Durante el año 2023, Zamora perdió cinco habitantes al día en el diferencial entre nacimientos y muertes. Es decir, cada 24 horas, fallecieron cinco personas más que las que vinieron al mundo. Esa realidad multiplicada por 365 arroja un saldo vegetativo anual de -1.851. Eso es lo que pierde la provincia en el movimiento natural de la población, y esa es la cifra que hay que remontar en el balance de salidas y llegadas para poder abandonar una demografía en números rojos. Difícil, claro.
Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) conocidos este miércoles revelan el detalle de ese -1.851 municipio a municipio, y la realidad es que hay pocos reductos donde agitar la bandera de la esperanza. De los 248 ayuntamientos que componen la provincia, solo en cuatro el saldo fue positivo: Roales (+3) y Pobladura de Valderaduey, Alcubilla de Nogales y Vidayanes (+1).
A partir de ahí, 16 se quedaron como estaban, con los mismos nacimientos que muertes. Tal fue el caso de Castrillo de la Guareña, Castroverde de Campos, Coomonte, Cotanes del Monte, Justel, Maire de Castroponce, Manganeses de la Polvorosa, Matilla la Seca, Molezuelas de la Carballeda, Prado, Quintanilla del Olmo, San Agustín del Pozo, San Martín de Valderaduey, Villar de Fallaves, Villárdiga y Villavendimio.
Mientras, los otros 228 vieron morir más que nacer, y en algunos casos mucho más. Por ahí llaman la atención los casos de municipios con pocos vecinos y agujeros grandes, como Ferreras de Abajo (-20), o incluso Ferreruela (-10), Andavías (-13), Carbajales de Alba (-14) o Fonfría (-18).
Tampoco pinta demasiado bien el panorama en los grandes núcleos. Zamora capital cerró el 2023 con 373 muertes más que nacimientos; Benavente, con 91; y Toro, con 64.