Pozuelo de Tábara ha cerrado este miércoles los días grandes de su mascarada. El Tafarrón ha marcado la vida del pueblo tras la Navidad en unas jornadas que han vuelto a exhibir la buena salud de esta tradición ancestral, que va encontrando asideros para evitar la temida caída en el olvido. En esta fiesta de tradición y escalafón, todavía hay muchos años que contar.
Conviene tener en cuenta que esta mascarada cuenta con doce puestos: los cuatro entrantes, otros tantos mayordomos, dos alcaldes, el tafarrón y la madama. Cada cual tiene su rol, con los primeros a la defensa del bollo y en el sonido de las cencerras; los segundos, en las tareas vinculadas a San Esteban y con las comidas y las cenas; los alcaldes, a la búsqueda de los entrantes; y los dos protagonistas principales, a la procura del aguinaldo.
Los actos de la fiesta se desarrollan desde principios de diciembre, pero el grueso se concentra entre la tarde del 25 y el día 27. La jornada grande se celebra, en todo caso, el 26, cuando los entrantes despiertan a los alcaldes, el tafarrón y la madama para que comience la cuestación y la felicitación por las casas.
A media mañana se incorporan los mayordomos, se celebran la misa y la procesión y tienen lugar las carreras, la petición del aguinaldo y el momento en el que los mozos pretenden arrancar la muñeca de la espalda de la madama, siempre defendida por el tafarrón. Por la tarde, los entrantes subastan el ramo y, después, se desarrollan las votaciones antes del festejo comunitario.
Para el 27 se reservan más persecuciones y cuestaciones y el sorteo público de los futuros tafarrón, madama y alcaldes. Terminan las celebraciones con el «baile fiao», bajo el mando de los protagonistas de la mascarada.