La imagen del día 1 muestra a catorce personas separadas por la famosa distancia de seguridad impuesta durante la pandemia. La fotografía se tomó el 20 de junio de 2020, en Monumenta, ante la misma puerta que luego se ha ido haciendo famosa por los carteles que cuentan, uno por uno, los días que no va el médico a la localidad. La gente de esa instantánea veraniega aparece con mascarilla y rodea una barandilla con folios pegados en los que se pueden leer mensajes como este: «Médicos en todos los consultorios rurales». Ese día, casi recién desconfinados, comenzó todo: en el último sábado del primer estado de alarma por el COVID.
La plataforma sanitaria de Sayago cuenta esa concentración como la primera. La siguiente que haga el colectivo – en principio, este sábado – será la número 200. Sobre la puerta ante la cual se fotografiaron los primeros movilizados en Monumenta, el cartel del 5 de diciembre de 2025 advertía de que, en los últimos 2.097 días, el médico ha ido solo 41. Ese es uno de los motivos que mantiene activos a los vecinos que siguen en la pelea: hace falta atención presencial en los pueblos pequeños. Y no solo en la pedanía de Luelmo donde comenzó todo. Por eso, desde ese mismo verano de 2020, las citas reivindicativas son en Bermillo, junto al centro de salud.

La mujer que lo cuenta no necesita presentación. Prudencia Garrote, conocida como Pruden, sale en la primera foto de Monumenta y en las de 196 de las 199 movilizaciones que ha celebrado la plataforma desde entonces. La ciática y algún otro problemilla de salud la echaron para atrás los tres días que faltó. Por lo demás, es una fija. Junto a otro compañero, ella se encarga de preparar los manifiestos que se leen cada sábado a las doce y luego es quien se los traslada a la gente a viva voz. A los que estén. Muchos o pocos: «Primero lo hacía de pie y ahora ya ves, sentada», constata esta mujer de Monumenta, convertida en el símbolo de la persistente batalla por la sanidad en la comarca.
Garrote recuerda que el germen de todo estuvo en el cóctel que formaron la pandemia y el plan de la entonces consejera de Sanidad, Verónica Casado, para cambiar el modelo de atención rural: «Nos amenazaban diciendo que tenían que ir los enfermos al médico y no viceversa. Y aprovechando el revuelo de la pandemia nos decían que a Monumenta no iba a venir ni una vez, cuando hasta entonces lo teníamos cada quince días», apunta la representante de la plataforma. De ahí, la primera concentración ante el consultorio de la localidad. Luego, cuando se constató que la indignación recorría la zona, se movió a la cabecera comarcal.
«Yo estoy jubilada, así que el deber se me acabó. Ahora todo son derechos y hay que pelear por ellos», defiende Pruden Garrote, que recuerda que el médico ahora solo va una vez al mes a Monumenta y que la sanidad digna es algo por lo que pelear. «A mí, me salvó la vida. Si no, llevaría muerta 25 años», advierte la vecina, que agradece a los compañeros que van «un sábado detrás de otro» a sostener las reivindicaciones: «Poder ir al médico cuando no me siento bien y no tener que pagar es una joya que tenemos que guardar con mucho empeño», insiste.

Guardarla y no instrumentalizarla, aclara. Ha habido acercamientos de partidos políticos, pero Garrote no quiere saber nada. Las aproximaciones que le gustan son las de personas como Alberto, el chico procedente de Villamor de la Ladre que les regaló todas las pancartas: «Tiene una tienda de estas cosas en el País Vasco», apunta la vecina reivindicativa, que agradece el gesto y el coste asumido por el colaborador. En realidad, todo aquí es a prestación personal.
¿De gente de todas las edades? «No… Hay poca gente joven», lamenta Pruden Garrote, que cuenta una historia de la infancia para tratar de persuadir a quienes ahora ven esta batalla muy lejos: «De pequeña, me salieron unas heridicas en los dedos y mi padre me llevó al médico a Luelmo. Llegamos allí, me atendió y mi padre tuvo que pagar por mí. Eso ahora no pasa, pero la gente joven ha nacido con esto ya puesto. No piensa que un día puede desaparecer», advierte la vecina de Monumenta, que critica a quienes solo tienen en cuenta las cifras: «Lo que cuenta para ellos es el número, no que seamos viejos».
Lo de los números tiene cierta relevancia, pero no es lo más importante para la plataforma. Por ejemplo, en estas concentraciones invernales en Bermillo, a lo mejor son «doce, trece o catorce», pero siguen acudiendo. Un sábado detrás de otro. «Van unos de Carbellino que son fidelísimos, de Bermillo, de Pasariegos, un matrimonio de Fariza, otro de Luelmo…», repasa Garrote, que lamenta que mucha gente que no va le dice lo siguiente: «A ver si conseguís algo».
A la luz de un candil
«Estamos como estamos porque somos así. Parece que nos lo tienen que dar hecho», señala Garrote, que demanda, sobre todo, más atención presencial y un sistema más sencillo. Lo de la cita previa, dice, «es un asunto complicado», sobre todo cuando se trata del especialista. «Nosotros somos todos viejos. Yo nací a la luz de un candil. La luz eléctrica no llegó al pueblo hasta que tenía trece años», desliza la vecina, que entiende que el sistema ha de amoldarse a la realidad social del territorio.
Por eso, seguirá protestando mientras pueda y con quienes sigan junto a ella en la pelea. «Ahora tenemos una médico muy maja. Creo que es venezolana. Hace poco me hice una prueba y tuvo la delicadeza de llamarme por teléfono para decirme que estuviese tranquila con los resultados». Lo que le falta a Pruden Garrote es que su facultativa vaya más al consultorio para la tranquilidad de la gente y para que el contador artesanal que hay a la puerta deje de tener sentido.

