El Cortello dos lobos, la calle Souto da Feira, una vía llamada Lombeiro o casi cualquier otra que uno encuentre en el paseo por esta localidad de la Alta Sanabria, de As Portelas. Todo suena a gallego en Lubián. Y suena porque lo es. Al menos, desde el punto de vista idiomático, aunque el territorio pertenezca al último rincón de Castilla y León, a la periferia de Zamora.
Hace ya más de veinte años que el Ayuntamiento aprobó por unanimidad una moción para la cooficialidad del castellano y del gallego, la lengua materna de muchos vecinos. El impulsor de todo fue Felipe, el alcalde que lleva al pueblo en los dos apellidos. Para entonces, ya acumulaba unos años con el bastón de mando y con la reivindicación idiomática. Y aún sigue con las dos cosas.
Felipe Lubián habla de las raíces, de las peleas y de lo que está por venir. Lo hace desde una de las terrazas ubicadas en la carretera general de su pueblo. En un día otoñal, el sol amable de la hora de la siesta da paso a una desapacible lluvia sobre un lugar acostumbrado al agua y a la brega; a hacerse oír para defender sus particularidades. «La comprensión de todo esto del gallego depende de la cultura que tenga la gente», explica el alcalde, consciente de las reticencias de muchos a admitir que, en Castilla y León, no todo es el idioma común del país.
El propio vecino de la Alta Sanabria, profesor de Matemáticas durante su vida laboral y miembro no numerario de la Real Academia Gallega de la Lengua, tuvo que batallar mucho fuera para hacer ver lo que había dentro de su tierra. Un estudio de la época señala que, ya a mediados de los noventa, dos decenios después de 40 años de dictadura contraria a cualquier lengua ajena al castellano, el gallego era el idioma de expresión de «la práctica totalidad de los alumnos de As Portelas».
«Es que esto del gallego no es un capricho», abunda el alcalde, que admite que todo este proceso generó polémicas, pero que subraya que el habla de la zona «nace de la propia naturaleza, como sale la hierba de los prados». Eso resultó evidente siempre para Felipe Lubián, que aprovechó un marco normativo favorable hace más de 25 años para institucionalizar de algún modo lo que sobre el terreno era cotidiano.
El cambio en el estatuto y la enmienda del BNG
«Cuando yo estaba en las Cortes, se hizo una reforma del Estatuto de Castilla y León. Era el año 1998″, narra Felipe Lubián. «Lógicamente», añade, «cuando se cambia esta norma, tiene que pasar por el Parlamento español, y allí el Bloque Nacionalista Gallego puso una enmienda, que no era más que un párrafo, pero que se aprobó y que decía que el gallego sería objeto de respeto y protección en todas aquellas partes del territorio de Castilla y León donde se hablara».
El alcalde vio ahí una ventana de oportunidad. Primero, presentó varias iniciativas en las Cortes para lograr que el gallego se impartiera alguna hora a la semana en El Bierzo y en su zona de la Alta Sanabria. Y lo logró a medias, con la implantación de clases de otras asignaturas como Conocimiento del Medio en el idioma propio de su tierra: «Yo quería que hubiera también educación para adultos, para que no fuésemos analfabetos en nuestra lengua materna, pero eso no se aprobó. Sí la que hicimos para que el gallego entrara en la Escuela Oficial de Idiomas de Ponferrada. Y aún sigue».
También en la escuela se mantiene esa hora de clase en gallego, aunque varios de los alumnos del centro de Lubián han llegado de otras zonas y no tienen ese idioma como lengua materna: «De todos modos, aquí la conoce el 90% de la gente, al menos la habla conmigo», remarca el alcalde, que recuerda polémicas como las que tuvo que afrontar con un maestro de Hermisende, alcalde además del municipio vecino, que no admitía el uso del gallego en las aulas a pesar de los logros parlamentarios de su paisano.
¿Y más allá de eso, qué? ¿Para qué sirve la cooficialidad? En Lubián, el asunto se ha encarado desde una óptica «práctica» y sin forzar nada. No se ha cambiado calle por rúa, no hay un esfuerzo particular en la cartelería estable, pero sí se editan los folletos de las fiestas en gallego, se contratan grupos de música vinculados al folk de la región vecina, se defiende la tradición de la mano del grupo As Portelas y se habla en gallego en las reuniones oficiales donde todo el mundo comprende el idioma. Si hay castellanoparlantes, como ocurre con algún secretario, se pasa al habla común sin mayores estridencias.
«Hace tiempo, un hombre de Hedroso que había emigrado al País Vasco vino a preguntarme por qué editábamos los programas de los conciertos en gallego cuando estábamos en Castilla y León. Y me habló en gallego para eso», ríe Felipe Lubián, que reconoce que, dentro de la gente joven, la mirada hacia el este en lugar de rumbo a Verín o a La Gudiña, como ocurría antaño, ha provocado una cierta tendencia al uso del castellano.
Habrá que ver qué ocurre con esa evolución a lo largo del tiempo: «Si el gallego ha resistido todos estos años…» desliza Felipe Lubián, que cree en la normalización como camino más transitable tras una vida dedicada a defender la cultura y la lengua que heredó de sus padres y sus abuelos. Nada más que eso.