El reloj marca casi las dos de la tarde del viernes en la plaza principal de Pinilla de Toro cuando un grupo de personas se arremolina para charlar a pie quieto bajo el frío. Al lado, un vecino aún más valiente remata una faena subido a su escalera de mano, mientras otro mata el tiempo de paseo con el perro por las calles aledañas. El cuerpo pide buscar un cobijo para darle continuidad a la conversación, pero no hay donde guarecerse. De frente, siempre estuvo el bar, pero ahora solo quedan el cartel, los vinilos de algunas marcas y unas rejas negras que no dejan lugar a dudas: cerrado. Y no es temporal.
Los vecinos del pueblo allí reunidos en este 27 de diciembre neblinoso y gélido explican que el Bar Plaza cerró hace ya unos tres meses, y no hay otra alternativa en el pueblo, más allá del recurso que se pone a disposición en las antiguas escuelas con una máquina de vending. No basta para un vermú o un café en condiciones. Quien lo explica es una mujer llamada Lourdes Pérez, que saca el móvil para mostrar otra pena, la de la tienda.
En el teléfono de la vecina, aparece un texto escrito por otra paisana en redes sociales con la foto de una hogaza enorme en primer plano. El mensaje se ha hecho viral entre los habitantes de Pinilla de Toro y describe la pena por la jubilación del panadero y dueño del establecimiento comercial de la localidad. El local de José Luis lleva ya unos cuantos días cerrado y nadie va a coger el relevo a corto plazo. En este pueblo, después de lo del bar, vino lo de la tienda, así que el bofetón ha sido doble en los últimos meses de 2024.
Lo que ocurre aquí es que ni la gente ni sus representantes públicos se van a conformar con el destino de quedarse sin servicios. «En Pinilla, la gente se mueve mucho, está muy implicada. Además, tenemos tres asociaciones: la de los jubilados, El Cabildo y Lebrero», enumera Lourdes, que apunta que el último colectivo citado cuenta con unos 200 miembros: «Ayer mismamente organizamos un viaje a Salamanca y a Matacán», remarca esta mujer, que cita igualmente el torneo de pádel navideño o la San Silvestre del día 31. En resumen, que hay vida, aunque buena parte venga de la mano de la población vinculada. Y nadie quiere perder eso.
Desde esa idea se entiende la visita al pueblo que organizó ese mismo viernes por la tarde la alcaldesa de la localidad, María del Carmen Castro, que citó en Pinilla a los responsables de la Diputación Provincial liderados por su presidente, Javier Faúndez. El objetivo, pedirles ayuda para acometer el plan que el Ayuntamiento tiene en mente: adquirir el local donde estaba el bar, reformarlo para que sea también tienda y ofertarlo junto a la vivienda que se ubica en la parte superior del inmueble.
La propia regidora municipal, que fue la última en tener el negocio de hostelería, lo explica en una conversación telefónica: «El local ahora mismo es de un banco, y el Ayuntamiento lo que quiere es comprar el edificio, restaurarlo y dar un servicio al pueblo», asevera Castro. La urgencia apremia a Pinilla de Toro, que ha sufrido una despoblación acelerada en los últimos tiempos. Cuando empezó el siglo XXI, el municipio tenía 381 censados; ahora son 196. Se esfuman casi ocho personas de media al año.
Consciente de esa realidad, la alcaldesa ha pedido ayuda a la institución provincial para poder plasmar la idea que tiene en mente. En principio, dice haberse encontrado una buena predisposición: «Ahora hay que hacer un presupuesto porque tendríamos que arreglar el tejado y ciertas cosas más. El plazo que nos marcamos es el año 2025», aclara Castro, que admite que el recurso de las escuelas «no es lo suyo para dar servicio a un pueblo». «Si no hacemos nada, estas zonas están abocadas a morir», alerta la regidora.
«Condiciones favorables» para una familia
En estos momentos, lo que más le urge al Ayuntamiento es comprar el local. Y en esas está. «Luego, tampoco lo podemos ofertar hasta que no se ponga en condiciones. Y para eso necesitamos la subvención», concede la mandataria local, que aspira a unir en un mismo local los dos servicios básicos para que Pinilla «siga subsistiendo»: el bar y la tienda: «Hay que procurar unos mínimos», constata Castro, que tiene la intención de «dar las mayores facilidades» a quien se interese por el negocio. «El local tiene vivienda arriba, así que es una buena oportunidad para venir con una familia», remacha la alcaldesa.
De vuelta a la escena del viernes en la plaza de Pinilla de Toro, el pequeño grupo de gente que charlaba se dispersa y deja el espacio central del pueblo completamente vacío. No hace para estar a la intemperie, y el bar, a la espera de que los planes de reacción se concreten, ahora mismo es un recuerdo del pasado.