Mario Ferrero comenzará su turno a las 9 de la mañana del día de Nochevieja y lo acabará a las 9 de la mañana del día de Año Nuevo. Carmen Llano arranca más tarde, a las diez de la noche de fin de año, y llegará a casa pasadas las ocho de mañana del 1 de enero. José Alfonso Hernández, en cambio, esta noche se libra y llegará a casa a cenar «por los pelos», aunque a sus espaldas pesan noches del 24 y del 31 de diciembre de servicio, acumuladas a lo largo de décadas de vida profesional. Son, respectivamente, conductor de ambulancia, enfermera y Policía Municipal, ejemplo de los muchos trabajadores que, esta noche, se comerán las uvas en su puesto de trabajo.
Todos afrontan una noche «que suele ser complicada, rara» y que está marcada por la elevada presencia de gente en las calles y por la masiva ingesta de alcohol, sobre todo entre los jóvenes. Una combinación que nunca es buena, como atestiguan estos tres trabajadores. «Son noches malas porque a las patologías normales que traen a la gente a Urgencias se le suman las peleas, intoxicaciones etílicas y todo lo relacionado con la fiesta», resume Carmen Llano, trabajadora del servicio de Urgencias.
Un panorama que confirma Mario Ferrero, que se encargará de transportar a algunas de las personas que después reciban atención médica en el Hospital Virgen de la Concha. «Siempre la presumimos como una noche ajetreada por la cantidad de gente que hay fuera de casa y, principalmente, por las intoxicaciones etílicas», que obligan a movilizar a un despliegue de profesionales por una conducta que se podría haber evitado.
José Alfonso Hernández, oficial de la Policía Municipal de Zamora, celebra que cada vez la concienciación de la gente «es mayor», aunque admite la complejidad de la noche (junto con la del Jueves al Viernes Santo) en la que hay más gente en las calles. Han cambiado los hábitos, asegura el agente, y ahora ya no se estila tanto como otros años lo que gastarse una importante cantidad de dinero para entrar a un cotillón y pasar toda la noche en el mismo local, lo que rebajaba la conflictividad en las calles. La gente vuelve ahora a costumbres de años pasados, a pasar la noche «de bar en bar», lo que se traduce en algunas intervenciones más. Hay también más intervenciones por las tardes, algo motivo por el auge del «tardeo» en los bares de la capital.
La Policía asegura que «durante esta noche, y durante todas las fiestas en general», se realiza un trabajo «de mucho mediar» para evitar conflictos mayores. «Intentamos no denunciar ni detener salvo que sea imprescindible, apelar a la razón de la gente, algo que suele funcionar». Y se registran también bastantes intervenciones en pisos y en fiestas privadas, más de las primeras que de las segundas. «Es una noche en la que todo el mundo aguanta más que de costumbre, pero cuando llegan las cuatro de la mañana y el vecino de arriba no para la fiesta… pues si tienes que trabajar, o tienes un niño pequeño, molesta. Intentamos solucionarlo apelando de nuevo a la razón de la gente», apunta Hernández. «De esas, habrá varias salidas, como todos los años».
Conflictos familiares
La Policía, y en ocasiones (las menos) también los servicios sanitarios han tenido que intervenir en alguna noche de las fiestas navideñas por conflictos familiares que se producen en el interior de las casas. «Hay familias que son bombas de relojería», bromea el oficial de la Policía Municipal, «y cuando la gente bebe más de lo que acostumbra y se junta con un cuñado que no soporta, pues pueden suceder cosas».
Intervenciones que vienen a sumarse a las habituales, de control de tráfico, que se intensifican durante la mañana y la tarde y con las que no se baja la guardia durante la noche. «Se hacen controles de alcohol y drogas al volante» y, también por lo que refiere a la labor inspectora, «se visitan locales de ocio para vigilar que no hay menores consumiendo bebidas alcohólicas y que no se sobrepasan los aforos, cuestiones que suelen suceder durante Nochevieja».
«Intentamos celebrarlo con los compañeros, aunque no siempre se puede»
Las enfermeras del servicio de Urgencias del Hospital se han organizado para montar una cena de Año Nuevo improvisada entre compañeras. «Cada una trae una cosa, una tortilla, una empanada… y tenemos la intención de brindar». Lo que hay es eso, una expectativa, porque la noche da muchas vueltas y la Nochevieja, más. «Hay años que no nos podemos juntar a comer algo hasta las dos de la madrugada, hay noches que algún compañero no puede ni tomar las uvas porque a esa hora está atendiendo a alguien. Intentamos sentarnos y parar unos minutos, pero no siempre es posible», resume, pragmática, la enfermera.
Menos expectativas tiene Mario Ferrero, que tiene la base del servicio en el área de Psiquiatría del Hospital Provincial y que compartirá la noche con un número más reducido de compañeros. «La idea es parar y tomar las uvas juntos, pero fácilmente podemos estar yendo a buscar a alguien o llevando a alguien al hospital, así que no podemos hacer muchos planes». Lo que sí está claro es que «echaré bastante de menos a la familia», lamenta el conductor.
La Policía intenta también juntarse a las doce de la noche en la Plaza Mayor para compartir un momento de hermandad con los compañeros y tomar las uvas. La costumbre de los últimos años dicta que hay que salir a tomarlas al son del reloj del Ayuntamiento, una tradición a la que cada vez se suman más zamoranos. Pero lo mismo, «si te pilla trabajando, pues te pilló», resume José Alfonso Hernández.
Más o menos gratificación en la nómina
Como estos tres ejemplos, decenas de trabajadores comerán las uvas en sus puestos de trabajo, alejados de sus familias y con la expectativa, en el mejor de los casos, de compartir un rato con los compañeros. A enfermeras, conductores de ambulancia y Policía Municipal se les suman trabajadores de todos los trabajadores sanitarios, de todos los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, bomberos o personal de seguridad. Después de las doce se incorporarán otros cientos de trabajadores de la hostelería que, si bien habrán podido cenar con la familia, pasarán la madrugada trabajando.
Para la mayoría de ellos hay una gratificación salarial especial, regulada en los convenios para el sector público y normalmente negociada entre empresario y trabajador para el sector privado. Los sanitarios, por ejemplo, no salen mal parados con más de 120 euros extra en la nómina, lo que hace que incluso haya personas «poco navideñas» que prefieren trabajar estas noches para embolsarse un extra en la paga. Peor lo tienen los conductores de ambulancias, resume Mario Ferrero, que cobran una noche idéntica a la de cualquier festivo. «Treinta euros y se acabó».