La terraza del bar Mi&Lú está recogida en la tarde del antepenúltimo sábado del año. Las sillas se amontonan a la sombra, donde no hay quien pare del frío a pesar de que el día refulge en Aliste. Fuera, por las carreteras y los caminos de los pueblos de la contorna, decenas de personas pasean al abrigo del sol de primera hora de la tarde mientras, en el interior del local, cuatro vecinos echan la partida al pie de la ventana con un espectador a su vera.
Pero la atención se centra allí, en la zona de la terraza recogida del bar de La Torre de Aliste. En ese lugar, un hombre y una mujer andan a la faena. Ella es la hostelera; él, el alcalde pedáneo, Laurentino Peláez. Y la jera que ambos comparten en esta tarde casi de invierno es la clásica en esta época: colocar las luces de Navidad. Pero no en los domicilios o en el negocio, que también. Se trata de la iluminación para la vía pública. Aquí no hay técnicos ni partidas municipales que valgan. Los vecinos lo hacen todo a pulso.

Lo cuenta Laurentino mientras lamenta que su mujer le va a ver en las fotos encaramado a la escalera. «Esto lo compra directamente la gente del pueblo. Cada uno aporta lo que puede», relata el alcalde pedáneo. La Torre de Aliste no es la única localidad que lo hace así, pero constituye un ejemplo paradigmático de este modus operandi en el medio rural, que consiste básicamente en no esperar ayudas externas para este tipo de cosas. Si se quiere iluminación navideña, hay que ponerla.
Y en esta localidad se pone mucha. Basta con bajar por la travesía en dirección Pobladura para toparse con varios letreros de «Feliz Navidad» elevados de lado a lado de la calle. También brillan las banderolas, las referencias a Papá Noel en las esquinas o las guirnaldas de la iglesia: «Tenéis que venir a verlas de noche», recomienda Laurentino, que sigue añadiendo decoración por los rincones de este pueblo en el que «hay muy poca gente viviendo».
El representante municipal lo constata con resignación. «En los meses más duros, de los Santos a marzo, quedamos 45. A partir de ahí, que vienen los jubilados, unos 90», cuenta a ojo Laurentino. La idea con los adornos navideños es crear una tradición para atraer a esa población vinculada también en estas fechas. «Nos estamos copiando de Vigo», ríe el alcalde, ya al pie de la escalera. Cuesta imaginarse a Abel Caballero en esa tesitura.
En el Leroy Merlin y donde Paulino en Alcañices
«Antiguamente venía mucha gente en estas fechas, pero ahora no tanto», sigue el representante vecinal, que explica que también se ha preparado algo para Nochevieja, «con fuegos artificiales» y que aclara la procedencia de las luces de este año: él mismo ha ido a adquirirlas «a donde Paulino, en Alcañices, y al Leroy Merlin, en Zamora». «Todo lo hacemos de esta manera en los pueblos. Es complicado, pero intentamos que no se acabe», advierte Laurentino, que ya pasa de los 70, pero que conserva el empuje para batallar.

De hecho, al hilo precisamente del lugar en el que se produce la charla, el representante de La Torre explica que su Ayuntamiento está intentando buscar soluciones para garantizar la continuidad de bares como el Mi&Lú, cuyos responsables han abierto recientemente una casa rural en el pueblo para complementar. «Si le das una ayuda de mil euros o mil y algo, pues le llega para pagarse lo de autónomo o lo que sea. Es que, si no, esto se termina», reflexiona Laurentino.
De paso, merced a la continuidad del bar, resiste una familia joven por aquí. Cuesta atraer vecinos en edad de trabajar de otra manera. Y menos si, como en otras zonas de Aliste, falta la cobertura. «A ver si algún día ponen una torreta», desliza Laurentino. Como eso no lo puede hacer él, ni siquiera con la ayuda de los vecinos, nadie la instala. Habrá que seguir esperando mientras se disfruta de los días de casi invierno que resplandecen en Aliste y de las luces de Navidad que brillan gracias a sus gentes.

