Concha Velasco (1939-2023) fue actriz, presentadora, cantante, bailarina, estrella televisiva y referente de una generación. Llevó, aparte de su apellido, el apelativo «ye ye» de la canción que la catapultó hacia una carrera eterna, cuyo final solo llegará si algún día se borra un legado inabarcable, por cuantitativo y por cualitativo. Su muerte este sábado, a los 84 años, sumió en la nostalgia al país que llegó a tener a sus pies y despertó recuerdos casi olvidados en la comarca en la que se hunden sus raíces paternas.
Pío Velasco, el padre de la artista y militar de profesión, era sayagués, hijo de una mujer de Moralina y de un hombre de Luelmo. En esta segunda localidad, por detrás de la iglesia, aún sigue en pie a duras penas la casa de la familia, el hogar donde los vecinos se reunían para ver la primera televisión que tuvo el pueblo, allá por los años 60. Y fue precisamente «Conchita», la artista», la encargada de comprarla.
En este lugar, algunos de los veteranos todavía lo recuerdan: «La primera tele que hubo aquí se la regaló ella a sus abuelos. Echaban la obra de Don Juan Tenorio y la abuela se lo decía a la gente del pueblo para que fueran a ver a su nieta. Los niños nos sentábamos por allí también», explica Pilar Heras, una de las mujeres de Luelmo que aún tiene referencias de aquella época. Se trataba de mediados de los 60.
Una casa en ruinas y la familia en Moralina
En su estado actual, cuesta imaginar la casa en cuestión: «Todo esto es suyo y de unos primos», apunta Heras, que explica que la propia Concha Velasco pasaba temporadas en el pueblo mientras sus abuelos vivían. Incluso, llegó a entablar pequeñas amistades por la zona: «Ya entonces se subía a las mesas y decía que quería ser artista», abunda Heras, diez años más joven que ella, pero enterada por sus mayores de aquellas andanzas de la niñez de la «ye ye».
Más de cerca lo vivió todo Gerardo Galván: «La abuela de Conchita y la mía, hermanas. Y su padre y mi madre, primos carnales», explica este vecino de Moralina, que incluso estuvo en la boda de la cantante y actriz con Paco Marsó en 1977: «Fueron muy pocas personas. Mi madre y yo íbamos muertos de miedo por la gente que podría haber, pero fue todo bien, a base de pinchos y tapas», cuenta el familiar.
De aquel evento, Galván guarda una fotografía en la que aparece con bigote y corbata roja, tras los novios, en la portada de una revista de la época: «Conchita tenía otro estilo de vida, pero su padre sí tenía mucha relación con nosotros. Cuando tuve que hacer la mili en Madrid, iba a su casa a comer algunas veces y coincidía en ocasiones con ella, pero hablaba de otras cosas», subraya el vecino de Moralina.
Los encuentros en Zamora
Galván insiste en la vinculación de Pío Velasco con la tierra y confirma las historias de la televisión de Luelmo y del baile infantil que ya permitía adivinar por dónde iba a encarar su vida aquella pequeña, afincada entonces en Valladolid. La relación entre su primo sayagués y ella nunca se estrechó, pero tampoco se rompió del todo: «La última vez que vino al teatro a Zamora fuimos con ella dando un paseo hasta el parador y, en otras ocasiones en las que no tuvimos entradas, nos las regaló para el palco», apunta su familiar.
El deterioro de la tierra de su familia y el devenir de los tiempos alejaron a Concha Velasco de este rincón rayano. Quizá, esta relación que tuvo con Moralina y Luelmo sí vaya cayendo en el olvido, a medida que vayan faltando quienes recuerden los primeros bailes y la magia de la televisión cuando aquel aparato parecía de otro planeta. Como ella.