Como cada Miércoles de Ceniza, doña Cuaresma se ha impuesto a Don Carnal condenando a Zamora a cuarenta días de espinacas, lentejas y bacalao desalado. Pero hay que ver lo que le ha costado este año. Debió haber preparado más el entierro doña Cuaresma, la verdad. O haberle dicho a algún acompañante que llevara unos periódicos, o un saco de piñas. Algo que prendiera fácil. Porque la sardina no quería arder, y no ardía de ninguna de las maneras. «Tardará pero arderá», decía doña Cuaresma. «No tenéis prisa, ¿no?», puntualizaba don Carnal. Prisa, lo que es prisa, no tenía nadie. Pero la paciencia tampoco sobraba.
Y en esas, con la sardina que no prendía, han tenido que intervenir los bomberos, que estaban en la Plaza Mayor más para apagar fuegos que para encenderlos, pero en esta vida hay que hacer de todo. Y los monjes, convocados para oficiar el funeral, también arrimaban las teas a una sardina de madera diseñada, de forma visiblemente robusta, por los alumnos de la Escuela de Arte. Así que ahí estaba un bombero, dos monjes y alguna plañidera con las teas rondando al pez, que se resistía. Echaba humo, pero la llama no levantaba de ninguna de las maneras.
Una situación que ha alargado el funeral más de la cuenta, con los efectos en ello conlleva en un público básicamente escolar cuando mañana hay cole. Así que la gente iba dando por muerta a la sardina y marchando a casa mientras, ya tras bastante rato de intento, la madera ha comenzado a arder con alegría. Y los monjes a lo suyo, a rezar. Y las plañideras a llorar y los bomberos a vigilar que el fuego no se propague, que hubiera tenido guasa después de lo que se ha sufrido para encenderlo.
Cosas que pasan, en fin, en el cierre de un carnaval que no se quería acabar. Y ahora sí, después de mucha fiesta y de alguna dificultad en el manejo de la lumbre, llega la Cuaresma. Cuenta atrás para Semana Santa.