Cuando Reyes Lorenzo compró la farmacia de Cubillos corría el año 1993. Entonces el pueblo tenía varios negocios funcionando: había tiendas, tres bares, alguna panadería… Lo que era un pueblo en los noventa. Cubillos sumaba cerca de 500 habitantes y ya empezaba a atisbarse una tendencia demográfica negativa que hizo estragos en los años posteriores. Desde entonces y hasta ahora han cerrado las tiendas, los tres bares (aunque ahora ha reabierto uno) y hay dos panaderías que se mantienen, aunque lo hacen a costa de vender el pan fuera del pueblo, evidentemente. Y, si nada lo remedia, lo siguiente que se perderá será la farmacia.
Reyes se jubila y tiene en venta en negocio, pero lo cerrará en verano si no hay ningún interesado. De momento han llamado «tres o cuatro personas» y hay pendientes otro par de interesados, pero nada cerrado. «Da para vivir bien, si lo quisiera alguien joven, sería ideal». El Ayuntamiento de la localidad se ha implicado y ha comenzado una campaña, que de momento se circunscribe a las redes sociales, para que el pueblo no pierda un nuevo servicio, este último fundamental para una población tan envejecida como la que vive en Cubillos.
Da fe de ello María Inés González, una vecina del pueblo que entra a la farmacia justo cuando la farmacéutica está en conversación con este periódico. «Para nosotros la farmacia es muy importante, y también Reyes, que cumple con su deber y más», asegura la clienta mientras la dueña de la farmacia le pide que pare: «Me vas a hacer llorar», apunta. «La farmacia», continúa la vecina del pueblo, «es fundamental. En la pandemia Reyes nos ayudó a todos, nos llevaba las medicinas a casa, se acercaba cuando teníamos algún problema y nos solucionaba un montón de cosas», apunta González.
La farmacia, coinciden la dueña del establecimiento y las clientas que entran, se ha convertido en imprescindible en el pueblo. «Antes», asegura Lorenzo, «el médico venía todos los días y estaba aquí toda la mañana. Ahora viene tres días y solo te ve si pides cita previa». Así que, «aunque evidentemente yo no soy médica», Reyes también se dedica a escuchar. Y a aconsejar. «Tú imagina en invierno, que a las cinco y media es de noche. Aquí vive gente mayor que no tiene aquí a los hijos, que no tiene manera de ir a Zamora. Pues te llaman, o vienen, y solo con que les escuches se quedan más tranquilos», apunta la farmacéutica, vallisoletana pero asentada en Zamora desde hace tres décadas.
La labor del negocio es, por tanto, más importante que la mera venta de medicamentos, que también. «Reyes ya nos conoce, sabe lo que necesitamos y es muy importante en el pueblo. Ojalá este negocio lo coja alguien. Un pueblo de gente mayor, sin farmacia, no puede estar», asegura la clienta de antes.
«Sentimiento de comunidad»
La conversación sobre el negocio da pie a otra sobre el «sentimiento de comunidad existente en los pueblos», tema al que las clientas que entran a la farmacia se suman como si estuvieran escuchando desde fuera. «La gente mayor viene aquí, pero la gente más joven suele trabajar en Zamora y ya lo hace todo allí. Cada uno que compre donde quiera, solo faltaría, pero creo que conservar los negocios de los pueblos es cosa de todos los vecinos», apunta la farmacéutica.
«Yo es que no entiendo a la gente que hace eso. Hombre, que aquí tienes la farmacia en tu pueblo y las cosas cuestan lo mismo», apuntan las clientas. «Quizás falta algo más de concienciación». Ya sucedió con la tienda, que cerró y volvió a abrir gracias a una persona que no era del pueblo. «Tuvo que cerrar, porque la gente tiene costumbres y seguían comprando al ambulante. Claro, la chica no podía estar a verlas venir». Así que se fue.
«Los primeros que tienen que tirar por los pueblos son los que viven en ellos», coinciden Reyes y María Inés. Antes, dicen, existía más esa conciencia, que mantienen sobre todo los mayores. «El pueblo ha bajado mucho desde que yo estoy aquí, mucha gente se ha ido y otra ha fallecido», una cosa lleva a la otra y los negocios van cerrando. «Este, lo digo yo que llevo aquí 31 años, da para vivir bien, tranquilo. Y es necesario para el pueblo». «Por favor, que alguien se lo quede», añade una clienta antes de salir a la calle.