Julián y Nacho se mueven por su particular enredadera de recuerdos con la misma soltura con la que se manejan por los catálogos de la tienda. Los dos hermanos son testigos de la historia comercial de la ciudad. Una historia que, literalmente, conocen desde que vinieron al mundo. «Puede decirse que nacimos detrás del mostrador», aseguran. Tienen, además, la curiosa historia de haber fundado un comercio que ya existía, pues el negocio que ahora regentan tienen poco que ver con el que heredaron de sus antepasados. La de Julián y Nacho Vecilla es, sin más, la historia de La Madrileña.
El comercio es un histórico de la calle de San Andrés que no siempre estuvo ahí. Abrió sus puertas en la plaza del Fresco, a escasísimos metros de la Plaza Mayor, y los primeros propietarios no fueron de la familia Vecilla. «Abrió la tienda el señor Lucio y mi abuelo era dependiente del comercio», recuerda Julián Vecilla, envuelto en documentación moderna e histórica de su comercio. «Cuando el primer dueño se jubila es mi abuelo el que se queda con el negocio, y ahí comienza la saga Vecilla», una de las familias de comerciantes más antiguas de la capital zamorana.
Pero la impronta de los primeros dueños tiene su reflejo en algo tan importante como es el nombre. La mujer del primer gerente del negocio venía de Madrid y la costumbre en la época era referirse a las tiendas por el origen de sus dueños, especialmente si estos venían de fuera de Zamora. De ahí negocios como La Toresana, La Alicantina o El Sayagués, por poner tres ejemplos cercanos. «La gente preguntaba que dónde habías comprado tal cosa y la costumbre era decir: donde la madrileña». Y así fue el primer nombre: Muebles La Madrileña.
El comercio se edificó sobre tres grandes pilares: los muebles, las persianas y los bolsos y maletas. Los inicios fueron de esplendor, con gente de la capital y de los pueblos de alrededor haciendo cola para comprar. Eran los años finales del siglo XIX, «cuando el comercio, aunque no te hacía rico, si te daba para vivir bien», apunta Nacho. Años después, ya mediado el siglo XX, La Madrileña se muda a la calle de San Andrés, al local que hace esquina con Diego de Ordax y que ahora vende bicicletas. Pero la filosofía era la misma: maletas, persianas y enseres para el hogar.
«Tiempos de mucho trabajo»
Fueron tiempos, recuerdan los hermanos, de muchísimo trabajo. Al trajín de la tienda se le unía el trabajo de transportista. «Un dos en uno», recuerda Julián, que hacía que la familia tuviera que salir de Zamora anochecido para cargar la furgoneta y volver a un negocio que tenía cola de clientes desde primera hora de la mañana. «Había que colocar los productos y había cosas, como las persianas, que se hacían sobre la marcha. El cliente venía, nos decía las medidas y la fabricábamos allí mismo».
La Madrileña se empieza a convertir en lo que el público ahora conoce en la década de los ochenta del siglo pasado, cuando llevaba ya cien años abierta. El trajín de los muebles iba ya a la baja y la afición de los dos hermanos, la tercera generación de los Vecilla y llamados a hacerse con las riendas del negocio, eran las bicicletas. Así, con el beneplácito del padre, empiezan a introducirse bicicletas hasta, con el paso de los años, convertirse en referencia en el sector en Zamora. Poco después salen de la tienda las maletas y persianas y entran los carritos de bebé. En el año 1994, hace ya tres décadas y en vista de que la tienda de San Andrés se ha quedado pequeña, la familia amplía el negocio al local que ahora acoge la puericultura. Y hasta hoy.
«Tuvimos que dar el salto porque la tienda se nos había quedado pequeña. Estábamos vendiendo una bicicleta y venía alguien que quería ver un coche de niño, o al revés. Eran dos negocios casi independientes, porque son mundos muy separados», asegura Nacho. «Bueno, guardan similitud por las ruedas», apunta el hermano.
¿Por qué las bicis?
«Era nuestra afición y queríamos llevarla a la tienda», aseguran los hermanos cuando se les pregunta por el giro del negocio en la década de los ochenta. Efectivamente, hay fotos, muchas fotos, que muestran que desde el negocio comenzaron a organizarse en aquellos años marchas cicloturistas por los pueblos de la provincia, y para ellas se llegaron incluso a personalizar maillots. «Nos juntábamos 20, 30 o 40 personas y nos íbamos de ruta con la bici, a veces hasta los Arribes… Tú fíjate hacer eso ahora, sería un problema, con los seguros y tal, pero entonces no había problema y sí mucha afición. Eran los años del resurgir de la práctica del ciclismo, con Induráin y Perico Delgado. Todo el mundo quería hacer bicicleta y a nosotros nos sirvió para reorientar el negocio», rememora Julián.
La incorporación de los enseres de bebé es posterior y el trabajo, aseguran los hermanos, ímprobo. Hay que creerlo, porque no debe ser fácil llevar una tienda dedicada a los bebés en una de las ciudades con menos nacimientos de España. «Es muy difícil mantenerlo abierto porque la afluencia de personas que vienen a la tienda es realmente poca. Cuando pusimos el negocio nacían en Zamora más de 2.500 bebés todos los años y ahora, pues fíjate, no llega a 700. Es complicado».
Los dos hermanos hacen suya la teoría «circular» que siempre defiende el comercio tradicional zamorano, que puede resumirse en que «lo que se gasta aquí, se queda aquí». Las compras en Zamora «son dinero que se queda en la ciudad», razona Julián Vecilla, «y no dinero que se va a las grandes empresas de Internet y que no genera prácticamente ninguna riqueza local. La gente tiene que darse cuenta de que, cuando gasta un euro en el comercio de Zamora, ese euro se va a mover por la ciudad y es posible que le retorne a él. Si lo gasta en Aliexpress, ese euro ya no vuelve».
Conciencia local, en suma. Necesaria para mantener un tejido comercial que se encuentra en plena transformación y cuya pervivencia es también trabajo de los propios ciudadanos, y no siempre de las administraciones. «Pueden ayudar, pero lo que necesitamos es que la gente compre», apuntan los hermanos. «Se cambió de hábitos para comprar por Internet, y ahora necesitamos un nuevo cambio de costumbres para que el público retorne al comercio local».
«A ver si, poco a poco, lo vamos consiguiendo».
Este reportaje es un contenido patrocinado por la Concejalía de Promoción Económica del Ayuntamiento de Zamora