Directa, desenvuelta, amable, contundente. Todos esos objetivos confluyen en Visitación Codesal, una ganadera de Almendra que, desde la parte alta de la cuesta donde se ubica su casa, divisa con claridad la masa de agua que lleva el embalse a la orilla del pueblo. Pero ni el día está para baños ni la conversación invita a analizar estampas bucólicas. El tema es el lobo y eso enciende a una mujer que las ha visto de casi todos los colores, pero que aun así tuvo que enfrentarse a un escenario inédito para ella durante el pasado noviembre.
El cánido más temido por los ganaderos atacó cuatro veces al rebaño de ovejas que ahora dirige su hijo. Cuatro. En el mismo mes. Visitación tiene muchos mensajes que lanzar, pero todos llevan a las mismas ideas: la desprotección, el abandono, las visiones urbanitas de la vida que ella siente que se imponen y les perjudican. «Lo he pasado muy mal», admite. Incluso, empezó a escribir una carta que terminó dejando a medias. Había que seguir adelante.
La madre de esta familia que empezó con la ganadería en la generación de los abuelos remite a su hijo cuando se trata de dar más explicaciones. Felipe Luis Codesal, de 33 años, se encarga ahora de un negocio de esos que cumplen con el mantra clásico que repiten los políticos: genera riqueza en el medio rural. Concretamente, en este rincón de la Tierra del Pan, perteneciente al Ayuntamiento de San Pedro de la Nave. Hoy, en Almendra, viven unos 150 vecinos.
En referencia a la población, una de las cosas que tiene claras Felipe es que son 150 más un lobo: «Lo tenemos vigilado», explica. También están sus 1.300 ovejas, unas cuantas menos que las que habría de no ser por los ataques: «En noviembre, mató a nueve y luego se acabaron muriendo dos más. Pero las tuve que quitar de donde estaban, si no se las acaba», asegura el ganadero.
Los abortos
Los golpes en el rebaño, propiciados por la forma de protegerse que tienen las ovejas, causaron igualmente más de veinte abortos. «Pensé que iba a ser peor», indica el vecino de Almendra, que calcula que perderá unos 10.000 euros por culpa del ataque. Dos años antes, el agujero económico causado por otra lobada, alcanzó los 30.000. Hay ayudas para estos casos, pero no cubren ni de lejos el daño.
«Vino el guardia de la zona, me hizo el papel y tengo que ir a la Junta porque me dijeron que me las pagaban, pero solo por las que mató, no por los abortos», apunta Felipe Luis, penalizado también por la citada circunstancia de tener que trasladar a su rebaño de la cerca habitual. «Ahora me toca tenerlas mucho en la nave y eso me obliga a echarles más de comer. Con el lobo no me puedo arriesgar», sostiene el ganadero.
«Ahora mismo, si las ovejas están fuera, tú no duermes»
Felipe Luis Codesal
De sus ingresos, viven también unos 20 perros que le ayudan a proteger al rebaño en estos casos. De hecho, solo la presencia de estos mastines y otros ejemplares de razas acostumbradas a labores de estas características impidieron un desastre mayor hace dos meses. «Me gasto 30 euros al día solo en darles de comer», advierte el ganadero, que aclara que los perros actuaron lastrados por las ataduras obligadas: «Pasan muchos ciclistas por allí y no se pueden soltar así como así», recalca.
Felipe Luis está dentro de la DO Queso Zamorano y de la IGP Raza Castellana, dos vitolas que le exigen cuidar la calidad. «Luego los corderos van a los mejores restaurantes», resume su madre. Pero sobre el terreno, los problemas se acumulan: «Entiendo que el lobo tiene que existir, pero debe haber un control. Ahora mismo, si las ovejas están fuera, tú no duermes», zanja el ganadero de Almendra.