La de Paola Martínez es la historia de uno de esos jóvenes emprendedores que dan el paso. De los que pasan del “hay que hacer algo por los pueblos” a hacerlo. De los que no dicen “aquí tendría que venir alguien” a poner algo, sino que lo ponen ellos. La de Paola es la historia de la nueva farmacéutica de Cubillos, la de una joven que ha “salvado” al pueblo de perder un servicio más, el enésimo, tras la jubilación de la anterior farmacéutica, Reyes Lorenzo.
Paola tiene 28 años, es de Salamanca y estudió Farmacia en la USAL. Acabada la carrera, se mudó a Madrid para realizar un master de Microbiología y Salud Pública en el Instituto Carlos III. “Siempre me gustó la investigación y la microbiología”, recuerda ahora, desde detrás del mostrador de la farmacia de Cubillos. Pero asegura que también le tiró la atención personal al público, desde que realizó las prácticas de la carrera en la farmacia Santamaría Moro, la del barrio de Los Bloques. “Me gustó mucho Zamora y cuando leí que la farmacéutica de aquí se jubilaba y que tenía la farmacia en traspaso, vine a verla y me gustó, tanto la farmacia como el pueblo”.
La joven farmacéutica aún se está adaptando al pueblo, pero las sensaciones son de momento buenas. “Los clientes me tratan como a una reina”, apunta, palabras muy similares a las que pronunciaba su antecesora cuando fue entrevistada por este periódico a finales del mes de abril. Y está comprobando en primera persona cómo la labor de una farmacia en un pueblo pequeño va bastante más allá de dispensar los medicamentos que prescribe el médico. “Solo con que les escuches, la gente ya se queda más tranquila, creo que este es un servicio que hace falta”, añade. Es una labor necesaria en estos tiempos, ya que el médico, que antes pasaba todos los días, atiende ahora solo tres días por semana y con cita previa.
La realidad es que la farmacia que Paola recibe tiene poco que ver con la que abrió Reyes en el año 1993. Entonces Cubillos tenía cerca de quinientos habitantes y ahora suma poco más de trescientos. Era un pueblo con tiendas, bares y varias panaderías, y ahora solo queda un bar y dos panaderías que tienen más negocio fuera del pueblo que allí. “Al menos hemos conseguido que no se pierda esto”, apunta.
«Ayudarnos entre todos»
La joven farmacéutica asegura que echa en falta “alguna ayuda, de quién sea”, para que los jóvenes puedan atreverse a iniciar sus aventuras empresariales en los pueblos. “Yo no he tenido ninguna” más allá del impulso económico que las administraciones dan a las farmacias con Viabilidad Económica Comprometida, que son casi todas las que están en los pueblos. “He tenido que comprar ordenadores, productos para tener stock… El inicio siempre es un desembolso difícil para alguien que empieza”, apunta Martínez, que pronto ha hecho propias costumbres de su antecesora como llevar la medicina a las casas de la gente que tiene dificultades para desplazarse: “Al final, es parte de nuestra labor”, reconoce.
Como es necesario, subraya la nueva farmacéutica, más “sentimiento de pertenencia” a los pueblos por parte también de los vecinos. “Mantener los negocios abiertos es cosa de todos, no solo de los que trabajamos. Mucha gente va a Zamora y puede comprar allí lo que necesite, pero si al final creemos que es bueno que haya una farmacia aquí, es un poco responsabilidad de todos mantenerla día a día” comprando en ella, razona Martínez.