La historia de la Ruta del Vino de Zamora puede contarse en el campo. En la Tierra del Vino, la única comarca de España que lleva el vino en su nombre, no hay mejor sitio para echar la vista atrás que una viña. Y si es de cepas viejas, mejor. «Si las escuchas, hablan», dice Juan Miguel Fuentes, bodeguero de Cabañas de Sayago. «Puedes ver lo que ha sido la zona, lo que ha trabajado la gente. Te puedes imaginar cómo han puesto las viñas, en trozos de tierra muy pequeños, que se mantienen a día de hoy».
Pero las viñas también hablan de las casas, de las familias, y del papel que el vino ha jugado en esta comarca a lo largo de la historia. «El vino, antes, formaba parte de las casas. La gente tenía su huerto, comía carne con el cerdo que se mataba cada año y bebía el vino que daban sus cepas». Estas cepas tienen además la particularidad de que hablan de una historia que sucedió hace más de un siglo. Son, posiblemente, las más viejas de España. Plantas de hasta 200 años que todavía producen. «Esto es un tesoro», subraya el bodeguero, un apasionado de lo suyo. «Son joyas naturales y nosotros tenemos el placer de tenerlas aquí».
El vino es sin duda uno de los elementos centrales sobre los que hay que apoyarse cuando se trata de comprender la historia de Zamora y las comarcas aledañas. Ahí trabaja la Ruta del Vino de Zamora, que se encarga de posicionar turísticamente a las comarcas situadas en el cruce de caminos que viven el río Duero y calzada romana de la Ruta de la Plata. Ahí está la Tierra del Vino, 1.800 kilómetros cuadrados distribuidos principalmente en la provincia de Zamora.
Sobre el vino se erige la Ruta del Vino de Zamora. Pero no conviene dejarse engañar por las palabras. Una ruta del vino es muchísimo más que vino. Sobre el enoturismo, que tiene cada vez más seguidores, se ha construido todo. Un concepto turístico que es capaz de combinar el vino y las bodegas con turismo rural, ocio, tradición, gastronomía o cultura. La Ruta del Vino de Zamora es una de las tres que existen en la provincia (las otras dos son Toro y Arribes) y, aunque coinciden con las Denominaciones de Origen, es importante no confundir. Las rutas del vino tratan de dar a conocer la riqueza conjunta de un determinado territorio, como no, con el vino como hilo conductor.
A través de la Ruta del Vino de Zamora empresas de diversos sectores se unen para ofrecer al visitante una visión final de la zona en la que el producto de cercanía y la tradición juegan un papel fundamental. El visitante es así capaz de establecer un recorrido por distintos puntos de la Tierra del Vino que puede abarcar tantas actividades como tiempo haya para invertir en ellas. Bodegas, por supuesto. El enoturismo es el nexo que lo une todo, pero hay más. Alojamientos rurales, queserías artesanales de enorme prestigio, e incluso pueden visitarse empresas en las que el turista se endulza el día en obradores artesanos de pan, dulces o chocolates. Todo respaldado por el Patronato de Turismo de la Diputación de Zamora.
El vino, hilo conductor
Pero todo se inicia en la viña. «Mira, hay que mimarlas. Hay que hablarles para que sepan que estás aquí». El bodeguero Juan Miguel Fuentes habla de la poda, de la que históricamente se ha hecho en este terreno y de la que se pretende hacer ahora, y reflexiona sobre la producción. «Esto es tempranillo cien por cien. Nos da unos vinos afrutados que tienen mucho potencial, que son aptos para largas crianzas».
La esencia de la producción, asegura Fuentes, dueño de una de las bodegas del territorio, se mantiene intacta a lo largo de los años. No puede ser de otra manera. «Aquí no podemos buscar producir cantidad, lo que buscamos es la calidad». Las cepas viejas dan, de media, entre uno y tres kilos por cosecha y planta. Una cantidad muy pequeña que en las bodegas de la zona se trata con especial mimo. «Necesitan muy poquita labor, son tan viejas que se regulan solas. Da igual los pulgares que les dejes, la producción casi no cambia», añade Juan Miguel Fuentes mientras camina por la viña.
Lo que ofrece la Ruta del Vino de Zamora
Y sobre el vino puede apoyarse el viajero para conocer todo lo demás, que es mucho. El Románico de Zamora, la ciudad con más acumulación de este tipo de arte de Europa. La Ruta Modernista o el paisaje tradicional de la zona maridan especialmente bien con los campos de la Tierra del Vino.
De la Ruta del Vino forma parte el turismo agroindustrial, en el que participan queserías, una fábrica de chocolate y un horno de pan. Hoteles y restaurantes ponen lo necesario para dormir y reponer fuerzas (porque además de ver cómo se hace el vino, hay que beberlo). Planes, tantos como viajeros y circunstancias. Experiencias para parejas que buscan el descanso o para las más movidas, planes para viajeros que se desplazan en familia y que quieren un plan para que los niños no se aburran u opciones para aquellos más interesados en la naturaleza. Y es que, aunque suene paradójico, la Ruta del Vino nos recuerda que en Zamora, no es todo vino.
Este reportaje es un contenido patrocinado por la Ruta del Vino de Zamora