Beatriz Quintana (Valladolid, 35 años) es la responsable de la empresa Cultura Circular, un proyecto dedicado a abordar la formación y la consultoría con los negocios y las instituciones en materia de economía circular. Su historia es la de una mujer inquieta primero, comprometida más tarde y divulgadora por fin de unos conceptos que no pretende imponer, pero sí trasladar a la sociedad para que las personas decidan libremente si los quieren aplicar.
En la entrega anterior, Quintana explicó las líneas básicas de la de economía circular:
Ahora, en esta entrevista, pone el foco en su postura personal acerca de esta forma de entender el mundo y en el papel de los agentes clave en su implementación.
– ¿Qué coste personal tuvo para usted autoconvencerse de la importancia de apostar en el día a día por la defensa de la economía circular?
– Yo siempre había sido muy activa a nivel de ONG. De hecho, he pertenecido a varias durante años, he estado de cooperante en Guatemala y siempre he mantenido una inquietud social por esas injusticias del mundo. Luego, estuve en Australia en una cadena hotelera muy importante, y allí tiraba cada día grandes cantidades de comida. En un momento dado, empecé a hacer cuentas y a multiplicar en mi cabeza los recursos que desperdiciábamos por los del resto de una ciudad como Melbourne. Empecé a cortocircuitar y a decir: esta no es una lógica adecuada. A partir de ahí, y justo antes de empezar con la empresa hace seis años, ya había implementado cambios en mi hogar y me enfadaba mucho.
– ¿Con qué, por ejemplo?
– A veces, cuando iba a comprar, llevaba el táper y me enfadaba con los supermercados cuando me ponían pegas por la normativa. Era todavía revolucionaria. Ahora, me he hecho más moderada. Sí que sigo con esa visión de cambio, pero entiendo que hay formas de llegar y que, cuando se quieren cambios grandes y potentes, necesitas el trabajo de hormiguita. No es dar el puñetazo en la mesa y que sea todo como yo digo. También hay que entender a las otras personas, a las empresas y buscar a quienes tienen el poder de decisión. Esa comprensión me hizo perfilarlo todo.
– ¿Y a nivel de amistades y familia cómo le afectó su propio cambio?
– Sí es cierto que es algo que a veces lleva un poco al choque, al encontronazo, porque quieres que sea todo como tu piensas, y eso es muy dictatorial. Es una forma egocéntrica que para nada facilita al cambio. Al revés, genera rechazo, y eso también fue como un aprendizaje muy importante que tuve. Es decir, no intentes forzar ni presionar a las personas, sino actúa según las cosas son para ti. Y la persona que vea que es algo positivo lo implementará. De hecho, así ha sido. Cuanto menos esfuerzo he hecho por cambiar a la gente, más lo han hecho. Incluso, me preguntan por tiendas de segunda mano. Es algo bonito en el fondo. Pero yo saldría de discursos maternalistas o paternalistas. Decir lo que tienes que hacer es bueno para niños o para niñas, pero para personas adultas tienen que ser ellos los que lleguen a la conclusión. A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer.
– En lo profesional, ¿hasta qué punto tiene que haber una alineación entre las empresas y las instituciones para que ese mensaje cale más a gran escala?
– La Administración pública tendría que tener mucho más peso. Por ejemplo, a la hora de redactar licitaciones o contratos que tengan en cuenta más criterios de sostenibilidad ambiental y social. Todavía sigue habiendo un criterio por encima de los demás, que es el económico, y se va al precio más bajo. Se deberían buscar otros objetivos. Eso por un lado. Luego, hacer un seguimiento mayor de las empresas que ejecutan y vigilar si se cumple por ejemplo la nueva normativa de residuos. En cuanto a cómo se van a trasladar estas ideas de cambio de cultura de los equipos en las empresas, te voy a poner un ejemplo. El otro día, un directivo me decía que si les mandaba a sus empleados separar los materiales, y cada uno los diferenciaba en un contenedor, se quejaban porque tardaban media hora más en hacer la tarea. Claro, tú no puedes pretender implementar una nueva acción sin ajustar el conjunto. O bien la restas de su proceso o se la pagas. Eso no es culpa de los trabajadores. Esto ya no es el fabrico – produzco – tiro. Hay procesos que se pueden alargar y hay que ir cambiando los engranajes. También en la parte del diseño de los productos es importante utilizar criterios de economía circular. En realidad, ahí está la base.
– Hay intereses y vicios adquiridos que parecen difíciles de desmontar. ¿Hay empresas que consideran este modelo como un ataque y que presionan a las instituciones para frenar estos procesos?
– En algunos casos me he encontrado con empresas reacias. No considero que sea lo más común, pero cuando hago las formaciones les hablo, les contextualizo la tendencia del mercado y ellos pueden hacer lo que quieran. Hay empresas que me dicen que no tienen la capacidad de transformar y de aprovechar esos subproductos para elaborar otros. Por ejemplo, hay alguna bodega que me ha hecho saber esto. Hay que estudiar los casos de forma detenida, yo no puedo dar una solución global para todo el mundo, pero a veces pienso: ¿Tienes más bodegas por tu entorno? A lo mejor, podéis unificar esa cantidad de residuos y hacer una estrategia de innovación conjunta o colaborar con otra industria. Es darle un par de vueltas e innovar. Las pymes o los negocios locales a veces tienen su modelo de negocio planteado, pasan los años y no hacen nada diferente. Ahí cuidado, porque todo es cambio, todo es móvil. Luego, alguna multinacional ha hecho avances muy poco ambiciosos y anecdóticos, prácticas que llaman de greenwashing, que también es un concepto muy vinculado a la economía circular. Imagínate un supermercado bastante grande que en una feria de ecodiseño presentó que había quitado un plástico de los tomates para poner todo de cartón. Ya, ya, pero tú sigues generando millones de kilos de residuos. ¿Cuál es la estrategia? A lo mejor, podrían haber incrementado los productos a granel o haber buscado proveedores más locales. Cuando veo cosas de ese tipo digo: tú sigues generando materiales de un solo uso. Es complicado.
– El comercio de cercanía se está perdiendo, el producto de alimentación, textil o de cualquier otra índole suele venir de muy lejos a unas tiendas del centro colonizadas por las mismas marcas. ¿El hecho de regresar a una economía más local puede ayudar a todo el proceso que describe?
– Es verdad que las multinacionales son las que más impacto negativo están teniendo y muchas veces las que están asumiendo menos responsabilidades. Por ejemplo, con el sistema de gestión de los residuos, como tú pagas ya por que un producto se recicle, no estás obligado a hacer ese seguimiento. Yo soy una empresa de bebida, pago ese porcentaje y luego no me importa si la lata se recupera. Eso se lo dejo al consumidor. Yo como consumidora ya pago ese envase y no me devuelven el dinero por separarlo más tarde. Eso, como un detalle importante a tener en cuenta. Pero sí pienso que las pymes y los comercios locales son capaces de implementar cambios de forma más dinámica y que cuando se lo creen lo trasladan mucho mejor al consumidor final. Por ejemplo, Enzamórate, que ha estado dentro del programa Zamora Sostenible que hemos hecho con los comerciantes que han participado, nos explicaba que tenía una zona con bolsas reutilizables y que a sus clientas les hacía un descuento si, cuando iban a por el te, utilizaban esas bolsas. Eso crea complicidad, premia al cliente por la buena acción. Es una cosita muy pequeña, pero si ese mismo modelo lo llevamos a gran escala sería impresionante.
– ¿Pero hay que volver a esa economía más local?
– Personal y profesionalmente, considero que se ha perdido mucha relación con el vínculo, con el quién hace lo que yo tengo. Creo que una seña de identidad y de arraigo hacia un territorio lo facilita que tengas más cerca a los proveedores. Luego, tienes mucho más control sobre toda la cadena de suministro. ¿Qué ha pasado con la guerra de Ucrania? Que llega un acontecimiento que es totalmente ajeno a ti, pero que te afecta en tu economía. Para mí, lo principal es esa soberanía alimentaria dentro de la capacidad que tenemos de producción. Eso sería más lógico teniendo en cuenta nuestros recursos. Que se exporten tantos productos, cuidado. Es algo para tener en cuenta. Al final, lo que mandamos es el producto, y también el agua y el abono que no recuperamos para nuestra tierra. Solo vuelve lo económico, pero la materia se ha ido. Yo soy bastante partidaria de que podamos ser más localistas a la hora de consumir. Yo misma pertenezco a grupos de consumo y me da satisfacción saber que conozco al productor, que sé cómo trata la tierra o a los animales. Aunque te dé igual el medioambiente, hablamos del alimento. Sea por donde quieras mirarlo, es recomendable que seamos más locales.
– Hay mensajes que cuestionan todo lo que tiene que ver con la sostenibilidad y que demonizan lo que no sea el crecimiento lineal. ¿Teme un frenazo a los avances que se consiguen en materia de economía circular?
– Sin entrar mucho en política, me lo voy a llevar al mundo personal. Yo no trabajaría en lo que trabajo si no viera que a mí me ha generado un cambio en positivo y unos beneficios a nivel de salud mental y física. Cuando ciertos partidos o empresas siguen con esa inercia del crecimiento ilimitado como forma de prosperidad y éxito, yo replico que no podemos hablar de un crecimiento ilimitado en un planeta finito, donde los recursos son los que son. Cuando tengamos una máquina que fabrique agua, igual dejo este discurso, pero es que no la tenemos. Contamos con lo que tenemos y con eso podemos maniobrar. Pensar que lo que nosotros decimos es un ataque a la economía tiene que ver con un entendimiento muy pobre. Yo no digo que tenga que haber una reducción de la economía, sino que se generen nuevos modelos de negocio, nuevas formas de aportar valor que no siempre tienen que estar vinculadas a la generación de un impacto negativo en la producción. Puede haber otras fórmulas interesantes.
Esta entrevista es un contenido patrocinado por la Concejalía de la Oficina Municipal de Desarrollo del Ayuntamiento de Zamora.