Hace un par de semanas asistí a la presentación de un libro que ya tenía en mi estantería. Todavía sin leer, lo había dejado ahí, quieto, esperando su momento. Acudí al Museo Etnográfico a escuchar a su autor sabiendo que, dado lo influenciable que soy para todo aquello que implique terminar sosteniendo una historia entre mis manos, saldría de allí con ganas de rescatar el libro en cuestión de la tranquilidad de mi pequeña biblioteca. No me equivoqué.
Desde el momento en que Luis Miguel de Dios, presentador del evento, comenzó a hablar sobre el rigor con que la novela estaba escrita y cómo cada acontecimiento narrado se sustentaba en la rotundidad que ofrecían documentos custodiados en archivos históricos, mi decisión se iba haciendo firme: el próximo libro a leer sería Rayanos (Salto al vacío, 2023) de Ángel Infestas Gil. Llegó el turno del autor y, por supuesto, terminó de convencerme. De hecho, salí del museo comentando con una de las editoras del libro que tenía la sensación de que la charla se me había quedado corta. Cuatro días después empecé la lectura, cinco fechas más y el libro, terminado y sobre todo disfrutado, volvió a la estantería.
Bravo, Padilla y Maldonado siempre han despertado mi curiosidad. Ya desde joven todo aquello que implicara rebelarse, y más contra un rey, era digno de mi atención y estudio. Pero lo cierto es que ahí me quedé, en los tres principales dirigentes de la Comunidad y en su derrota y posterior ajusticiamiento en Villalar. En el colegio o en el instituto, poco más recuerdo que se nos ofreciese, si acaso algunas pinceladas sobre los motivos principales que provocaron la rebelión: injerencia extranjera y nuevos impuestos para sufragar las ambiciones imperiales de Carlos I de España y V de Alemania. El nombre del emperador, con sus dos referencias geográficas a modo de apellidos y casi siempre pregunta de examen, sí que nos lo sabíamos todos del tirón.
Ya desde joven todo aquello que implicara rebelarse, y más contra un rey, era digno de mi atención y estudio.
Pero ¿y todo lo demás? Dónde quedaba el pueblo llano, dónde las divisiones sociales, dónde los personajes secundarios, aunque igual de necesarios, dónde otras batallas y pequeñas refriegas, dónde las cortes, reuniones y conspiraciones, dónde las últimas ciudades y villas que resistieron y guardaron la honra y dignidad de la ya perdida Comunidad. Supongo que en papeles o pergaminos en los estantes de los archivos ya mencionados. E intuyo que la mayoría cogiendo polvo.
De ese sueño de los justos rescató Ángel todas esas preguntas que aquellos que no tenemos la fortuna, o la capacidad, de ser historiadores alguna vez nos podríamos haber planteado. De ahí, de la realidad dormida, salió también el personaje principal de la novela, Bernardino de Valbuena, así como toda la aventura que le llevó a ser una figura clave en el movimiento comunero. Empezando por su pueblo, Villalpando, y llegando hasta Toledo para convertirse en el coronel al mando del ejército de María Pacheco, viuda de Juan de Padilla. La historia de la Comunidad no es sólo Villalar. La historia de los comuneros no es sólo Padilla, Bravo y Maldonado. Ahí radica, a mi juicio, la grandeza de la novela de Ángel, en el contexto que aporta a la historia que todos conocemos. Sin perder de vista a los famosos héroes ni su emblemática derrota, nos ofrece todo cuanto ocurría a su alrededor, incluyendo otras muchas ciudades y pueblos y abarcando personajes desde los grandes de España hasta los más humildes pecheros, que también son importantes para recordar por qué algunos nos reunimos, 500 años después, todos los 23 de abril en la campa de Villalar.
Me lo pasé como un niño leyendo todos los episodios que acontecieron a Bernardino, a sus compañeros, a sus vecinos e incluso con los de sus enemigos, desde los más reales hasta los que más licencias creativas contenían. La novela, y por lo tanto su autor, me ayudaron a comprender mejor la historia, que siempre resulta fundamental para entender mejor el presente. Eso siempre es digno de agradecer.
El jueves 30 de noviembre despertábamos con la noticia del fallecimiento de Ángel Infestas. No le llegué a conocer. No importa. Es lo hermoso de la literatura y de la historia. No es necesario conocer a una persona para saber que te ha aportado algo, que con su labor te ha enriquecido, ya fuera rebelándose contra un rey en el año 1521 o publicando una novela histórica en el año 2023.