El pasado sábado 2 de diciembre falleció la actriz, cantante, bailarina, presentadora, artista, y protagonista Concha Velasco. Las redes sociales se llenaron de mensajes que recuperaban anécdotas y recuerdos relacionados con ella. Es curioso cómo nos gusta compartir con los demás, cuando muere una persona famosa, hasta qué punto esta llegó a formar parte de nuestra vida. Y Concha tuvo una vida larga y una extensa carrera, así que se va dejando una huella imborrable en nuestra memoria colectiva.
Una de las muchísimas personas que le dedicó unas palabras en el día de su muerte fue José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid. Escribió lo siguiente: “El fallecimiento de Concha Velasco deja los escenarios más vacíos. Madrileña de Valladolid, Medalla de Oro de nuestra ciudad, que nos seguirá emocionando con el legado de su obra”.
Madrileña de Valladolid. El vuelco que me dio el corazón al leer estas palabras fue casi tan intenso como el que sentí al conocer el fallecimiento de la actriz. Madrileña de Valladolid.
Casualmente, la semana pasada hablé sobre esto en un podcast al que fui invitada. Sobre los madrileños de Castilla y León. Las podcasters, dos chicas de Medina del Campo, comentaron que les encantaba que yo siempre dijera que soy de Zamora y que hablase con tanto orgullo de mi tierra.
«Cuando Isabel Díaz Ayuso dijo que Madrid es España dentro de España no iba tan desencaminada, a pesar de que nos riéramos de su ocurrencia rajoniana«
No es exactamente orgullo lo que siento por haber nacido en Zamora, algo que no me costó lo más mínimo. Pero lo que sí sé es que si no repitiera hasta el chiste que soy zamorana, no se me consideraría de allí. ¿Por qué? Porque vivo en Madrid. Y como los zamoranos, por no tener, no tenemos ni un estereotipo al que responder, podemos llegar a pasar por madrileños.
Cuando Isabel Díaz Ayuso dijo que “Madrid es España dentro de España” no iba tan desencaminada, a pesar de que nos riéramos de su ocurrencia rajoniana. Madrid ha absorbido una gran cantidad de población proveniente de otras zonas del país, esas que ahora llamamos España vaciada, y ha desmenuzado, como si de una trituradora de papel se tratase, a los que hemos acabado aquí, despojándonos de pasados, acentos e identidades para convertirnos en un montón de tiras pálidas, homogéneas y endebles apelotonadas en un vagón de metro.
Digo mucho que soy zamorana porque, para mí, hay una diferencia abismal entre haber nacido en Madrid y haber nacido en Zamora. Hasta soñamos diferente. Yo soñé durante muchos años con cómo sería la tele, cómo se graban los programas, y no pude verlo hasta los 23 años, mientras que mis amigos nacidos en Madrid fueron de público al Club Megatrix cuando estaban en el cole.
También digo mucho que soy zamorana porque me encuentro a menudo con gente que nunca ha conocido a una persona de Zamora, o le cuesta situar mi ciudad en el mapa. Y lo digo siempre que puedo porque parece que Zamora solo interesa a los zamoranos, y como cada vez somos menos, necesitamos interesarle a otros para no morir olvidados.
Y a partir de ahora lo voy a decir más y con más ganas porque lo último que desearía para mí sería que, si la muerte me pilla apelotonada en un vagón de metro, digan que falleció una madrileña de Zamora.