El día está para quedarse a la lumbre. Karlotta, nombre de borrasca, empieza a asomar por las cuatro esquinas de La Guareña y levanta un viento que lleva la arena a los ojos y el sombrero a los tejados. Por si fuera poco, la lluvia racheada irrumpe de repente para terminar de grabar la palabra desapacible sobre la imagen de este 8 de febrero. Sin embargo, las gentes de Fuentelapeña siguen en la calle. No solo para hacer las jeras propias de cada jornada; también para cumplir con las gestiones que solo se pueden hacer los jueves: las del banco.
En la oficina ubicada en la plaza principal del pueblo les espera Mario Terrón, el empleado de la Caja Rural de Fuentesaúco que ahora se desplaza un día a la semana a Fuentelapeña para abrir el local que la entidad estrenó en este pueblo en noviembre. Han pasado ya tres meses desde que la localidad escapó de la exclusión financiera total tras dos años sin sucursales abiertas. Para un lugar que a comienzos del siglo XXI pasaba de los mil habitantes y que ahora rebasa por poco los 600, la pérdida de ese servicio había supuesto un golpe duro. Y además parecía irreversible.
Generalmente, en provincias como Zamora, la sucursal bancaria es una de esas cosas que, si cierra, no vuelve a abrir. Los locales pasan a otros usos o terminan por convertirse en los ejemplos más visibles del abandono del medio rural, con carteles descoloridos, calendarios de otras épocas y cristales pintarrajeados. La escena puede resultarle familiar a más de uno. Según los datos del Banco de España, entre 2008 y 2023, la provincia pasó de 253 oficinas a 91; una pérdida media de más de diez al año.
«Hacía falta esto»
Fuentelapeña cayó víctima de esta tendencia hace relativamente poco, tras resistir en los años de mayor desplome. «Aquí todos tenemos de 70 para arriba y nos habían dejado sin nada», explican dos de las mujeres del pueblo, a apenas veinte metros de la oficina abierta en noviembre. Los nombres de estas señoras son Fermi y Mari, que rechazan citar los apellidos y que aseguran que con esos apelativos basta para que la gente las reconozca: «Hacía falta esto», sostiene la primera de ellas.
Las dos vecinas explican que el nuevo recurso les ha quitado «muchos viajes» a Fuentesaúco. La cabecera está a apenas diez minutos, pero «las personas mayores tenían que depender de coches, del vecino o de lo otro». Ahora, las gestiones rutinarias están a la puerta de casa, aunque sea un día a la semana, y el pack incluye un cajero abierto 24 horas que permite el acceso constante a efectivo para las gentes del pueblo y de las localidades del entorno. Los habitantes de esas poblaciones cercanas aún deben desplazarse, pero menos kilómetros.
Más allá de las personas directamente beneficiadas, en el Ayuntamiento han recibido la apertura de la oficina con una sensación de «alivio». «En todos los sitios están cerrando y aquí hemos logrado que se abra», resume la alcaldesa, Esther Sánchez, que admite que tenían «mucha presión por parte de la gente». «Los pueblos están envejecidos, no todo el mundo puede desplazarse y para cierta gente no es tan sencillo manejarse con la banca online», recuerda la regidora, que remarca la importancia de disponer de este servicio al lado de casa.
La intermediación municipal con Caja Rural ha resultado decisiva aquí para agilizar los trámites y poner la oficina a disposición de la entidad: «Todo lo llevó Ángeles Escribano, la anterior alcaldesa, que habló primero con la gente de Fuentesaúco, más tarde con los responsables de Zamora y después ofreció un local que el Ayuntamiento admitía ceder de forma gratuita, como así ha sido», cuenta Esther Sánchez, que le da gran parte del mérito a su predecesora, fallecida de forma repentina en diciembre de 2022.
Al final, entre trámites, obras y otras cuestiones, Fuentelapeña acumuló dos años sin oficina en el marco de un día a día en el que «la gente cada vez apuesta menos por quedarse en los pueblos». De ahí que la puesta en marcha del servicio un día a la semana y del cajero 24 horas haya tomado forma de revulsivo en un pueblo que, en todo caso, va bien de servicios, según relata Sánchez.
Servicios por encima de la media
Fuentelapeña tiene cuatro bares, un comedor social, tres carnicerías, un negocio con frutería y pescadería, colegio, guardería o centro médico: «Aquí hay gente que se ha podido quedar, pero yo lo veo por la gente de mi edad con la que hablo y hay muchos que prefieren la ciudad, porque tienen acceso a otras cosas, y no quieren vivir en los pueblos», resume la alcaldesa, convencida en todo caso de la pertinencia de dotar de las mejores posibilidades a los que se quedan o a los que puedan llegar. La oficina bancaria profundiza en esa idea.
Desde la perspectiva de la entidad financiera, el director de Comunicación de Caja Rural, Narciso Prieto, apunta que el movimiento realizado en este pueblo forma parte del modelo de banca de la cooperativa de crédito: «No solo no cerramos oficinas, sino que vamos abriendo algunas donde vemos que hay zonas negras en las que mucha gente carece del servicio. Seguiremos haciendo esto en la medida que podamos porque va en nuestro ADN», aclara el responsable bancario.
Prieto habla de «una reiterada insistencia» por mantener los recursos en el medio rural y asevera que Caja Rural le «debe mucho» a su gente. Desde luego, en Fuentelapeña, Mario Terrón, el empleado que desde hace un par de semanas ha empezado a acudir a la nueva oficina, percibe que la respuesta de los vecinos está siendo positiva en cuanto al número de cartillas y la afluencia: «En todos los sitios se cierra y aquí abre», reitera un cliente. Para este rincón de La Guareña, esa es una bendita rareza en medio de la borrasca de malas noticias que golpea a la provincia.