«Se caracterizan porque usan máscaras, llevan cencerros, usan instrumentos fustigadores, están organizadas y protagonizadas por mozos solteros, suelen pedir aguinaldos, actúan en calles y plazas, generan desorden, ejecutan rituales de gran simbolismo y suelen terminar con comidas comunitarias o de sus protagonistas». Se trata de una definición de las mascaradas de invierno tan válida como otra cualquiera (es la que Bernardo Calvo Brioso escribió en su guía de las mascaradas de invierno editada por la Diputación de Zamora). Y contiene un importante matiz: «organizadas y protagonizadas por mozos solteros». La llegada del solsticio de invierno vuelve a poner en el mapa las mascaradas en distintos puntos de la provincia y abre un debate sobre el papel, testimonial o escondido en muchas de ellas, de la mujer. En las mascaradas, la igualdad todavía es una quimera.
Los avances que han costado lustros en sectores que parecían inabordables, como las cofradías de Semana Santa, todavía se resisten en muchas de las celebraciones que durante estos días copan la agenda cultural de los pueblos. Con o sin razón histórica, y seguramente «sin ninguna razón antropológica«, las mascaradas han expulsado de forma sistemática a las mujeres del núcleo central de las celebraciones. Sí participan, en muchos pueblos, en cuestiones adyacentes a la organización. Pero el meollo aún es terreno vedado.
Pepe Calvo, licenciado en Antropología Social por la Universidad de Sevilla y director del Museo Etnográfico de Castilla y León (con sede en Zamora) es claro en este aspecto: «Las mascaradas se van a tener que ir adaptando al siglo XXI en este aspecto». Calvo, fiel defensor de una cultura dinámica, evolutiva y «viva», reivindica el Patrimonio Cultural Inmaterial como «dinamizador y factor de cohesión, tanto a nivel económico como social».
«Las mascaradas se tendrán que ir adaptando al siglo XXI en este aspecto»
Pepe Calvo, director del Museo Etnográfico de Castilla y León
«El patrimonio cultural es un sistema de relaciones sociales que está en constante movimiento y nos muestra la realidad». ¿Cuál es? «Que la inclusión de las mujeres en las festividades y rituales no ha cambiado la esencia de la celebración, si no que ha enriquecido estas mismas celebraciones». Razones tampoco hay para los que «apuntan a razones históricas» porque, asegura el director del Etnográfico, «es imposible conocer el origen de este tipo de celebraciones». «Cualquier cuestión que se vaya de la época romana para atrás se convierte en más conjetura que ciencia», asegura Calvo, que zanja: «Si no queremos que el Patrimonio Cultural nos sirva para cohesionar a la sociedad, muy mal vamos«.
El muro va cayendo
Cuesta, pero el muro de la separación de sexos va cayendo en los últimos años. En algunos pueblos las mujeres han entrado a formar parte ya de la fiesta como protagonistas de pleno derecho. En Pozuelo de Tábara fue Ana María Sánchez la que, en 2014, se convirtió en la primera mujer en encarnar al Tafarrón.
«En 2012, en Sanzoles, el interés de algunas quintas se diluyó tras la negativa de otras y de muchas madres»
Celedonio Pérez, en «El Zangarrón de Sanzoles»
Otros pueblos, en cambio, dejaron pasar la oportunidad. En 2012 ocurrió en Sanzoles que llegó una quintada sin mozos, así que tocó buscar protagonistas (danzantes y al propio zangarrón) entre quintos de otros años. «Se planteó el debate sobre la entrada activa de las mujeres en la celebración, que fueran ellas quienes bailaran, tras ensayar y aprender los distintos toques de castañuelas y los pasos de las danzas. También que recorrieran el pueblo dando las pascuas y pidiendo el aguinaldo. No pudo ser, porque el interés inicial de algunas quintas se diluyó tras la negativa de otras y de muchas madres, celosas de mantener la fiesta como se ha hecho siempre, con el protagonismo de los hombres», relata Celedonio Pérez en su libro «El Zangarrón de Sanzoles. La historia del brujo que se convirtió en diablo bueno: rito, tradición y mito«, editado por Semuret.
Con todo, Sanzoles fue hace no tanto ejemplo de que los muros acabarán por caer. En 2021 Tanis Hernández, tamborilero oficial, sufrió una indisposición en plena misa y fue Verónica Ponce López quien sacó al pueblo del apuro, pues no había quien tocara los instrumentos unos minutos antes de iniciarse la fiesta. Entró así una mujer a formar parte de los actos centrales del rito, ejerciendo un papel importante. Se esperan más pasos en este sentido en los años venideros.
«Representamos el pasado»
José Javier Sánchez es el presidente de Mascaraza y representante de la Asociación de Amigos del Zangarrón de Sanzoles. Desde su posición, ha mediado dos veces para que las chicas entren a formar parte de la fiesta de su pueblo. Una, hace años, cuando no hubo mozos en la quintada. La otra, hace unos meses. Y ambas veces se ha encontrado resistencias dentro de la propia organización.
«Hay actos en los que se puede ir introduciendo la figura de la mujer»
José Javier Sánchez, presidente de Mascaraza
Unas resistencias que Sánchez, padre de dos hijas, «entiende» porque, defiende, «las mascaradas representan el pasado, la tradición«. Asume, con todo, que es un camino que más pronto que tarde habrá que empezar a recorrer, y pone los ejemplos de varios pueblos en los que la mujer forma ya parte de la celebración de forma plena. Aboga, con todo, por una introducción «gradual», que evite polémicas, siempre sensibles en este tema, en los pueblos. «Hay actos en los que poder ir introduciendo la presencia de la mujer», asegura.
«Las fiestas tienen que cambiar»
La Filandorra, en Vigo de Sanabria, es un hombre caracterizado como una mujer. También lo ha sido tradicionalmente la Madama de Pozuelo de Tábara, y un buen puñado de personajes más de los que durante estos días salen a recorrer las calles de los pueblos de Zamora. Así que no aparecen a primera vista razones que digan que una mujer no se puede tapar con la máscara en Montamarta o en Sanzoles, por poner dos ejemplos.
De nuevo el libro de Celedonio Pérez ofrece un interesante apunte sobre el tema, esta vez en boca del antropólogo Francisco Rodríguez Pascual: «Las fiestas tienen que cambiar y han de hacerlo abriéndose a las mujeres, solo así tienen la posibilidad de sobrevivir y mantenerse activas, sin cambios que acaben secándolas». Un recorrido, continuando con el ejemplo del principio, como el que han seguido muchas cofradías de la Semana Santa de Zamora, totalmente reacias a permitir la entrada de féminas hace poco más de una década y habiendo integrado a las mujeres ya plenamente, sin que nadie pueda decir que la tradición o la esencia de la Pasión se hayan quedado por el camino que debe llevar a la paridad de géneros.
El camino a la Unesco
En su camino, todavía largo, hacia la declaración de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, las mascaradas tendrán que abordar de una forma decisiva el asunto de la igualdad de género. La Unesco considera que todas las formas de discriminación por motivos de género «constituyen violaciones de los derechos humanos, así como un importante obstáculo para el logro del Programa de Desarrollo Sostenible 2030 y sus 17 objetivos de desarrollo sostenible. Nuestro mensaje es claro: las mujeres y los hombres deben disfrutar de igualdad de oportunidades, opciones, capacidades, poder y conocimiento como ciudadanos iguales», asegura la propia organización.
Pero no hace falta irse tan arriba. Las manifestaciones populares que reciben fondos de las administraciones públicas deben acabar por ley con las discriminación de sexos, y ese es el caso de muchas celebraciones de la provincia. Todos los indicios apuntan en la misma dirección, y es cuestión de tiempo que el camino se recorra. De las reticencias de unos y del empuje de otras dependerá lo tortuoso del trayecto.