“Esto no va de consumir por consumir, hay que buscar algo más”. El último viernes de noviembre, fecha sin la mayor trascendencia hasta hace pocos años, aparece ahora marcada en rojo en el calendario de consumidores y comercios, principalmente de las cadenas. Es el Black Friday, costumbre, una más, importada de Estados Unidos, consistente básicamente en que las tiendas ofrezcan a sus clientes unos descuentos agresivos antes de la campaña de Navidad. Una “festividad consumista” como otra cualquiera que se ha convertido ya en la semana con más volumen de compras del año y contra la que algunos comercios de la ciudad intentan resistirse.
“Hacer una camiseta”, recuerda Mar Barreto, dependienta en la tienda solidaria que Cáritas mantiene abierta en la calle de San Torcuato, conlleva el gasto de más de mil litros de agua. No parece mala idea por tanto, ni desde el punto de vista económico ni desde el medioambiental, dar una segunda vida a la ropa que no se usa. Con este planteamiento se puso en marcha “Moda Re”, comercio con tintes solidarios (todo lo que se recauda va destinado a la labor social de Cáritas) que, además, ofrece una solución de consumo “lógica”, dicen las dependientas. Toda la ropa que se ofrece está en perfecto estado, algunas prendas ni siquiera han sido estrenadas por sus anteriores dueños y han sido donadas a la iglesia para que quien las necesite les de otra oportunidad.

“La gente está respondiendo muy bien, mucho mejor que en la otra tienda”, la que Cáritas tenía en el entorno de la Plaza Mayor, una calle mucho menos transitada que San Torcuato. La gente entra, busca ropa, la prueba y, si les gusta, se la llevan. Como en cualquier otra tienda, solo que aquí se hace algo que además es “bueno para el planeta”. Además de esta cuestión, el negocio busca “dignificar” a las personas que necesitan de acudir a este tipo de tiendas, donde el material se puede encontrar más barato porque ya ha sido usado. La experiencia de compra es idéntica a la de una tienda y el producto que uno se lleva a casa, muy similar. “Es sostenible para el bolsillo y tiene un importante fin social”, reivindica Barreto.
Un fin social al amparo de la economía circular buscan también en Remar, organización que trabaja con familias afectadas por la exclusión social, la pobreza, las adicciones o la delincuencia apoyándolas en su proceso de recuperación e integración en la sociedad. Una loable actividad para la que en Zamora se apoyan en la recogida y venta de muebles de segunda mano que todavía son útiles y presentan un buen estado general. Carlos Ibarra es uno de los trabajadores con los que Remar cuenta en sus instalaciones de la calle de Fray Toribio de Motolinia, en Zamora, donde muebles donados por particulares en Zamora comparten espacio con otros nuevos. “Todo el material que hay aquí es donado” y no solo usado por personas que se encuentran en dificultades económicas. “Hay gente que está convencida de que es bueno recuperar muebles u otros artículos que ya han tenido un uso porque pueden tener una segunda vida”, aseguran en el almacén, al que varias personas entran a curiosear en lo que dura esta conversación.

“Nosotros siempre decimos lo mismo: no lo tire, llámenos, que nosotros lo recogemos”, apunta Ibarra. Remar se encarga de la logística, del transporte y ofrece garantía a los compradores durante varios días ante posibles desperfectos. “A veces, tiramos las cosas demasiado pronto”, lamentan en la ONG.
Si algo tiene posibilidad de ser usado una, dos, tres, cinco, diez o cincuenta veces es un libro. Las páginas siempre son nuevas para el que las lee por primera vez y eso bien lo saben en Volumen2, la única librería de viejo que hay en Zamora, ubicada en la calle Regimiento de Toledo y regentada, durante los días de ausencia de su titular principal, por su mujer, Patricia Reguero. “Aquí no hay Black Friday, va contra lo que pensamos”, asegura. Reguero celebra la buena acogida de Zamora a la tienda, con popularidad creciente entre distintos sectores de la sociedad y con una clientela cada vez más consolidada. Es este, además, un buen lugar para buscar libros descatalogados o “rarezas” de las que la gente se ha desprendido y que no han perdido ni un ápice de su interés original. “Los libros”, concluye Reguero, “tienen siempre otra lectura”.

Desinterés creciente entre el pequeño comercio
La primera vez que Zamora quiso organizar algo parecido a un Black Friday coordinado entre todo el sector comercial la iniciativa llegó a presentarse en la Sala de Comisiones del Ayuntamiento de Zamora. Después fue Azeco, la patronal sectorial, la que animaba a los comerciantes a adornar escaparates y ofrecer descuentos durante el último viernes de noviembre para plantar cara a las grandes superficies. Ahora, años después de aquello, el desinterés del comercio tradicional en esta festividad es palpable y “menos de la mitad de las tiendas” participa activamente en el Black Friday, estiman desde Azeco. El famoso Viernes Negro se ha consolidado ya como una fiesta consumista que beneficia, principalmente, a las grandes cadenas y a las tiendas online. Azeco no organiza ninguna actividad relacionada con el Black Friday desde hace cuatro años porque el día no goza ya de una aceptación unánime entre todo el sector.

Es una realidad que el pequeño comercio “no puede estar de rebajas todos los días” sin comprometer su rentabilidad. Más teniendo en cuenta, apuntan desde Azeco, que el Black Friday acabó arrastrando a una semana entera de grandes descuentos y que ahora ya se ha convertido en casi un mes de anuncios agresivos que buscan impulsar el consumismo en la sociedad. Ha llegado a tal punto la cuestión que en el pequeño comercio la gente ha dejado de comprar durante buena parte del mes para aprovechar los descuentos que se prometen para finales de noviembre. Así, el sector pasa este día sin grandes alardes “centrado ya en la campaña de Navidad”, la que es, como siempre ha sido, la gran esperanza del sector para cuadrar los resultados anuales. Como ha sido siempre.
