Cubillos bordea los trescientos habitantes. «Por lo que dicen los vecinos, ha perdido mucho». Un vistazo a la evolución del padrón lo corrobora. En poco más de diez años ha habido una caída de cien vecinos. Un dato que no parece mucho en términos absolutos pero que equivale al 25% del censo. En términos equivalentes, serían unas 15.000 personas en Zamora capital. «Los que quedan son mayores, así que también los servicios». La tienda ya no abre, la farmacia está a punto de cerrar si nadie la quiere y las dos panaderías que quedan, los únicos negocios abiertos, se ganan la vida fuera del pueblo. Al menos, Cubillos ha recuperado el bar.
El que habla de la situación del pueblo es Alberto Fernández, desde hace cosa de un mes el nuevo dueño del bar de Cubillos. Un local que cerró hace algo más de un año y que dejó al pueblo sin una infraestructura, defienden los vecinos, vital para la vida comunitaria de la localidad. «Si no es por el bar, ni salimos de casa», apuntan un par de parroquianos a la puerta del establecimiento. Gracias a que hay bar, ambos se acercan a media mañana a echar el café. Y a ponerse al día de la manera en la que se ponen al día dos personas que se ven a diario.
Alberto Fernández es de Astorga, aunque vive en Villalazán desde hace poco tiempo, desde que decidió dar un cambio a la vida y dejar el trabajo que mantenía en León, en una sala de despiece, por la hostelería en Zamora. Villalazán es el pueblo de su mujer, y ahí se establecieron. Va y viene a Cubillos diariamente a echar, como asegura él mismo, «más horas que un reloj». El bar abre a las nueve de la mañana y cierra, salvo que haya jera, a las diez de la noche. Son trece horas, seis días a la semana, porque Alberto descansa los miércoles.
Eso cuando no hay nada especial. La llegada de un grupo a cenar, por ejemplo, alarga la jornada hasta más allá de la medianoche. «Es duro, pero trabajas para ti», asegura Fernández en una tranquila mañana de viernes. La experiencia, asegura, es de momento buena. «La gente viene, que no es poco. Entre diario pues ya ves, poco. La gente del pueblo y poco más. Los fines de semana sí viene más gente, sobre todo los domingos por la mañana. Y los fines de semana vienen grupos de chavales a tomar unas cervezas y a cenar. Está bien», concluye. «Honestamente, creo que realizamos un servicio social», añade.
Como sucede con todos los bares de todos los pueblos de la provincia, el dueño arranca hojas del calendario tan rápido como puede esperando a que lleguen los meses de verano, cuando Cubillos aumentará su población y el tiempo libre de los vecinos que llegan aumente las cuentas del bar. «Aquí no se pueden echar cuentas del mes a mes porque no te salen. Tienes que completar los meses malos con lo que sacas de los meses buenos».
En Cubillos, como en muchos pueblos, ha sido el Ayuntamiento el encargado de licitar el bar. Después de varias intentonas en las que nadie se interesaba, Alberto Fernández presentó una oferta por cuarenta euros mensuales que acabó siendo la buena. También ha sido el Ayuntamiento el encargado de adecentar un local, que forma parte de las instalaciones municipales, para hacerlo más atractivo para los hosteleros que pudieran pujar por él.