Esta historia empieza hace muchos siglos, así que uno puede irse 540 años atrás para arrancar a contarla. Un tiempo antes de su primer viaje a América, Cristóbal Colón tenía la mira puesta en la búsqueda de financiación para costear su trayecto en barco hacia las Indias. Primero, lo probó con Portugal, pero se topó con un muro de indiferencia. Después, giró la vista hacia el este y se encontró con la Corona de Castilla, gobernada entonces por la reina Isabel I. Sí, la Católica. Tal sobrenombre no era casual y el genovés lo sabía, así que hizo una labor de aproximación a la figura regia a través de sus confesores.
Entre ellos, había un hombre llamado Diego de Deza, afincado en Salamanca, pero originario de Toro. Es él quien le abre las puertas del palacio a Colón y quien, unos años más tarde, poco antes de que las carabelas partieran rumbo a un destino que entonces desconocían, le recordó al futuro descubridor una de las condiciones que se escondían tras aquel favor: en las bodegas de los barcos tenía que llevar vino de Toro.
Aquellos viajes pasaron, se instalaron en los libros de Historia y la vida siguió, generación tras generación, con el vino de Toro como punto de referencia para las gentes de la tierra, que cuidaron el producto, lo adaptaron sin quitarle la esencia y lo miman ahora que el mercado globalizado ha abierto las puertas a otras variedades, a otras marcas, a distintos sabores. Como ejemplo, basta retrotraerse un poco en el tiempo, mucho menos que antes, solo hasta 2019.
En aquel año felizmente prepandémico, la Asociación Nacional de Rutas del Vino de España se desplazó hasta Toro para certificar que los negocios turísticos adheridos a la Ruta del Vino de Toro cumplían con uno de los requisitos clave para entrar a formar parte de esta entidad nacional: Tener, al menos, un vino de la Denominación de Origen a la que pertenecen en su carta habitual, en las estanterías de sus tiendas… . La respuesta dejó impactados a los técnicos que acudieron a estos establecimientos. En la mayoría de ellos, la frase fue la siguiente: «No, es que aquí solo tenemos Vinos de Toro».
De este modo, así como el toresano Diego de Deza se acordó de los vinos de Toro a la hora de colocar el producto en el viaje marítimo más importante de la Historia, las generaciones que le sucedieron en su ciudad de origen aprendieron a cuidar lo suyo de forma que todo el mundo piense en la comarca y la asocie con el vino. Desde hace siglos, cuando alguien se cruza con un vecino de esta tierra, ya sabe por dónde le va a venir la recomendación. Y ese valor de la gente representa un respaldo inigualable.
¿Qué es la Ruta del Vino de Toro?
Esta parte de la historia llega hasta aquí, pero claro, el lector puede y debe pedir una explicación. Hasta ahora se ha hablado de Colón, de sus viajes a América y del vino de Toro, conceptos básicos para cualquiera, pero también de algo llamado Asociación Rutas del Vino de España y de una Ruta del Vino de Toro, y para contar qué es eso exactamente está su gerente Judith Fernández, representante del equipo que gestiona el día a día de este proyecto de enoturismo íntimamente asociado a los valores descritos a través de la narración anterior.
La Ruta del Vino de Toro nace vinculada a la Denominación de Origen del Vino, pero ambas cosas son distintas: «La gente nos confunde muchísimo, pero muchísimo, con el Consejo Regulador. Es cierto que sin ellos no podríamos existir, pero nosotros somos una asociación empresarial que intenta promover el turismo a través de las bodegas, los alojamientos, las tiendas, los bares o los productores de alimentación de la zona. En realidad, fomentamos el enoturismo; las visitas a un lugar vinculadas a la cultura del vino», aclara Fernández.
Claro, toda esta explicación conduce a otra pregunta: ¿Qué es el enoturismo? «Desde luego, más que ir a una bodega», subraya Fernández, que pone varios ejemplos: «Escuchar un concierto en una sala de barricas, ir a una obra de teatro en la que se hable del mundo del vino, dar un paseo en bicicleta por los viñedos… Hay muchas alternativas, aunque siempre introduciendo el componente vinícola», remarca la gerente, que trabaja en esta tarea desde la ya citada certificación de 2019.
La Ruta del Vino de Toro es una de las tres que funcionan en la provincia. Las otras dos son las de Zamora y Arribes, territorios con los que se trabaja de manra conjunta y colaborativa para que Zamora sea un referente enoturístico en España.
Esta en concreto cuenta con 62 asociados, de los cuales 26 son bodegas: «Prácticamente, todas las que hacen enoturismo dentro de la Denominación de Origen», que abarca la ciudad de Toro y parte de su entorno: «Aquí, se trata de conocer el territorio y de que la gente se lleve el vino. Es una experiencia en la que se disfruta, se está con amigos y se recuerda. Es algo que te queda ahí y que puede convertirte en un consumidor habitual del producto», asegura Fernández.
En esta ruta en particular, el vino ejerce un poder tan fuerte que tiende a opacar al resto, pero Toro ofrece su entorno natural, el río Duero y, sobre todo, su patrimonio, con la Colegiata o el Alcázar como monumentos estrella. Esas opciones complementan lo más vinculado al producto clave, a los vinos que se hicieron toda la vida en las bodegas subterráneas que se encuentran por debajo de las viviendas actuales y que tienen un ejemplo en la llamada Niña Bonita, la que Fernández va a mostrar para poner a la vista algunos de sus secretos.
Los secretos de la Niña Bonita
La Bodega Histórica del Vino de Toro se encuentra en el centro de la ciudad. Concretamente, en la calle Cerrada, aunque su interior es una ventana abierta a lo que eran en su día una de las bodegas más importantes de la ciudad. El espacio, propiedad de la Cámara Agraria, pero alquilado y gestionado por el Consejo Regulador de Toro se ha musealizado para que el visitante pueda entender cómo era el proceso de producción de vino hace ya algunos siglos.
En una de las primeras paradas, se puede ver la viga de lagar, formada con una pieza única de un olmo, y cabe la posibilidad de conocer los detalles del primer proceso de prensado, entre otras cuestiones. Más abajo, el visitante se topa con la historia del vino de Toro en unos paneles con datos históricos y referencias en torno a un lugar donde muchas veces el vino se bebía más que el agua, desde la creencia de que resultaba más saludable. Y en ocasiones era así, habida cuenta de las enfermedades que a veces contenía el líquido elemento.
En la profundidad de la bodega, Judith Fernández señala también que Toro cuenta con la particularidad de mantener algunas de las llamadas cepas viejas, las prefiloxéricas, las que resistieron a la plaga de la filoxera a finales del XIX y continúan como antaño, sin el patrón americano. Todo aquí huele a tradición, a lo que se hizo toda la vida, aunque los tiempos hayan conducido a las bodegas por el camino de la mejora y, por lo tanto, del cambio en algunos aspectos.
Todo, lo que se mantiene inmutable y lo que es distinto, se puede ver aquí, y pronto será accesible para quien lo quiera conocer desde cualquier parte del mundo merced a los fondos de un programa Erasmus+ denominado “HeritAccess” que lidera la Ruta del Vino de Toro junto con otros socios europeos y que permitirá la digitalización del espacio, aunque también se habilitarán nuevos recursos «in situ», como las visitas locutadas para personas ciegas.
El caso aquí es sumar recursos y «poner miguitas» para la promoción. El enoturismo por esta zona suele ser patrimonio de parejas o de grupos de amigos que buscan conocer los secretos de la tinta de Toro. Y no solo se trata de viajeros nacionales. El público anglosajón, alemán, o de Países Bajos también llega de manera habitual a un lugar donde uno se puede asomar a ver el Duero, contemplar la Colegiata, gozar del entorno natural y regarlo todo con el mismo vino que se llevó Colón a América. No parece mal plan.
Si os habéis quedado con ganas de hacer este viaje al mundo del vino en Toro y comarca, en www.rutavinotoro.com tienen más propuestas para que vivais vuestra propia experiencia y os llevéis la huella de la Ruta del Vino de Toro.
Este reportaje es un contenido patrocinado por la Ruta del Vino de Toro