Como tantas otras veces en los últimos años, al acercarse la Semana Santa siento que me invaden dos sentimientos contradictorios: por un lado el cariño y la afinidad por lo que vive la ciudad en estos días, por otro, cierta desafección y tristeza. Las últimas décadas en la ciudad han visto cómo las mujeres se han ido incorporando, más lenta o más visiblemente, a las distintas cofradías y aspectos de la Semana Santa. Sin embargo, este progreso es más notorio en unas facetas que en otras y, salvo error u omisión, la presencia de las mujeres en los grandes eventos vocales de la Semana Santa zamorana sigue siendo una pequeña anécdota que a efectos prácticos solo incluye la Salve popular, interpretada por las hermanas en el caso de la Sección de Damas de la Virgen de la Soledad y la Cofradía Virgen de la Esperanza y por el Coro Sacro «Jerónimo Aguado» el Viernes Santo.
Como persona dedicada a la música de forma profesional os diré que no existen razones puramente vocales que justifiquen esta exclusión en la mayoría de los casos: técnicamente es bastante sencillo incorporar mujeres al Miserere de Alcácer, ya sea planteando una alternancia entre estrofas de hombres y mujeres o la incorporación de sopranos y mezzos a algunas de las cuerdas. También lo es en el caso del Miserere alistano, del que existe al menos una grabación antigua interpretada por hombres y mujeres.
El caso más complejo lo plantea el Oh, Jerusalem de Manzano, cuya arquitectura sonora sí que está totalmente construida sobre las voces de tenores y barítonos para las que se escribió y de las que no se puede desligar. Ahora bien, siempre sería posible incorporar -quizá antes- en el evento de Santa Lucía alguna hermosa partitura interpretada por un grupo femenino, por ejemplo alguna pieza en latín de la monja Hildegard von Bingen, que es una de las figuras más relevantes de la composición en la música medieval.
Esta misma solución de dos coros distintos podría servir para el evento en la Catedral de la Hermandad del Santísimo Cristo del Espíritu Santo en el caso de que no se quisieran combinar las voces de hombres y mujeres en el Christus factus est: en esta obra también sería factible contar con ambos tipos de voces. Seguramente, los autores o intérpretes del repertorio que menos conozco (el que interpreta la Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús de Luz y Vida) también podrían proponer las modificaciones necesarias para la incorporación de voces de mujeres.
Entiendo que, para poner en marcha estos cambios, solo haría falta un poco de amor a la música, a los ideales filosófico-religiosos, la estética y la plástica de las cofradías tal y como han sido hasta ahora, combinado con unas gotas de inteligencia y una profunda voluntad de compartir un espacio que, indudablemente, debería ser de todos.
Pienso que es difícil pensar en una vivencia plena de la Semana Santa por parte de las futuras generaciones si, cuando las niñas y jóvenes buscan referentes y tratan de escuchar las voces (cantadas) de las mujeres, solo encuentran silencio.