«Te sientes juzgada, ves que la gente te mira diferente. Y encontrar a alguien que no te juzga, en esos momentos, lo es todo». Habla «María», nombre ficticio elegido por la zamorana que protagonizó el que posiblemente fue el último caso «sonado» de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Zamora, vivido justo antes de la pandemia, en invierno del año 2020. Una mujer que recibió en su domicilio hasta 13 cartas de desahucio, cada una con una fecha diferente, y a la que la mediación de la PAH posibilitó una alternativa habitacional en la que ahora reside y gracias a la cual ha logrado rehacer su vida.
Madre de dos hijos y víctima de violencia de género, a María se le comenzó a venir el mundo encima en el año 2018. En paro, con unos ingresos de 222 euros mensuales, dos menores a su cargo y un alquiler de 400 euros al mes, las cuentas no salían. Y empezó un rosario de visitas a organizaciones, instituciones y colectivos de acción social que nunca acababan de dar con la tecla. «Yo no sabía ya qué hacer. El juzgado me mandó a los CEAS, que me dijeron que no hiciera pública mi situación porque podía perder a mis hijas. No sabía qué hacer hasta que fui a la PAH», asegura.
Allí, María encontró «un grupo de personas que no me juzgaron, algo que no me pasaba desde hacía meses», y que «me dieron un apoyo moral y económico que lo fue todo». La plataforma acompañó a la zamorana a los CEAS, a reuniones con la Junta, con el Ayuntamiento de Zamora, se organizaron manifestaciones… incluso se mandó una carta a Naciones Unidas, que obtuvo respuesta y gracias a la cual se logró paralizar un desahucio para el que parecía que no había marcha atrás. María, recuerda, tenía ese día de febrero las cosas empaquetadas, lista para salir de la casa.

Los niños tenían entonces 2 y 9 años. «La pequeña no se enteraba, pero el mayor se iba al colegio y me preguntaba si tendríamos casa cuando saliera, y yo no sabía qué decirle», recuerda ahora María, justo en el día en que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca anuncia su disolución por falta de miembros que la apoyen. El caso que se hizo más visible fue el aviso de desahucio número 11. El doce iba a llegar a finales de marzo, pero se decretó el estado de alarma y todo se paró. El último estaba previsto para el seis de junio de 2020 y unos días antes a María se le adjudicó un piso de protección social, donde reside desde agosto de ese año.
El de María no era un desahucio hipotecario, de los que protagonizaron la primera etapa de la plataforma. Ella no podía pagar el alquiler y el piso era de una propietaria particular. «Entiendo su situación, ella necesitaba cobrar», asegura la afectada, «pero yo pedía un piso para poderme ir a vivir con mis hijos. Cuando estaba a punto de tirar la toalla di con la PAH a través de Internet. Si no es por ellos, creo que no me hubieran adjudicado un piso», rememora ahora María.
Una nueva vida
Cuando la situación empezó a aclarar, María comenzó a formarse en Sanidad Ambiental, proyecto que terminó hace poco. Ahora, lleva un año trabajando en Valladolid y se está formando como mediadora comunitaria «para poder ayudar a la gente de una forma profesional, como me ayudaron a mí», asegura. El caso todavía escuece, como muestra el hecho de que la zamorana aún no esté lista para enfrentarse a una cámara fotográfica y a desvelar su nombre real. Tampoco quiere recordar aquella época delante de sus hijos. Sobre todo del mayor que, reconoce su madre, no olvida lo vivido entonces. María ha seguido vinculada a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca hasta su disolución. «Una vez se resolvió el caso de mi vivienda me quedé vinculada como activista. Es un grupo enorme, son personas fantásticas, han ayudado a mucha gente», apunta María.
Un movimiento que canalizó el descontento social
La Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Zamora fue el movimiento social que mejor logró visibilizar el descontento social derivado de la crisis económica del año 2008. Heredera directa de los movimientos de indignados del 15M, la PAH logró en su primera etapa que unos bancos que se negaban a negociar admitieran soluciones alternativas a las personas que no podían pagar su hipoteca. Figuras como Mena Martins, Santiago Vecilla o el fallecido Patricio Alonso, abogado de la plataforma, forman parte de la hemeroteca de aquellos años de recesión en los que los desahucios, incluso en una provincia pequeña como Zamora, superaban cada año los varios centenares.
La PAH dice adiós empujada «por la falta de gente», asegura Mena Martins en declaraciones a este periódico. La plataforma «debe estar compuesta primero por activistas, y luego por familias afectadas. Hoy hay ya una gran desmovilización de la sociedad y los desahucios han dejado de estar en el centro del debate público, en parte por medidas beneficiosas como la moratoria existente hasta diciembre de este año», apunta Martins.
En las últimos meses la plataforma funcionaba «casi como una ONG: la gente venía, le ayudábamos en lo que podíamos y les canalizábamos a través de los CEAS, pero la PAH no era eso», apostilla la activista zamorana. De forma activa, aunque «en el grupo de WhatsApp había mucha gente», quedaban apenas cinco o seis personas. «Cuando dejan de estar las familias, deja de tener sentido», añade Mena Martins. En las últimas asambleas, los asistentes se contaban con los dedos de una mano.

Los casos de los últimos años tampoco son tan visibles como lo fueron en su día. En la memoria quedan acampadas en las puertas de los bancos, sentadas simbólicas en su interior y protestas que duraron días y que en muchos casos se cerraron con una solución que, aunque transitoria, era satisfactoria. «Pronto, los bancos preferían negociar porque no querían tener la mala imagen pública de la plataforma protestando en la puerta. Y al final los casos que nos llegaban eran más de alquiler que de hipoteca, y las negociaciones son todavía más a pequeña escala, con propietarios, con los CEAS y con las consejerías correspondientes», apunta Martins.
«Al final, casi funcionábamos como una ONG, pero la PAH no era eso»
Mena Martins
Ahí, reconocen ahora los últimos miembros de la plataforma, se perdió algo de apoyo social. «Cuando íbamos contra los bancos, todo el mundo nos apoyaba. Cuando empezó a haber propietarios detrás, ya menos. Es normal, pero nosotros no queríamos que el propietario se quedara sin cobrar, obviamente. Lo que defendemos es que nadie se quede en la calle. Y los propietarios no deben ser los que paguen eso, para esto debería haber un parque público de vivienda».
«Un único lunar»
El único «pero» que Mena Martins pone a la etapa final de la PAH es «no haber conseguido que Zamora cuente con un buen parque de vivienda público», algo «que no se entiende» en una provincia «con miles de casas vacías y con 134 pisos propiedad del banco malo, que hemos pagado entre todos». El problema de los desahucios, aseguran desde la plataforma, «seguirá existiendo» porque «no hay una Ley de Vivienda que sepa resolver este problema» y porque las instituciones, añaden las mismas fuentes, «no ponen de su parte todo lo que tienen que poner».
Aún así, la PAH cierra una vida de doce años en la que sus impulsores consideran que «se ha cumplido con el cometido con el que se creó, que fue ayudar a los más necesitados», a personas que no encontraban a nadie que les echara una mano cuando se les caía el mundo encima. «Hemos ayudado a mucha gente que sentía que su proyecto de vida se derrumbaba. Ha valido la pena el trabajo».