Uno de esos recuerdos de infancia que guardo con especial mimo es una merienda bajo los pinos del Monte Palomares con mis abuelos. Ellos comían pimientos fritos y tortilla mientras yo correteaba alrededor del Ford Fiesta blanco de mi abuelo, recogiendo piñones de vez en cuando. Cuando ahora vuelvo a pasear por el paraje, parece que nada ha cambiado, todo sigue en el mismo sitio.
Algo que caracteriza a Zamora es un campo que parece no haber cambiado nada. Uno puede salir de casa y encontrar algo de naturaleza bien conservada a menos de 15 minutos en coche. Pero realmente, el campo en Zamora es el espacio vacío de personas que ha sido ocupado por encinas, jaras y pinos. El éxodo rural, acompañado de una política de gestión forestal y de patrimonio natural demasiado conservacionista, ha hecho que el paisaje agrario de Zamora haya cambiado radicalmente a lo largo del último siglo y no siempre a mejor.
El Comparador PNOA histórico del Instituto Geográfico Nacional, permite visualizar el cambio paisajístico que ha significado el éxodo rural y la despoblación en Zamora. He elegido algunos lugares -casi al azar- y comparado las fotos aéreas del vuelo americano de 1956 con fotos del año 2017:
La frontera con Portugal: el lado luso (a la izquierda del río), bien trabajado y ordenado es el ejemplo de un territorio que lleva conservando, desde hace décadas, un equilibrio sensato entre el desarrollo agrícola y la conservación del medio natural. En el lado zamorano (lado derecho del río) el abandono rural ha hecho que el monte haya recuperado su territorio en detrimento de la producción agrícola.
Sierra de las Cavernas: Las altitudes modestas ocupadas por eólicos. Las cimas cuarcíticas han sido ocupadas por parque eólicos y sus anchos caminos de acceso. Los valles, bien parcelados, han sufrido la concentración y pérdida del mosaico que favorece la biodiversidad y el paisaje armónico.
San Martín de Castañeda: un caso de renaturalización extrema. El contorno del pueblo ha cambiado radicalmente en los últimos 70 años. En los años 50 los cultivos ocupaban gran parte de la montaña, juntándose las tierras de labranza de San Martín con las de Vigo. Actualmente, el robledal, aparente símbolo del bosque sanabrés, ha ocupado gran parte del terreno.
Linarejos: el caso de los municipios pequeños es quizás el más extremo. En Linarejos, las pequeñas tierras de cultivo han dado paso a la fragmentación de los cortafuegos, una solución contra incendios de enorme impacto visual poco pensada. El abandono del suelo agrícola ha dado paso a vegetación de monte bajo y renaturalización por abandono que en sus consecuencias más graves solo conduce a incendios de enorme extensión.
El Monte Palomares: un rayo de esperanza. Las zonas que poseen aprovechamientos son quizás las únicas que han mantenido sus valores en las últimas décadas. En la imagen puede comprobarse como un monte cuidado no solo se preserva si no que incluso puede mejorar con el tiempo.
Al ver las imágenes, parece que alguien olvidó que se quería obtener del territorio. Sí, es cierto, se protegieron áreas concretas como el Lago de Sanabria o Los Arribes, pero ¿con qué fin? En la gestión del campo y el monte debería haberse entablado un diálogo con habitantes, administraciones y científicos. Se tendrían que haber definido conceptos clave como el del Paisaje Cultural, qué se pretendía sacar del territorio, qué se quería conservar y a expensas de qué. Y, sin embargo, tras casi 70 años tras el vuelo americano, lo único que hay claro es que no hay nadie al volante.