Enfoque Diario de Zamora
  • Zamora
  • Pueblos
  • Benavente
  • Toro
  • Castilla y León
  • Firmas
  • Otros enfoques
Enfoque Diario de Zamora
miércoles, 3 diciembre, 2025
  • Zamora
  • Pueblos
  • Benavente
  • Toro
  • Castilla y León
  • Firmas
  • Otros enfoques
Enfoque Diario de Zamora
Enfoque Diario de Zamora
  • Zamora
  • Pueblos
  • Benavente
  • Toro
  • Castilla y León
  • Firmas
  • Otros enfoques
Otros enfoques

Victoria Camps: “La IA nos ayuda, pero también limita nuestra libertad”

"Ahora tenemos más conciencia que antes de los peligros del fascismo"

por T. C. 03/12/2025
T. C. 03/12/2025
FacebookTwitterLinkedinWhatsappEmail
26
Javier Arias

Lola Delgado, The Conversation

Victoria Camps, catedrática emérita de Filosofía moral y política, es una de las mentes más lúcidas de la filosofía en España. Fue senadora y se desempeñó como presidenta de la Sección Séptima del Consejo de Estado y consejera permanente de este órgano. Haber vivido la política desde dentro le otorga la facultad de analizar con rigor crítico sus limitaciones, contradicciones y retos. Con esta doble mirada habla con nosotros y se pasea por las grandes inquietudes de nuestro tiempo: la conquista de las libertades, el papel de la tecnología, los deseos, la soledad o el individualismo de algunos jóvenes. En su último libro, La sociedad de la desconfianza (Arpa Editores, 2025) analiza por qué hemos dejado de confiar en muchas de las cosas que nos rodean como la política o las instituciones y nos hemos refugiado en círculos íntimos. Entre algoritmos que condicionan nuestras decisiones y vínculos humanos que se debilitan, emergen muchas preguntas urgentes.

¿En qué momento hemos perdido la confianza como sociedad? ¿Es que no confiamos ya en nada?

En casi nada. Confiamos en núcleos pequeños, en el núcleo familiar, en el núcleo de amigos. En la política es evidente que cada vez confiamos menos. Confiamos poco en las instituciones porque no cumplen las expectativas que ponemos en ellas. Confiamos poco en las grandes corporaciones y en esas empresas que deberían darnos servicios. Cuesta mucho entender que las eléctricas o los bancos, es decir, las grandes compañías, no nos ayuden. La inteligencia artificial lo hace, y eso es un progreso, pero también nos complica la vida. En muchas ocasiones, las relaciones personales han ido decreciendo porque todo lo hacemos a través de pantallas, a través de máquinas, a través de robots que nos contestan. Vivimos en un mundo que se nos hace bastante hostil, todo ha empeorado por ese clima de polarización, de confrontación, de guerras que parecen cotidianas y con las que no hay manera de acabar. En fin, necesitamos dar un salto hacia adelante que resulte realmente prometedor. La sociedad está cambiando mucho, hay necesidades muy nuevas. Gran parte de la sociedad tiene la impresión de que todo es caótico a su alrededor: guerras, migrantes perseguidos, odio, cambio climático, nacionalismos, líderes extremistas…

¿Estamos en un periodo histórico especialmente pesimista?

El siglo pasado fue un siglo malo, un siglo de dos grandes guerras en las que murió mucha gente, donde se perdieron muchas cosas. Pero luego hubo un rebrote que permitió hacer la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, por ejemplo, crear el estado de bienestar en Europa. Ahora tenemos más conciencia que antes de los peligros del fascismo. Los Estados están más estructurados democráticamente, con poderes separados (aunque a veces no lo parezca) que intentan, en definitiva, frenar los despropósitos. Pero ha habido, por supuesto, épocas socialmente malas. Ha habido épocas de grandes retrocesos. Ahora sería el momento de dar un salto hacia un mundo distinto, hacer un cambio, una revolución. Si miramos atrás en la historia, vemos un cierto progreso. El propio liberalismo fue un progreso al considerar que el sujeto, el ser humano, debía ser considerado un sujeto libre, un sujeto de libertades básicas. Luego eso ha evolucionado de una forma indebida, porque ese sujeto libre no ha sabido autolimitarse. Por eso hay que esperar. A pesar de la desconfianza, hay que tener esperanza en que, si algo puede mejorar, dependerá de nosotros.

Ha mencionado la inteligencia artificial como un progreso dentro del mundo de la desconfianza, pero también como algo que nos puede complicar las cosas. ¿Qué riesgos éticos observa en ella y cómo debería regularse su uso?

La inteligencia artificial es un progreso para la humanidad. Es decir, nos puede ayudar mucho y nos ayuda ya en muchos aspectos. Por ejemplo, a calcular porque lo hace mucho más rápido que la inteligencia humana. También puede ser muy beneficiosa aplicada a diagnósticos médicos, a tratamientos, etcétera. Sin duda es un gran avance. Pero también limita en parte nuestra libertad. Nos impone una manera de hacer las cosas. Lo vemos continuamente cuando queremos buscar algo, pero la web quiere que lo hagamos de una manera determinada, lo cual repercute en el aprendizaje. Hace falta que los gobiernos y los supragobiernos regulen la IA. Pero tenemos también que insistir en autorregularnos con respecto al uso que hagamos de todas las ventajas que ofrece.

Las redes sociales hoy en día fomentan una comunicación inmediata, a menudo agresiva. ¿Qué virtudes cívicas deberíamos recuperar para humanizar el impacto digital?

Quizá lo mejor sería no usar las redes sociales, que es lo que hago yo. No participar de ellas también es una opción. No tenemos por qué estar en todos lados. Se nos ofrecen muchas cosas y parece que hay que estar en todas. Si supiéramos discernir más… Yo conozco a gente que no ha tenido móvil nunca, que son profesionales pero no quieren ser dependientes de un móvil. Creo que uno mismo tendría que ser capaz de decir no a las cosas, aunque los demás las tengan; así, tomas decisiones más individuales. Vivimos en un mundo muy individualizado, pero en realidad el ser humano como tal toma pocas decisiones y se mete en todo aquello que le ofrecen como una necesidad nueva.

Usted ha reflexionado profundamente sobre la tolerancia: ¿cómo se traza la línea entre la libertad de expresión y el discurso del odio que se palpa en las redes?

Es difícil, pero sobre todo hay que fomentar la autorregulación. No podemos decir que unos insultos son odio y otros no. Tenemos que conocer siempre el contexto y autorregularnos. No hay autocontrol porque solo acepto los límites que me imponen desde fuera, que son los de la ley. Pero si la ley no me dice, por ejemplo, que no puedo decir tacos en el Parlamento, pues ahí hacemos lo que nos da la gana. La ley es el límite en un estado de derecho. Un mundo liberal tiende a disminuir las prohibiciones, a poner menos límites, porque da más libertad al individuo, sobre todo esa libertad que es tan difícil de delimitar: la libertad de expresión. Hay que poner más límites desde fuera y no celebrar el insulto público.

Diferencia en su último libro dos tipos de libertad, la positiva y la negativa. ¿Cuál es el concepto que tiene ahora mismo nuestra sociedad?

Los filósofos llamamos libertad negativa a esa libertad de hacer todo lo que me apetece, todo lo que me interesa y me conviene con el único límite que ponen el derecho y la ley. No es una libertad que lleve al progreso, a la mejora del mundo o de uno mismo. No es una libertad que se pregunte qué debo hacer en el sentido moral del concepto, sino que se deja llevar. La libertad positiva es la que tiene en cuenta la propia mejora de uno mismo y la de la sociedad en la toma de decisiones.

¿Cree que nos estamos convirtiendo en una sociedad sin valores?

Yo no diría eso, porque tenemos muchos más valores hoy que hace cien años. Por ejemplo, contamos con unos derechos humanos consensuados. El valor de la libertad y el valor de la igualdad se han desarrollado mucho, y eso es nuevo, tiene pocos siglos de existencia. Por lo tanto, esos valores existen; lo que ocurre es que son abstractos, teóricos. La dificultad es llevarlos a la práctica y hacerlo de la mejor manera, porque a veces en torno a, por ejemplo, lo que debe ser la igualdad de oportunidades, cada persona opina algo distinto y no se llega a un acuerdo. Tener un código ético no resuelve nada. Lo que lo resuelve es la práctica del código, que es más complicado que elaborarlo.

Usted ha defendido la ética como una guía para la vida democrática. ¿Qué principios considera más urgentes en una sociedad marcada por la polarización?

El valor que deberíamos intentar practicar más es el respeto mutuo. Etimológicamente, la palabra viene del latín respicere, que significa “mirar dos veces”. Pues eso: hay que mirar dos veces a una persona, detenernos en sus rasgos para respetarla. De todas las virtudes cívicas que deberíamos recuperar en momentos de polarización, la más importante sería ese respeto mutuo que significa escuchar, que significa reflexionar otra vez.

Ese es quizá otro de los retos de nuestra sociedad: saber reflexionar, tener un espíritu crítico ante lo que nos rodea… Pero ¿cómo podemos enseñar a los más jóvenes a hacerlo?

La idea de que hay que transmitir un espíritu crítico está en todas las leyes de educación de la democracia; otra cosa es que se sepa poner en práctica. Entendemos el espíritu crítico como algo que parece que tiene que salir espontáneamente. Como si la cosa fuera tan fácil como poner a un joven ante un problema y preguntarle: “¿Y tú, qué opinas?”. Eso no es espíritu crítico. Formar el carácter es inculcarlo también. Es decir, establecer la relación entre lo que está bien y lo que está mal. En términos generales, es algo que se aprende con el ambiente. Se aprende creando lo que algunos llaman círculos virtuosos, donde cada cual piensa por sí mismo.

¿Qué papel cree que debería desempeñar la filosofía en la formación ciudadana de las nuevas generaciones?

El objetivo de la filosofía es intentar comprender mejor el mundo y comprenderse uno a sí mismo. Y hacerlo desde una perspectiva global, intentando ver qué es aquello que nos satisface, cómo debería ser y aportar algo que sirva para mejorar. La filosofía sirve para razonar mejor, hacer las preguntas adecuadas, tener hábitos de pensamiento, conceptualizar mejor las situaciones para hacer las preguntas más adecuadas. Es un trabajo de hábitos de pensamiento. Hoy se da mucho pábulo a las emociones. Las emociones son importantes porque motivan el comportamiento. El odio es una pasión, un sentimiento que hay que descartar siempre. Pero la indignación es buena. La indignación ante las injusticias, ante lo que está ocurriendo en Gaza. Aristóteles decía que es muy fácil enfadarse. Todo el mundo sabe hacerlo, pero hay que enfadarse bien, por la causa adecuada.

Dedica mucho espacio al deseo en su último libro. ¿De dónde nace el deseo de muchos jóvenes de tenerlo todo, aquí y ahora?

Nace de una economía de consumo que llega por todas partes. Siempre digo que a los niños no hay que enseñarles a consumir, que ellos lo hacen en cuanto entienden el valor del dinero. Pero eso no tiene límites. Porque han ido desapareciendo casi todas las normas y el esfuerzo de autodominio es, para mí, comparable al que existía cuando la religión tenía más peso y era más potente en la vida de las personas. Antes, la fuerza de la religión y del pecado era muy grande, separar entre lo que se debía desear y lo que no. El simple deseo ya estaba condenado. La religión cumplía esa función de enseñarle a la persona a autodominarse. En cuanto nos hemos secularizado, lo que antes hacía la religión ahora no lo hace nadie. Y claro que la autolimitación impuesta por la doctrina religiosa no era la adecuada, pero deberíamos tener una autolimitación que no sea impuesta desde fuera.

Asegura que el individualismo moderno ha ido deshaciendo todos los lazos, salvo los familiares. Sin embargo, hay miles de personas mayores que viven solas, que no tienen apoyo familiar…

La soledad no deseada es una expresión que aparece mucho actualmente y que se asocia, sobre todo, a la soledad de los mayores porque es algo intrínseco a la mayor esperanza de vida. Quienes viven más van perdiendo la pareja, los amigos, las posibilidades de relacionarse y las capacidades físicas, lo que distancia a estas personas del mundo. Tienen una especie de cansancio de vivir y, ante las novedades como la inteligencia artificial, se sienten aún más distantes. Dicen eso de que “Bueno, es que ya no tengo ganas de meterme y aprender otra cosa…”. Claro, eso es algo que deberíamos aprender a corregir, porque la esperanza de vida debería ir acompañada también de una reflexión sobre cómo hacer para que las ganas de vivir no se pierdan.

Decía Nietzsche que la grandeza de un hombre se mide por la soledad que es capaz de soportar… ¿Será que los humanos no somos grandes entonces? Hay miles de personas que no son capaces de vivir con ella, e incluso es la causa de muchos suicidios. ¿Cree que no nos han enseñado desde pequeños a valorar y disfrutar de la soledad?

Seguramente es verdad que no hemos aprendido. No me gusta decir que no nos han enseñado, porque lo que hacemos es culpar a los demás de algo que uno debe ir aprendiendo sin que se lo enseñen explícitamente. Vivimos en un mundo donde se valora mucho la independencia y existen modos de vida distintos. Por ejemplo, parejas que prefieren vivir separadas, pero seguir siendo pareja. Si realmente valoramos la independencia, la autonomía de la persona, deberíamos ser más capaces de disfrutar la soledad, pero también hay que tener recursos para llevar bien el estar solos. La bióloga italiana y premio nobel Rita Levi-Montalcini, en su libro El as en la manga. Los dones reservados a la vejez, decía que las personas deben, precisamente, tener alguna baza para hacer frente a la vejez con ganas, gozando de la vida. Ese as en la manga pueden ser muchas cosas: la música, el arte, la lectura… Pero lo que más nos ayuda son las relaciones de amistad.

¿Por qué a pesar de ser unos privilegiados vivimos en la era del pesimismo y de las contradicciones? ¿A lo mejor es que no lo somos tanto?

Sí, somos privilegiados. Somos privilegiados porque vivimos en un mundo desarrollado y teóricamente civilizado, aunque esta última sea una palabra que podríamos discutir mucho si la aplicamos a nosotros mismos. Pero si nos comparamos, por ejemplo, con los migrantes que llegan cada día en esas embarcaciones que muchas veces se quedan a medio camino, pues realmente somos privilegiados. El mundo, en general, está viviendo su mejor época: las mujeres disfrutan hoy de una vida mucho mejor que hace cien años, no hay esclavos, existen unos derechos fundamentales reconocidos… Es decir, se han ido consiguiendo muchas cosas y hemos progresado moralmente. Pero estamos enfadados, estamos hartos de un mundo que no nos acaba de gustar. Hemos llegado a unos extremos de libertad individualista egoísta, de entender la libertad como satisfacer solo los propios deseos, hacer lo que uno quiere mientras la ley se lo permita, es decir, no pensar en el otro.

¿Por qué desconfiamos tanto de la política?

Porque es lo que tenemos más presente y vemos más a menudo. Yo no creo que la política vaya mucho peor que otras cosas. Es cierto que el Parlamento siempre ha sido un poco una olla de grillos, pero yo creo que ahora hemos llegado a unos extremos tremendos, por el ascenso de los partidos de extrema derecha, y a veces de extrema izquierda también. Todo está muy distorsionado, se ha pervertido mucho y se desvirtúa el sentido que debería tener la democracia. No se puede insultar, ni lanzar determinadas expresiones racistas. No se llegan a discutir los temas porque nos perdemos en tonterías y en debates ridículos.

Esta entrevista se publicó originalmente en la Revista Telos de la Fundación Telefónica, y forma parte de un número monográfico dedicado a los derechos digitales.

Lola Delgado, Editora de Política y Sociedad, The Conversation

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

T. C.

También Podría interesarte

¿Pondría su salud en manos de un algoritmo?

29/11/2025

Qué es y qué no es desertificación

23/11/2025

Cómo hemos cambiado en los últimos 50 años

22/11/2025

Síguenos en redes sociales

Facebook Twitter Instagram Email Whatsapp

Lo más leído

  • La nueva promesa de la cocina zamorana asoma en Pobladura del Valle: «Nos la hemos jugado, pero de momento hemos acertado»

    30/11/2025
  • La colección que empezó con un Chivas y ha acabado por ser «la más grande de Europa»: «Aquí ha venido gente de toda España a tomarse un whisky»

    02/12/2025
  • El presente de Lale Cubino, el escalador de Luz Ardiden: «Zamora es un paraíso para la práctica del ciclismo y hay una industria alrededor de eso»

    29/11/2025
  • El tiempo en Zamora para mañana jueves: Vuelve a cubrirse el cielo, suben las temperaturas

    03/12/2025

Enfoque Diario de Zamora

  • Avenida de Alfonso IX, 1. Zamora
  • Tlfo: (+34) 621 35 04 37
  • redaccion@enfoquezamora.com
  • publicidad@enfoquezamora.com

Menú

  • Zamora
  • Benavente
  • Toro
  • Pueblos
  • Castilla y León
  • Deportistas
  • Firmas
  • Última hora
  • Otros enfoques

Aviso Legal

  • Aviso legal
  • Política de privacidad
  • Política de cookies
  • Medio auditado por OJDInteractiva

2025 – Todos los derechos reservados

Facebook Twitter Instagram Tiktok
Enfoque Diario de Zamora
  • Zamora
  • Pueblos
  • Benavente
  • Toro
  • Castilla y León
  • Firmas
  • Otros enfoques
Enfoque Diario de Zamora
  • Zamora
  • Pueblos
  • Benavente
  • Toro
  • Castilla y León
  • Firmas
  • Otros enfoques