Pepe Sastre ha trabajado en el Hospital Virgen de la Concha durante bastante más tiempo que muchos enfermeros, médicos o celadores. Durante más de 30 años, su presencia ha sido una constante, salvo en fases puntuales de la pandemia, en las consultas, en las salas de urgencias y en el resto de las estancias accesibles de un complejo donde se antoja obligatorio ser «discreto» para poder hacer bien el trabajo que él desempeñaba: el de llevar la ilusión a un lugar al que generalmente la gente acude con congoja. O, como mínimo, con malestar.
«También están los nacimientos, que eran momentos alegres», matiza Pepe, tres semanas después de dejar de ir por el Virgen de la Concha. El 8 de noviembre, uno de los vendedores de la ONCE más reconocibles de la ciudad se jubiló y abandonó una plaza en la que los trabajadores le consideraban «uno más». «Me encontraba muy a gusto y es un sitio por el que tenemos que pasar todos», justifica Pepe, que ha vivido en su piel los cambios que ha experimentado su empresa en las últimas décadas.
«Antes era todo distinto», apunta el vendedor retirado, que recuerda cómo en sus inicios recibía el taco de cupones con la instrucción de salir a la calle y colocar unos 200. «Te ibas por ahí y ya. Ahora, forman más a la gente, yo he sido mentor de algunos de los nuevos. Lo que sí es verdad es que hay muchos más productos, más juegos, y la venta se hace más complicada», analiza Pepe.
En sus comienzos, antes de convertirse en una prolongación de la estructura hospitalaria, Pepe Sastre también conoció la vida como vendedor ambulante del cupón por la ciudad: «Me recorría toda Zamora a diario», recuerda, antes de apostillar: «Me moví al hospital porque un hombre al que llamaban ‘el Cojo Rabiche’ pidió el traslado». Y hasta este mes. Quizá por esa veteranía o por la constancia en el mismo lugar, todo el mundo identifica a este hombre que llegó incluso a darse un premio gordo a sí mismo.
16.500 euros para cada uno
«En el año 2003, di un bono semanal que me tocó a mí con una trabajadora del hospital. Fueron 16.500 euros para cada uno», recuerda Pepe, que más tarde dio otro gordo de máquina de 25.000 euros y 350.000 euros en premios de 35.000. «Estoy muy agradecido a la ONCE por darme ese puesto de trabajo», remarca el vendedor retirado. Tanto, que uno de sus planes pasa por seguir vinculado a su estructura.
Pepe Sastre se dedicará ahora a hacer el voluntariado y pretende hacer acompañamientos a las personas con problemas visuales graves. «También hay opción de hacerlo de manera telefónica. Hay mucha gente que vive sola, que se siente aislada, y quiero ayudar», concluye.