Pilar Pajares empezó a ir al baloncesto con y por su hija Inés: «Ella era aficionada y me animé fundamentalmente por eso, pero ahora vive fuera de España y yo sigo aquí», vocea entre risas esta mujer desde una de las sillas situadas a pie de pista del Ángel Nieto. Lo del grito es por el ruido ensordecedor que hay en el pabellón, y eso que la charla tiene lugar en el descanso. La música y el barullo se mezclan en un cóctel que no da respiro a los oídos. Tampoco habrá alivio cuando el balón se ponga en juego. La Primera FEB ha venido intensa.
Pilar ya no viene con su hija, pero tiene dentro el veneno que ha inoculado el equipo de Saulo Hernández a varios cientos de personas que antes ni miraban los resultados del equipo y que ahora se sorprenden, un sábado cualquiera, nerviosos por que llegue la hora de ir al pabellón o pendientes de suscribirse para poder ver también los encuentros de fuera. La gente está implicada, y eso se nota en el estreno de la nueva categoría, que es también el reencuentro con los jugadores que se lo dieron todo el año anterior y la bienvenida liguera a los que han venido de refuerzo.
A esta seguidora le ha tocado ver el estreno en Primera FEB de cerca, a apenas un par de metros de la pista. No será así todos los días, pero la experiencia la tiene bastante impactada: «Yo pensaba que iba a perderme un poco el juego, pero lo que veo es toda la intensidad. Se nota mucho lo físico», relata Pilar Pajares, que pronto gira el discurso hacia un asunto algo más tangencial, pero que claramente ha sido de lo más comentado en la grada: Saulo Hernández en traje.
Pilar, que está suscrita a los partidos de fuera, ya lo había visto por la tele en Menorca, pero de cerca es otra cosa. «Está claro que hemos subido de categoría», ríe la mujer antes de despedirse. En ese momento, el encuentro está 41-39 para los blanquiazules. Todo va bien. Choque igualado y competido, lo que se podía pedir. Ni ella ni los más optimistas pensaban que, dos cuartos después, el sábado iba a acabar entre mates y palmas, y con 21 arriba. Pero esto es baloncesto, papá, que diría aquel.
En ese segundo tiempo, un Ángel Nieto más azul que nunca bailó al son del juego de los suyos, coreados con gritos y bocinas, y asistió entre eufórico y atónito a la actuación. Era Primera FEB y contra el Real Valladolid, pero aquello recordaba a lo de la temporada anterior, sin que el cambio en el modo de dificultad pareciese haber alterado nada. El punto del éxtasis llegó con la asistencia de Powell y el mate de Junior Saintel, con los de casa 22 arriba y el público en pie, cada vez más consciente de lo que estaba pasando.
El resto fue casi una vuelta de honor con la pelota en juego. De hecho, Paukste, Naspler o Round se marcharon al banquillo entre el reconocimiento generalizado. Incluso, el británico se permitió apretar los puños y gritar un «¡vamos!» de desahogo similar al grito que se le leyó en los labios a Saulo Hernández cuando pudo festejar con su staff después de la bocina final. Parece que el suyo era el traje de las grandes ocasiones.
Ya al cierre llegaron la música, las palmas, el ritual de siempre con los choques de manos y las bufandas con el logo de la Primera FEB al viento. A pie de pista, Pilar Pajares estiró la suya todo lo que le daba la tela, subida al tren de la pasión por un equipo que, efectivamente, enamora y que seguro que le ha dado una alegría a Inés en la distancia. Y esta aventura solo acaba de empezar.