algunos movimientos, como la instalación de una nueva antena de telefonía móvil en la calle Ciudad de Toro, pero los afectados tienen claro que solo pararán cuando vean las rayas de la cobertura en sus terminales: «Todo son buenas palabras, pero hasta que no tengamos un servicio digno no nos creeremos nada», destaca Cadenas.
En la propia asamblea celebrada hace unos días por los afectados, todos tuvieron claro que las movilizaciones no cesarán: «La cobertura es lo mínimo que nos merecemos. Dependemos de la tecnología en un grado muy alto y ahora mismo nos están toreando, se están riendo de nosotros», remacha Cadenas. El lunes, junto a sus compañeros, volverá a sacar las cajas, las cacerolas, los silbatos y lo que haga falta. Hasta que el sonido sea que le ha llegado un Whatsapp en el interior de un establecimiento.
