María del Mar Almaraz ha buscado el año concreto, pero no es capaz de precisarlo del todo. La dueña de Confecciones Casas, que permanece al frente del negocio desde 2012, sitúa el día cero del proyecto en un instante indeterminado entre 1965 y 1966. Por tanto, desconoce si en 2025 tendrá que festejar el sexagésimo aniversario, aunque los 59 también merecen una celebración. La resistencia del modelo de este negocio de barrio, en plena calle Argentina, es el triunfo de cada día. El de la mujer que gestiona ahora la tienda y el de Antonio y Manuel Casas, los fundadores.
«No estamos muy seguros de la fecha, pero sí de que esto empezó en un local pequeñito. Ahí abrieron, justo enfrente», señala María del Mar, que da explicaciones desde la tienda a la que se marcharon los fundadores cuando el proyecto comenzó a coger velocidad de crucero. Ocurrió a mediados de los 70, y ella llegó casi al filo de los 80. Confecciones Casas es su vida desde hace 45 años: los 32 primeros, como dependienta; los 13 siguientes, como responsable. Los hermanos fundadores se jubilaron y ella se quedó con las riendas en plena crisis. Lo sacó adelante.
«Yo entré aquí con 16 añitos», constata María del Mar, que guarda en la memoria gran parte de la historia de uno de los negocios con más solera del barrio de Los Bloques: «Ellos empezaron con lanas. Entonces se cosía mucho, había bastante modista, y trabajaban con hilos, mantelerías y cosas de estas del hogar. Luego se metieron con ropas interiores y camisetas, y tenían también una sastrería. Manuel, el hermano pequeño, sabía de eso y hacían trajes para fuera», narra la dueña actual.
Ya con ella como empleada, el negocio fue sumando «ropa de caballero, de señora y de niño» hasta convertir a Confecciones Casas en el lugar donde vestirse de arriba abajo: para la fiesta y para lo ordinario. Todo, en un local enorme, que había que ocupar: «Al principio, cuando terminaban con algunas cajas de bragas o de lo que fuera, las ponían vacías en las estanterías para que esto se llenara un poco», rememora María del Mar, que pone el acento en los buenos tiempos del barrio.
No en vano, este proyecto cogió vuelo al tiempo que el barrio de Los Bloques se desarrollaba como uno de los más populosos y pujantes de la ciudad. «Aquí vivían muchísimos niños, y los hermanos Casas ayudaron a mucha gente a vestirse cuando no tenía posibilidades. De hecho, tenían un libro en el que iban apuntando y la gente venía a pagarles cuando podía. Un día daban 100 pesetas; al siguiente, 200, o lo que fuera. Así fueron arreglando a muchas familias», asegura María del Mar.
Esa forma de tratar a la gente, propia del comercio de cercanía, fue creando una clientela de toda la vida que permitió que el negocio se subiera a la ola de los buenos tiempos y se fuera sujetando cuando llegaron las vacas flacas. Los niños empezaron a ser menos, las grandes superficies iban asomando cada vez más la cabeza y la sensación era que, con el cambio de la peseta al euro, una transición simbólica estaba a punto de producirse. Y, de repente, el incendio.
«Fue en octubre del año 2002, se quemó toda la tienda», recuerda María del Mar, aún con rostro circunspecto. «Cerramos a las ocho de la tarde y me fui a casa. Bajé enseguida porque tenía que llevar al niño al dentista y, cuando pasé por aquí, vi a la gente a la entrada de la calle. Me dijeron: ¡Para, para, que hay un incendio!», cuenta la entonces empleada de Confecciones Casas. «Dicen que fue un cortocircuito», añade. Lo que está claro es que resultó un desastre.
«Se quemó todo, todo, todo. También dos o tres coches que había por ahí cerca», indica María del Mar. Pero ni eso pudo con la tienda: «Los hermanos tenían un almacén ahí al lado y, con lo poco que había quedado, estuvimos vendiendo allí durante un año y pico, hasta que se reformó el local», afirma la responsable actual, que cita la solidaridad de los proveedores y la honestidad de la gente del barrio. El libro de apuntes ardió, pero casi todas las familias recordaban lo que debían y lo pagaron.
Tras salir vivo de aquel trance, el proyecto de Confecciones Casas tiró adelante con los hermanos fundadores hasta 2012. Ahí llegó su jubilación. Y la decisión de María del Mar: «No era un buen momento, tomé la determinación casi por cabezonería», admite la dueña, que optó por seguir con lo que había hecho toda la vida: «Mucha gente siguió viniendo, otra dejó de hacerlo y alguna que se había ido regresó», resume la responsable de la tienda de la calle Argentina, que ahora tiene claro que los niños no son su gran público.
«Esto ha derivado en un negocio para la gente mayor, y mucha viene de los pueblos», afirma María del Mar, que apunta que hay determinadas personas que, «en las grandes superficies, ni saben ni quieren comprar» y que acuden a ella en busca del trato cercano de siempre. Confecciones Casas también vende ahora para las residencias y para la gente del barrio que no se olvida de lo que fue esto toda la vida. «La gente joven, ya lo sabes tú», desliza la protagonista de esta historia.
La calidad y la cercanía contra la tendencia
María del Mar Almaraz acepta esa realidad con las nuevas generaciones, pero no comparte su forma de comprar: «Yo aquí tengo mucha calidad, producto nacional y conozco a los proveedores», arranca la dueña de Confecciones Casas, que incide también en el trato con la gente, una forma de actuar, de ver y de aconsejar que ella lleva 45 años perfeccionando: «Nunca intento vender una cosa que no le conviene al cliente, o que no le queda bien», aclara esta mujer del barrio que, a sus 62 años, ve difícil el relevo.
«Los jóvenes piensan de otra manera», insiste María del Mar, que a pesar de todo defiende una forma de hacer las cosas que aún se ve en los barrios, en los sitios pequeños, en los lugares donde te llaman por el nombre, saben quiénes son tus padres o tus hijos y hay un libro de apuntes por si un día te va mal y hay que tirar de la frase que tantas veces se escuchó en Confecciones Casas: «No te preocupes, ya me lo irás pagando».
Este reportaje es un contenido patrocinado por la Concejalía de Promoción Económica del Ayuntamiento de Zamora